(CNN) – Su aliento apestaba a alcohol. Estaba mareada, desorientada y débil, hasta el punto de que un día se desmayó y se golpeó la cabeza contra la encimera de la cocina mientras preparaba la comida para sus hijos pequeños.
Sin embargo, por sus labios no había pasado ni una gota de alcohol, un hecho que la mujer de 50 años de Toronto y su marido contaron a los médicos durante dos años antes de que alguien realmente le creyera.
“Visitó a su médico de cabecera una y otra vez y acudió a urgencias siete veces a lo largo de dos años”, explica la doctora Rahel Zewude, especialista en Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Toronto.
Los médicos descubrieron que los niveles de alcoholemia de la mujer podían oscilar entre 30 milimoles por litro y 62 milimoles por litro; por debajo de 2 milimoles por litro es normal, dijo Zewude.
Los niveles de alcohol de hasta 62 milimoles por litro son extraordinariamente altos y se considerarían potencialmente peligrosos, incluso mortales, dijo Barbara Cordell, presidenta de una asociación de apoyo llamada Auto-Brewery Syndrome Information and Research, que proporciona educación a los pacientes y realiza investigaciones sobre la inusual condición.
Aunque nadie que ella conozca ha tenido niveles de alcohol que alcancen ese nivel, muchas personas pueden funcionar con niveles de alcohol en sangre de hasta 30 milimoles por litro o 40 milimoles por litro, dijo Cordell en un correo electrónico.
“Conozco a más de 300 personas diagnosticadas con el síndrome de la fermentación intestinal (ABS, por sus siglas en inglés) y tenemos más de 800 pacientes y cuidadores en nuestro grupo privado de apoyo en Facebook”, dijo Cordell, que no estuvo involucrada en el nuevo caso.
“Parte del misterio de este síndrome es cómo estas personas pueden tener estos niveles extremadamente altos y seguir caminando y hablando”.
Todos los médicos de urgencias cuestionaron los hábitos de consumo de alcohol de la mujer de Toronto, que fue examinada por tres psiquiatras distintos del hospital, quienes concluyeron que no cumplía los criterios para el diagnóstico de un trastorno por consumo de alcohol.
“Dijo a los médicos que su religión no le permitía beber, y su marido comprobó que no bebía”, explica Zewude, que trató a la mujer y es coautor de un informe sobre el caso anónimo publicado el lunes en la revista académica Canadian Medical Association Journal.
“Pero no fue hasta la séptima visita cuando un médico de urgencias dijo por fin: ‘Creo que esto suena a síndrome de la fermentación intestinal’, y la refirió a un especialista”, explicó Zewude.
El Dr. Fahad Malik, gastroenterólogo de United Heath Services en Binghamton, Nueva York, que actualmente tiene 30 pacientes con el trastorno, dijo en un correo electrónico que ser tratado con incredulidad y burla es común para los pacientes. No participó en el nuevo estudio.
“Antes del diagnóstico, la mayoría de los pacientes eran considerados ‘bebedores de clóset’ o con trastornos de conducta”, afirma Malik, que también es instructor clínico adjunto en la Universidad Médica Upstate de la Universidad Estatal de Nueva York.
Extremadamente raro y a menudo no reconocido
El síndrome de fermentación intestinal es una afección extremadamente rara en la que las bacterias y los hongos del tracto gastrointestinal convierten en etanol los carbohidratos de los alimentos cotidianos. El primer caso documentado se produjo en 1946 en África, cuando el estómago de un niño de 5 años se rompió sin motivo conocido. La autopsia reveló que su abdomen estaba lleno de un líquido “espumoso” con olor a alcohol.
Según una revisión médica de abril de 2021, desde 1974 se han notificado 20 casos diagnosticados de síndrome de la fermentación intestinal en la literatura médica inglesa. Otros informes de síntomas de este síndrome se han producido en Japón, donde la condición se conoce como meitei-sho, o “síndrome de autointoxicación por alcohol”.
El síndrome de la fermentación intestinal se produce cuando determinadas especies de bacterias y hongos superpoblan el microbioma intestinal de una persona, convirtiendo básicamente el tracto gastrointestinal en un aparato de destilación.
Los científicos creen que el proceso tiene lugar en el intestino delgado y es muy diferente de la fermentación intestinal normal en el intestino grueso que da energía a nuestro cuerpo.
Aunque pueden contribuir varios patógenos, la mayoría de los casos se deben a un crecimiento excesivo de dos especies de hongos: Saccharomyces y Candida. La cándida vive en el cuerpo y en la boca, el tracto digestivo y la vagina, y a menudo toma el control cuando las bacterias más beneficiosas son eliminadas por una o dos rondas de antibióticos.
Un informe de julio de 2013 documentó el caso de un hombre de 61 años que tuvo episodios frecuentes de embriaguez inexplicable durante años antes de ser diagnosticado con una sobreabundancia intestinal de Saccharomyces cerevisiae, la misma levadura utilizada para hacer cerveza.
Muchas personas con este síndrome pueden funcionar con una enorme cantidad de alcohol generado metabólicamente en su organismo, y a veces solo se dan cuenta de ello cuando tienen problemas con la ley.
Un hombre de Carolina del Norte de unos 40 años fue detenido por conducir ebrio. Negó haber bebido a pesar de tener un índice de alcoholemia del 0,2%, el equivalente a consumir 10 copas por hora y unas 2,5 veces el límite legal.
“No es tan raro como pensamos, es (sólo) raramente diagnosticado”, dijo Cordell. “Creo que muchas personas pueden andar por ahí sintiéndose aturdidas y pensar simplemente que están cansadas cuando podrían estar fermentando alcohol”.
Una “tormenta metabólica”
Existen factores de riesgo del síndrome de la fermentación intestinal. La diabetes y las enfermedades hepáticas pueden influir, al igual que enfermedades gastrointestinales como la enfermedad inflamatoria intestinal y el síndrome del intestino corto, en el que el intestino delgado está dañado o acortado, explica Zewude. Incluso puede haber una predisposición genética relacionada con la forma en que una persona metaboliza el alcohol.
“Pero todos estos factores tienen que coincidir en el momento perfecto”, afirma. “Se necesitan múltiples factores de riesgo que interactúen y creen una tormenta metabólica para que surja este síndrome en un individuo”.
En el caso de la paciente de Zewude, esa tormenta metabólica empezó a alrededor de los 40, cuando empezó a tener infecciones urinarias simultáneas, cada una de ellas tratada con una ronda de antibióticos. Las bacterias benéficas de su tracto intestinal empezaron a desaparecer, lo que permitió que los hongos, al acecho, tomaran el control.
Tanta levadura necesita combustible, que obtiene de los carbohidratos de la dieta. A los 48 años, su organismo transformaba casi todos los carbohidratos en alcohol.
“Si no comía muchos carbohidratos, los síntomas no eran tan graves”, explica Zewude. “Pero si comía un trozo de pastel u otra comida rica en carbohidratos, el nivel de alcohol aumentaba rápidamente. Esos eran los momentos en los que podía estar preparando la comida para sus hijos y quedarse dormida”.
Según Zewude, el tratamiento del síndrome de autoinflamación comienza con un ciclo de fungicidas prescritos después de que una biopsia o colonoscopia identifique los patógenos específicos que colonizaron el intestino. Empezar con un fungicida de amplio espectro puede ser contraproducente.
“La resistencia a los antibióticos es una parte importante del síndrome, porque parte de la razón por la que la gente tiene esto es por el uso frecuente de antibióticos que perturba su intestino”, dijo. “Hay que empezar por poco, y luego, si el paciente se vuelve resistente a ese fungicida, probar con otros”.
Además de acabar con la levadura, los pacientes deben seguir una dieta extremadamente restringida y baja en carbohidratos. “Lo mejor sería no tomar carbohidratos, pero es casi imposible”, afirma Zewude. También pueden ayudar los probióticos para recuperar las bacterias benéficas.
En la actualidad, la mujer ya no toma medicamentos antimicóticos, pero sigue con una dieta muy baja en carbohidratos tras sufrir una recaída. Como la experiencia de cada persona es diferente, es importante que los pacientes se mantengan en contacto continuo con sus médicos para controlar su enfermedad, explica Zewude.
“En este caso, la mujer tiene un marido muy comprensivo, que me llamó inmediatamente cuando empezó a oler el alcohol en su aliento de nuevo”, dijo Zewude. “Para cualquiera que se enfrente a este síndrome, es importante que su cónyuge, amigo, compañero de piso o lo que sea, conozca los signos y síntomas y se ponga en contacto con los médicos o lleve a la persona al servicio de urgencias cuando esto ocurra”.