(CNN Español) – Una compañera de la escuela está haciendo snorkel en Bali. A tu exjefe lo promovieron en el trabajo (y encima le organizaron una fiesta). Ese chico con el que saliste tres veces fue a un restaurante nuevo con su nueva novia. Tú estás en el sillón, son las 02:00 a.m. y el scrolleo no tiene fin. La ansiedad, aparentemente, tampoco.
El FOMO —acrónimo en inglés de fear of missing out, es decir el miedo a perderse algo—, asociado a las omnipresentes redes sociales, es una vía a la ansiedad y la depresión, entre otros problemas de salud mental. ¿La buena noticia? Existen estrategias para combatirlo al alcance de la mano.
El ABC del FOMO
El FOMO puede definirse como “un miedo omnipresente a que los demás puedan tener experiencias más satisfactorias que las nuestras”, explica a CNN en Español Patrycja Uram, autora de un estudio sobre el vínculo entre este fenómeno y las redes sociales publicado en SageJournals.“Se asocia a un fuerte deseo de estar al día de lo que hacen los demás, especialmente los amigos”, dice.
El FOMO existía antes de que el uso de las redes sociales se popularizara, explica la autora, pero estas aplicaciones que nos permiten saber en tiempo real dónde están las personas y haciendo qué —aunque sus publicaciones puedan distar de lo que realmente están viviendo y sintiendo— pueden agudizar el problema. En palabras de la investigadora, el “FOMO puede considerarse un correlato esencial de la adicción a las redes sociales”.
Sin embargo, hay que entender, dice, que lo que motiva el FOMO son las relaciones sociales y que muchas veces las redes son, precisamente, la forma más fácil de crear las relaciones sociales por lo que en realidad están al final de la cadena. “Al principio de esta cadena se encuentran, por ejemplo, la falta de relaciones sociales satisfactorias en el mundo real, la soledad, la baja autoestima o una menor satisfacción con la vida. Los elementos indicados pueden convertirse, por ejemplo, en motivadores para tomar el teléfono, conectarse a las redes sociales y, a su vez, generar FOMO y otros comportamientos problemáticos”.
El FOMO vinculado a las redes sociales puede tener consecuencias físicas, sociales y psicológicas. Estudios han apuntado a una gran gama de potenciales problemas, dice la autora, que incluyen adicción al teléfono, desórdenes del sueño, abuso de alcohol, síntomas de ansiedad, estrés o depresión.
También se han establecido hipótesis sobre el vínculo entre FOMO y una menor capacidad de concentración, en la medida en que quienes padecen el miedo de perderse algo pueden estar continuamente pendientes de las notificaciones entrantes en los dispositivos que utilizan.
Estrategias para combatir el miedo
Investigaciones recientes están comenzando a enfocarse en qué factores nos pueden proteger contra el FOMO, explica la investigadora.
Algunos estudios apuntan al deporte. Para explicar por qué, la autora dice que consideremos esta actividad tanto desde el lado de los seguidores como de quien realiza la actividad.
“Un aficionado a los deportes puede establecer relaciones sociales con otros aficionados y participar y vivir emocionalmente juntos diversos acontecimientos deportivos. Esto repercutirá en la satisfacción de la necesidad de pertenencia, aceptación grupal o incluso popularidad. Desde el punto de vista de un deportista aficionado o profesional, una persona trabajará a menudo en grupo y también estará en contacto con diversas personas responsables de su desarrollo motor y mental. Además, gran parte de las actividades se llevarán a cabo off-line”, dice.
¿No eres muy fan del deporte? La autora también menciona leer libros y practicar mindfulness como actividades protectoras frente al FOMO y a la adicción a internet, que puede “conducir sin duda a una menor sensación de satisfacción vital”. “Leer libros al menos una vez al mes, tener una elevada satisfacción vital, realizar actividad física al menos dos veces por semana y utilizar internet para comunicarse son factores preventivos independientes de la adicción a internet”, explica al respecto.
El desarrollo de pasiones e intereses (incluidos los deportes) es un remedio, según la autora, aunque dice que hay que evaluar hasta dónde es suficiente y también el hecho de que para una persona puede ser más sencillo abrir una cuenta en una nueva red social que desarrollar una pasión que requiera un involucramiento activo.
Y está la educación, por supuesto: “Ahora se hace mucho hincapié en la prevención, por lo que la psicoeducación sobre el uso de ordenadores, smartphones y redes sociales es el remedio más básico, que debe aplicarse tanto a adultos como a niños y adolescentes”, dice al respecto Uram.
¿Y el JOMO?
Otro acrónimo ha ganado terreno en el último tiempo: el JOMO, o joy of missing out, es decir la alegría de perderse algo.
Al respecto, Uram explica que “renunciar a ciertas cosas y el arte de la atención plena (mindfulness) pueden ser muy beneficiosos” en un mundo en el que el acceso “prácticamente ilimitado” al conocimiento hace que a veces, simplemente, haya demasiado: “demasiada información, demasiados estímulos diferentes”.
“De ahí que hoy en día, en la literatura, podamos encontrar que se promueve la práctica de la atención plena entre los usuarios de las redes sociales, que se señala como un remedio potencial para el FOMO a la vez que desencadena la alegría de perderse (JOMO), que proporciona una mayor sensación de bienestar”.
FOMO, JOMO y la toma de decisiones
Héctor García Barnés, autor de “Futurofobia” y periodista de El Confidencial, analiza el FOMO y el JOMO en el marco del miedo o ansiedad frente al futuro y una responsabilidad ineludible: la de tomar decisiones.
El miedo al futuro se vincula a esa “ansiedad que genera tener que elegir y tomar decisiones vitales que tal vez no sean las mejores y que nos dan la sensación de que al elegir algo estamos perdiendo la posibilidad de elegir muchas otras cosas que podrían haber sido las adecuadas, ¿no?”, dice en diálogo con CNN en Español.
Cada decisión tomada nos obliga a renunciar a otras indefectiblemente, lo que nos puede llevar a una parálisis ante la sensación de que “estamos tomando decisiones incorrectas o que en un momento determinado podemos equivocarnos y que nuestra vida vaya por los derroteros que no esperábamos”.
Una cuota de escepticismo bien puede alimentar el JOMO
En nuestra búsqueda del JOMO también puede ser útil mirar con un lente algo escéptico las publicaciones de las redes sociales, apunta.
“Te metes en las stories que tienen tus amigos un viernes por la noche y tienes la sensación continua de que el resto se lo están pasando genial, ¿no? Y luego, con el paso del tiempo, nos hemos dado cuenta que no es exactamente así”, dice García. “Cuando nosotros somos los que subimos esas stories, a lo mejor no nos lo estamos pasando tan bien y simplemente las estamos subiendo porque estamos aburridos y lo que buscamos es una interacción en redes, ¿no?”, reflexiona, añadiendo que no es “exactamente una cuestión de exhibicionismo, sino de buscar una especie de conexión con los demás”.
“Entonces yo creo que al final, por eso, el JOMO es darse cuenta también que eso que pensabas que te estabas perdiendo no estaba tan guay ni era tan interesante” y que “en realidad uno tiene que tomar sus propias decisiones y no dejarse arrastrar por las decisiones de los demás”.