(CNN) – La región de Calabria, justo en la punta de la bota de Italia, es donde la cocina italiana adquiere su mayor intensidad. Además de la amplia gama de recetas clásicas, los calabreses saborean platos picantes, como las salchichas de sangre de cerdo, conocidas como sanguinaccio, y la pasta con salami de chile ‘nduja.
Es un lugar impregnado de tradiciones ancestrales, tanto culturales como culinarias. En muchos sentidos, muy pocas cosas han cambiado desde hace décadas o incluso siglos.
Por eso sorprende que, en un lugar que se encuentra tan profundamente adentrado en Italia como es posible, haya un restaurante que no solo está dirigido por una familia estadounidense, sino que además es un éxito sirviendo comida de ese país.
El restaurante The Fig abrió sus puertas a finales de 2023 de la mano de Shannon Sciarretta, de Florida, y su compañero Filipe da Silva, originario de Rio Vermelho (Brasil), en Santa Domenica Talao, un pueblo remoto situado en la ladera de una colina en el que apenas viven 1.000 personas.
En las mesas que dan a la plaza principal, la pareja vende clásicos estadounidenses, como rollitos de langosta con mayonesa al estilo de Cape Cod, sándwiches Reuben, alitas de pollo, tacos y burritos. En el menú también hay aderezos como jarabe de maple y salsa barbacoa, hasta ahora desconocidos para los lugareños.
La improbable aventura gastronómica se gestó cuando la pareja, que antes vivía en Cape Cod y trabajaba en la restauración estadounidense, buscaba un nuevo comienzo, un lugar más asequible para vivir y una mejor calidad de vida en la que criar a su hija.
“Mi marido y yo queríamos criar a nuestra hija Erminia, de 3 años, en una pequeña ciudad (italiana), rodeados de la historia y el estilo de vida saludable y pausado que ofrece”, explica Sciarretta a CNN.
“No nos mudamos aquí para recluirnos, sino para integrarnos de verdad. Los lugareños nos han apoyado a incorporar una nueva cocina que nunca antes habían probado”.
Probando cosas nuevas
Sciarretta, que tiene doble nacionalidad italiana y estadounidense, quería reencontrarse con sus raíces italianas antes de que la pareja decidiera mudarse.
Su abuelo era originario de Minturno, un pueblo pesquero al norte de Nápoles, y ella se había enamorado de la dolce vita tras ir a la universidad en Roma años atrás. Pasados los años de la pandemia de covid, tanto ella como da Silva decidieron que había llegado el momento de mudarse y eligieron Calabria.
“Nos enamoramos de Calabria y especialmente de Santa Domenica Talao”, dice Sciarretta. “Es un pueblo precioso en lo alto de una colina, con vistas panorámicas de las montañas, pero es realmente la comunidad, no contaminada por el comercialismo y el turismo que se ve en otras ciudades, lo que es superacogedor”.
“Aquí todo el mundo cuida de los demás. Si a una persona no le va bien, todo el pueblo se une para ayudarse mutuamente”, añade.
Desde que abrieron The Fig, las creaciones de la pareja han causado sensación en la adormecida Costa dei Cedri de Calabria, atrayendo también a alcaldes y personalidades que eligen el restaurante para almuerzos de gala.
El nuevo local es todo un éxito.
Venden variaciones estadounidenses de clásicos italianos, pero son los platillos desconocidos los que están conquistando a los comensales locales. Entre ellos, platos del sur de EE.UU. como bisquets con salsa para desayunar, sándwiches de pulled pork, además de un montón de especialidades tex-mex como burritos de desayuno.
Sciarretta dice que ha sido entretenido introducir a los italianos, que suelen empezar el día con un pan dulce junto al café matutino, a los platillos salados para el desayuno, como la salchicha.
Su pollo al whisky con melocotón sobre puré de papas también ha sido un éxito, entre otros.
“Tuvimos en el menú un sándwich de pulled-pork con ensalada de col y aros de cebolla fritos con salsa barbacoa casera”, dice Sciarretta. “Los italianos nunca habían probado nada igual y siguen hablando de ello y preguntando cuándo va a volver”.
Martes (y lunes) de tacos
Pero la mayor atracción es el completo menú de tacos de los lunes y martes por la noche, que se llena constantemente. Parece que a los locales les encantan estas veladas “exóticas”.
“Nuestras noches de tacos son superdivertidas, tenemos un público estupendo de italianos y estadounidenses… ha sido divertido explicarles (a los italianos) qué es un taco callejero y cómo se come con las manos, no con tenedor y cuchillo”, dice da Silva.
Sciarretta y da Silva celebraron el año pasado el Día de Acción de Gracias y organizaron un fin de semana irlandés-estadounidense por San Patricio, sirviendo Guinness importada y “fish and chips” a comensales entre los que había expatriados estadounidenses con raíces irlandesas.
Los lugareños también van a The Fig para disfrutar de desayunos “inusuales”, con café americano (además de espresso italiano), mimosas, capuchino con leche de avena, galletas de jengibre y melaza y bagels de masa madre.
“Una de las primeras cosas que importamos de Estados Unidos fue jarabe de maple de calidad para nuestro menú de desayuno, que es sencillo, así que a menudo hacemos especiales como panqueques de limón y semillas de amapola, tostadas francesas de panettone, bagels de salmón ahumado”, dice Sciarretta.
Y no falta el alcohol. La pareja utiliza licores importados, como el vodka Tito’s de Austin y el bourbon de centeno Bulleit de Kentucky.
Sciarretta, antigua barman, siempre ha sentido pasión por la coctelería. Entre sus cócteles “híbridos” destacan The Calabrese (tequila con infusión de chile calabrés) y Black Manhattan, con bourbon Bulleit de Kentucky, Amaro italiano, amargo y cerezas negras amarenas de la zona.
En las noches de tacos hay una lista de margaritas y mezcales especiales, además de cócteles brasileños con cachaça.
De postre, también hay “espresso martinis” y cafés irlandeses con Baileys.
La pareja dice que decidieron cocinar comida estadounidense en el sur profundo de Italia porque querían sacudir las tendencias culinarias locales.
Cuando fue a la universidad en Roma en 2009, Sciarretta se dio cuenta de que lo único que faltaba para que fuera perfecto era la diversidad gastronómica.
“Me encanta la comida italiana, crecí en una familia italoestadounidense en la que comíamos salsa y braciola todas las semanas y pastas caseras, pero crecer en Estados Unidos es un crisol de cocinas, así que echaba mucho de menos la comida mexicana, filipina, tailandesa e india. De ahí nació la idea de volver a Italia para abrir un restaurante”, dice.
Construyendo un puente
Encontrar una casa asequible en Italia fue otra de las razones por las que abandonaron Estados Unidos. Cuando llegó el covid, decidieron dar el salto tras encontrarse con Calabria durante una búsqueda en Internet.
“El mercado de la vivienda en Estados Unidos está fuera de control, y eso influyó en nuestro traslado”, añade Sciarretta.
Ahora viven en una casa rural de cuatro habitaciones, con olivos y viñedos, que les costó menos de la mitad del millón de dólares que costaría algo similar en Florida o Cape Cod. Allí cultivan sus propios productos, como jalapeños y cilantro.
Cuando se embarcaron en su nueva aventura, la idea de introducir una cocina extranjera en la arraigada cultura gastronómica de Calabria “daba miedo”, dice Sciarretta. “No sabíamos si nos aceptarían, pero cocinamos los alimentos que nos gustan e introducimos un nuevo giro en sus productos locales”.
Como la comida, en su opinión, es otra forma de estrechar lazos entre culturas, dicen sentirse orgullosos de ver a los lugareños “abrazando algo nuevo y extraño para ellos”.
Y lo que es más importante, dicen, abrir The Fig les ha proporcionado más tiempo de calidad en familia.
“Nuestras vidas antes de Italia eran muy ajetreadas, los dos hemos trabajado siempre sin parar, en varios trabajos diferentes al mismo tiempo y teníamos poco tiempo para otra cosa. Ahora somos literalmente una unidad familiar”, dice da Silva.
Cuando el restaurante está abierto, da Silva trabaja en la cocina, Shannon atiende a los clientes en la entrada y su hija va de un lado a otro, poniendo las mesas y ayudando en lo que puede.
“Hay lugareños que vienen con niños de su edad y ella se sienta, come y juega con ellos. Parece más un lugar de reunión de la comunidad que un negocio”, añade da Silva.