Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es Licenciado en Periodismo desde 1973 y ha mantenido una carrera continuada en su profesión hasta la fecha. Ostenta posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Sociales, así como estudios superiores posuniversitarios en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia Latinoamericana. Es de nacionalidad cubana y ha recorrido casi todos los niveles y labores de su profesión, desde reportero hasta corresponsal extranjero en prensa plana y radial, así como productor ejecutivo en medios televisivos. Como columnista, Davila Miguel ha sido premiado por la Asociación de Periodistas Hispanoamericanos y la Sociedad Interamericana de Prensa. Actualmente Dávila Miguel es columnista del Nuevo Herald, en la cadena McClatchy y analista político y columnista en CNN en Español.
(CNN Español) – El Departamento del Tesoro de Estados Unidos acaba de autorizar a las empresas privadas cubanas (PyMes) a que abran cuentas bancarias en Estados Unidos. La noticia ha causado esperanza y lamentos entre cubanos que viven fuera y dentro de la isla. ¿Puede alimentar esperanza para algunos y lamentos para otros? Sí… Pero no significa un cambio real en la política de EE.UU. hacia Cuba.
Algo parecido sucedió cuando la “primavera de Obama” en marzo de 2016. El Gobierno estadounidense dio su beneplácito para esto y mucho más, pero se mantuvo el embargo contra Cuba, que depende del Congreso en Washington, y con ello, la advertencia para los bancos estadounidenses que establecieran dichas cuentas.
Hoy es peor. No solo se mantiene el embargo, sino que la reinclusión de la isla en la lista de países patrocinadores del terrorismo, propiciada por Donald Trump en 2021 y mantenida por Joe Biden, los pone bajo mayor peligro.
John Kavulich comentó al Miami Herald el riesgo que entraña para los bancos: “Al permitirles, posiblemente, tener transacciones bancarias menos complejas fuera de Estados Unidos, así como autorizarlos a tener cuentas bancarias en el país, aún permanece una omisión evidente: la prohibición de las transacciones bancarias directas [entre Estados Unidos y Cuba].
Mientras la financiación, la inversión y los pagos tengan que canalizarse a través de terceros países, la administración Biden-Harris limitará precisamente la actividad que dice apoyar”. Y no solo es peligroso para los bancos estadounidenses, sino para los propios empresarios cubanos, cuyo depósito en dichos bancos correría peligro con un nuevo timonazo del habitante de la Casa Blanca, léase Donald Trump o Joe Biden.
Sin embargo, puede ser un paso positivo. Porque la administración Biden reconoce la crucial y evidente presencia de un sector privado en Cuba, realidad que la mayoría de los republicanos se obstinan en desconocer. Se hacen eco de una fantasía: que todas esas empresas son manejadas por el gobierno cubano. La realidad es otra: claro que hay hijos de dirigentes y parientes que operan Pymes en Cuba y hay Pymes estatales en la isla. Pero solo serían legítimas para los republicanos si el propio Gobierno cubano hubiera decidido que esos cubanos “castristas” no participaran en ellas. De risa. Fascinante la aproximación republicana a la Realpolitik.
“En el sector privado cubano trabajan 1,6 millones de ciudadanos, lo que representa ya el 35% de la fuerza laboral del país, que aporta el 15% del Producto Interno Bruto”, me dijo Oniel Díaz, gerente general de Auge, empresa de servicios corporativos con sede en La Habana. “Ya hay más de 10.000 Pymes en Cuba”, agregó.
Muchas de esas 10.000 empresas privadas andarán pobres y descapitalizadas para progresar. Otras marcharán exitosas mediante precios muy altos que solo logran satisfacer las necesidades de un sector de esa población. Sin embargo 1,6 millones de cubanos sacan el sustento familiar no de la empresa estatal sino del sector privado. Me atrevo a parafrasear Galileo Galilei ante estos actuales inquisidores de la realidad cubana: “Eppur si muove”: y sin embargo funcionan.
Una oportunidad
El fracaso de la “primavera de Obama” resultó ser solo un breve lapso en las relaciones comerciales y diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. He releído todos los cambios que significaban sus medidas ejecutivas. Fueron extensos e importantes. ¿Y por qué fue solo un lapso? La respuesta más común, aunque incompleta, es que Donald Trump terminó con las amigables medidas de Obama porque apoyó al voto cubano, anticomunista, que lo ayudó militantemente en su campaña. Y era natural. Fue culpa de Trump, aunque Biden tampoco ha hecho nada para revivir la política de su vicepresidencia a pesar de haberlo prometido en su campaña.
Han pasado nueve años desde aquel fracaso y la realidad de Cuba ha empeorado económica y políticamente. Debe haber otra razón. Sin inclinar la balanza demasiado, pienso que el Gobierno cubano tuvo responsabilidad en el fracaso. Aunque Raúl Castro le levantara la mano a Obama tras su discurso en el Gran Teatro Alicia Alonso hubo una reacción negativa dentro del poder cubano. No continuaron las reformas propuestas por él desde 2011, empezó lo de que “el imperialismo se nos quiere colar por la cocina”, tal vez les molestó a muchos la precisa mención de elogio que Obama hizo sobre los cubanos de Miami. ¡Que insolencia mencionar a esos anticubanos terroristas! Así demostraron otra fantástica aproximación criolla a la Realpolitik.
Las palabras de Fidel Castro en su reflexión “El hermano Obama”, publicada en Granma en marzo de 2016, con su enorme influencia sobre el pensamiento político de la isla, terminaron de sellar la posición del Gobierno cubano. En enero de 2015, pocos días después de las primeras negociaciones entre los dos países en La Habana, Fidel también había expresado que no confiaba en la política de EE.UU. en una carta dirigida a la Federación Estudiantil Universitaria de Cuba. Y la historia muestra que muy posiblemente tenía razón. Pero la incógnita permanece: ¿cómo salir de la gravísima crisis actual que enfrenta la nación cubana sin negociar con Estados Unidos?