(CNN) – Desde hace un cuarto de siglo, un remoto rincón del suroeste de Nueva Zelandia es un santuario libre de depredadores para especies amenazadas, como por ejemplo el único loro no volador del mundo y un lagarto que no se encuentra en ningún otro lugar del planeta.
La isla Chalky, un escarpado pero exuberante afloramiento de 3 km cuadrados situado en Fiordland, en el Pacífico neozelandés, es el hogar del endémico eslizón Te Kākahu, del emblemático kiwi moteado y del kākāpō, el único loro que no puede volar y del que se cree que quedan menos de 250 ejemplares en libertad.
Así que en agosto de 2022, cuando los trabajadores de conservación de la isla identificaron un único armiño macho, un mamífero parecido a una comadreja originario de Eurasia y Norteamérica que se alimenta de diversos animales y aves, supieron que tenían que actuar para salvar su delicado ecosistema, aunque costara una pequeña fortuna.
El Departamento de Conservación del país (DOC) puso en marcha una gran operación de bioseguridad en la que participaron expertos en trampas, perros, cámaras de rastreo, helicópteros y barcos, y que duró ocho meses, hasta que finalmente se atrapó y mató al mustélido en lo que un funcionario calificó de gran victoria.
“Se trata de una gran victoria, pero no podemos levantar el pie del acelerador”, declaró Rebecca Teele, controladora de incidentes del Departamento de Medio Ambiente, en un comunicado de prensa en el que celebraba la captura del armiño el pasado mes de abril. “Este es uno de los lugares más prioritarios para la biodiversidad de Fiordland y es crucial que hagamos todo lo posible para proteger a las especies vulnerables que viven allí”.
El mes pasado, una revisión anual publicada por el comité selecto de medio ambiente del Parlamento neozelandés reveló el precio de la misión para capturar ese armiño: casi medio millón de dólares neozelandeses (unos 300.000 dólares).
La cifra levantó ampollas en las redes sociales: “Estoy a favor de proteger a los animales en peligro, pero maldita sea”, dijo un usuario.
Por su parte, el grupo de presión de derechas Unión de Contribuyentes de Nueva Zelandia se preguntaba: “¿Qué utilizaron para matarlo, misiles?”.
Pero los funcionarios defendieron el costo.
“La inacción habría sido más costosa, con un impacto potencialmente devastador para nuestra población de kākāpō”, dijo Aaron Fleming, director de operaciones del DOC para el sur de la Isla Sur.
“Nos habríamos visto obligados a sacar a los kākāpō de la isla con un coste enorme. Y no tenemos otro lugar donde ponerlos”. El coste de oportunidad de no capturar el armiño habría sido de millones”.
Depredador invasor
Junto con sus congéneres mustélidos, las comadrejas y los hurones, los armiños se introdujeron en Nueva Zelandia a finales del siglo XIX para controlar a los conejos que destruían los pastos de las ovejas, pero han tenido un impacto devastador en la avifauna única del país, según el DOC, implicado en la extinción de varias subespecies.
Los depredadores introducidos matan anualmente unos 25 millones de aves autóctonas en Nueva Zelandia, con unas 4.000 especies autóctonas amenazadas o en peligro de extinción, según el DOC.
En un esfuerzo por protegerlas, Nueva Zelandia ha gastado más de 300 millones de dólares desde 2016 persiguiendo su objetivo de un país libre de depredadores para 2050, informó el mes pasado RNZ, afiliada de CNN.
Bajo el programa, el gobierno planea erradicar ratas, zarigüeyas (un marsupial nativo de Australia), comadrejas, hurones y al molesto armiño.
“(El armiño) es un asesino pequeño, enérgico y muy eficaz de aves y lagartos autóctonos de los matorrales”, afirma Carolyn M. King, profesora emérita de la Universidad de Waikato, que ha escrito sobre los armiños y la amenaza que suponen para los santuarios costeros.
“Son lo bastante pequeños para entrar en las madrigueras de conejos y ratas, o incluso en los nidos cúpula de aves pequeñas, y lo bastante sinuosos para dar vueltas en su interior”.
También son buenos nadadores.
Según King, un estudio sobre un pequeño grupo de armiños reveló que casi la mitad de ellos nadaban sin parar “durante más de una hora”, lo que implica un “riesgo permanente de visitas periódicas o invasiones de armiños” a islas situadas en un radio de 3 a 5 kilómetros de la costa continental.
Eso incluye la isla Chalky.
“Es posible que llegara nadando a la isla o que hiciera autostop en la madera a la deriva”, dice Fleming, del DOC, refiriéndose al ahora infame intruso.
La isla Chalky y las vecinas islas Passage están libres de depredadores desde 1999, tras la primera campaña de erradicación de armiños, según el DOC.
Y para Fleming, la reciente incursión del armiño no hace sino subrayar la importancia del plan Predator Free 2050.
“Si erradicamos por completo los armiños de Aotearoa (Nueva Zelandia), eliminaremos los costes de las incursiones y nuestra fauna salvaje podrá prosperar a nuestro lado”, afirmó.