(CNN) – Como muchas víctimas de abuso sexual, a Santiago le tomó años reconocer que fue violado cuando era adolescente.
“Entras en una especie de confusión mental, hay algo que no está bien, pero no estaba claro”, dijo a CNN Santiago, quien es identificado solo con un seudónimo para proteger su privacidad, en una entrevista exclusiva.
Cuatro décadas después, Santiago todavía espera una medida de justicia para abordar sus reclamos contra Sodalicio de Vida Cristiana (SCV), una sociedad católica romana secreta fundada en Perú que ha estado sumida en un escándalo desde que su fundador laico, Luis Fernando Figari, y otros de sus miembros de alto rango fueron acusados de abuso sexual, físico y psicológico contra numerosos reclutas adultos y menores.
Santiago dice que Figari abusó sexualmente de él al menos tres veces en la década de 1970, cuando cumplió 17 años. Recuerda que Figari lo llevó a una habitación y lo violó, diciendo que era “la única manera de ver correctamente su aura”.
No recuerda claramente otros incidentes. “Es difícil saber exactamente el número porque la cabeza comienza a bloquear cosas, lo he intentado, pero hay unos puntos bloqueados”, dijo.
CNN se ha puesto en contacto con el equipo legal de Figari así como con el SCV para solicitar sus comentarios. Figari ha negado todas las acusaciones en su contra,
Santiago se encuentra entre las decenas de víctimas reportadas que han estado esperando ansiosamente que el Vaticano revele sus conclusiones sobre las acusaciones contra el SCV, después de una investigación de meses.
El SCV ya admitió que se produjeron abusos sexuales, físicos y psicológicos. En 2017, separó a Figari del grupo y publicó un informe de dos partes elaborado por expertos internacionales que encontró que más de una docena de hombres y tres mujeres alegaron haber sido abusados sexualmente por miembros del SCV cuando eran adultos jóvenes.
En el prefacio del informe, el SCV pidió “perdón a cada persona que haya sido herida por un miembro o exmiembro del Sodalicio” y dijo que la organización estaba “comprometida con un proceso de auto-examen y cambio”.
Ahora, el caso ha pasado a manos de las autoridades eclesiásticas de la Ciudad del Vaticano, de quienes las víctimas esperan que puedan tomar medidas serias, incluida la disolución de toda la organización.
Como parte de la investigación en curso, el Vaticano envió cartas a varios miembros del SCV en febrero dándoles 45 días para responder a las acusaciones de abuso, según una fuente familiarizada con la investigación. Los principales investigadores de abusos del Vaticano, el arzobispo Charles Scicluna y monseñor Jordi Bertomeu, realizaron una visita sorpresa a Lima, en julio de 2023, y entrevistaron a víctimas, entre ellas Santiago y a representantes del SCV, entre otros.
El SCV le dijo a CNN por correo electrónico que la organización recibió “orientaciones específicas (de la misión) para abrir procesos de investigación a algunos miembros del Sodalicio, ninguno de los cuales participa del Gobierno General del Sodalicio en la actualidad” en marzo de este año pero la información es confidencial.
Por ahora, no está claro cuándo se entregarán los resultados de la investigación ni de qué forma, pero en agosto del año pasado, el papa Francisco confirmó a los periodistas: “Estamos trabajando en esto. Estamos tratando de sacar a la luz esta situación”.
Décadas de “impunidad”
El SCV fue fundado en 1971 en Perú y tiene capítulos en toda América Latina. En Perú, la organización laica, bajo el mando de Figari, reclutó principalmente a jóvenes blancos de escuelas católicas de élite y de familias de clases media y alta con vínculos políticos o comerciales, dijo a CNN el periodista y víctima del SCV, Pedro Salinas. Muchos de ellos procedían de familias con padres divorciados o solteros, según exmiembros.
En 2015 un explosivo libro escrito por el propio Salinas y la periodista Paola Ugaz reveló 30 testimonios anónimos de víctimas del SCV, incluida la de Santiago, lo que conmocionó a la sociedad conservadora peruana, pero solo resultó en reformas de liderazgo fallidas y un caso judicial en curso contra el grupo que en gran medida no ha llegado a ninguna parte.
En el libro, titulado “Mitad monjes, mitad soldados”, los exmiembros del SCV detallaron que una vez que los reclutas alcanzaron la edad legal, 18 años, se les ncentivaba a salir de casa y cortar los lazos con familiares y amigos.
A los adolescentes reclutados les lavaban el cerebro “para convertirlos en suerte de zombies, de robot, de fanático, donde hay un sincretismo que mezcla la religión católica con ideas fascistas –del fascismo español”, según Salinas, quien dice que él mismo fue abusado física y psicológicamente en el Sodalicio cuando era un adolescente.
Figari, el exlíder del SCV, era visto como una figura carismática, pero miembros anteriores y actuales también lo describían como “vulgar, vengativo, manipulador, racista, sexista, elitista y obsesionado temas sexuales y con la orientación sexual de los miembros del SCV”, según el informe del SCV de 2017.
Añadió que Figari cometió “actos múltiples de sodomía de un menor y de un adulto joven”, filmó a jóvenes reclutas “en ropa interior o trajes de baño” y los ordenó realizar actos sexuales entre ellos y con él mismo, todo bajo la justificación de que era parte de su formación espiritual.
Figari negó públicamente todas las acusaciones por primera vez en 2016. “me declaro inocente, totalmente inocente. Vengo a que se sepa la verdad porque no se me ha permitido, por las autoridades, hablar”, dijo Figari a los periodistas en Roma.
CNN ha solicitado una entrevista con el abogado de Figari, pero no ha recibido respuesta. Se cree que todavía reside en Italia.
Entrenamiento militar y abuso sexual
Cuando Santiago se unió al grupo por primera vez como un estudiante curioso, tenía muchas ganas de aprender no solo sobre religión, sino también sobre misticismo y el poder de la mente, le dijo a CNN.
Cuando él tenía 15 años, Figari le dijo que tenía grandes poderes mentales y se ofreció a entrenarlo en técnicas ancestrales, dijo Santiago. Parte de este entrenamiento involucró a Santiago solo usando ropa interior y sentado en la pierna de Figari, relató. En otra ocasión, Figari hizo que Santiago y otro menor se sentaran en posición de loto y les pidió que se tocaran, incluidos los genitales, dijo Santiago.
Años más tarde, Santiago denunció por primera vez su abuso a los miembros del SCV y presentó una denuncia contra Figari ante el Tribunal Arquidiocesano de Lima, en 2011. Sin embargo, no obtuvo respuesta ni seguimiento oficial, según dijo.
Según el informe del SCV de 2017, Figari también impuso entrenamiento militar, extraído de las películas que vio, a los jóvenes reclutas. Los forzó a nadar “en aguas frías del océano durante varias horas seguidas” durante altas horas de la noche o muy temprano en la mañana, correr largas distancias en condiciones climáticas adversas y dormir en el suelo o en las escaleras.
Oscar Osterling, también víctima con ahora 51 años, le dijo a CNN que cuando tenía 18 años, él y otros tres reclutas fueron obligados a formar una fila desnudos y fueron filmados.
Osterling se unió al equipo del SCV como líder de comunidad diez años después, y lamenta haber podido participar en el abuso psicológico de otros jóvenes reclutas. “Después de hacer mi denuncia pensé: “¿A cuántas personas también he afectado?”, dijo, añadiendo que desde entonces ha “llamado a muchas personas para pedirles perdón”.
El SCV declinó las solicitudes de entrevista para este artículo, diciendo que están cooperando plenamente con la investigación del Vaticano y destacó una audiencia privada entre su superior general, José David Correa, y el papa Francisco, el 1 de diciembre, cuando compartieron “información actualizada sobre la organización”.
La búsqueda de la justicia
Los pasos hacia la rendición de cuentas adoptados por el SCV hasta ahora no son suficientes, según Salinas y otras víctimas. Ellos quieren que los perpetradores sean castigados formalmente y hasta que la organización sea disuelta.
El sistema jurídico peruano hasta el momento no ha dado lugar a resolución final. La Fiscalía de Perú desestimó un caso penal en Perú contra Figari y otros miembros del SCV en 2017, cuando los fiscales dijeron que ninguna de las presuntas víctimas de abuso sexual se había presentado y que los presuntos delitos prescribían. Un caso separado con denuncias de secuestro, lesiones psicológicas graves y asociación ilícita para delinquir aún está tramitándose en proceso en el sistema de justicia.
Después de tantos años, este caso legal se trata de justicia para las víctimas y no por una motivación económica y eso también significa que no exista impunidad para quienes han incurrido en estos delitos, que sean sancionados”, dijo a CNN José Ugaz, ex procurador ad hoc que representa a siete de las víctimas.
Sus clientes exigen “que se pare la actividad de esta organización para que no se siga causando daño a nuevos niños, adolescentes o jóvenes en el Perú y en otros varios países donde se ha expandido”, dijo. “El Sodalicio sigue vigente, sigue actuando”.
Salinas, quien le ha escrito al papa Francisco sobre el caso, pone sus esperanzas de justicia en la investigación del Vaticano.
El Vaticano tiene el poder de disolver el SCV, una medida que ya ha solicitado el cardenal peruano Pedro Barreto. El papa Francisco también podría ordenar reformas radicales del grupo, incluida la expulsión de miembros y medidas especiales que deben seguirse.
El papa cambió recientemente el Código de Derecho Canónico de la Iglesia, en 2021, para responsabilizar por los abusos a los laicos que ocupan un cargo en la Iglesia, lo que podría aplicarse al exlíder del SCV, Luis Fernando Figari, que no es clérigo. Las sanciones de la Iglesia para él podrían incluir multas, remoción de todas las oficinas y expulsión del SCV.
Para las víctimas se trata de ser escuchadas y reivindicadas después de tantos años.
“Me sentí privilegiado, me sentí escuchado…y qué cosa tan importante es sentirse escuchado [con] esa llamada telefónica”, dijo Santiago a CNN sobre cuando se enteró por primera vez de que los enviados del papa querían reunirse con él.
El corresponsal de CNN en el Vaticano, Chris Lamb, contribuyó con este informe.