(CNN) – Los denisovanos sobrevivieron y prosperaron en la meseta tibetana a gran altitud durante más de 100.000 años, según un nuevo estudio que profundiza la comprensión científica de los enigmáticos humanos antiguos identificados por primera vez en 2010.
Los investigadores analizaron miles de fragmentos de huesos de animales desenterrados en la cueva kárstica de Baishiya, a 3.280 metros sobre el nivel del mar, cerca de la ciudad de Xiahe, en la provincia china de Gansu, uno de los tres únicos lugares donde se sabe que vivieron estos humanos extintos. Su trabajo reveló que los denisovanos podían cazar, descuartizar y procesar diversos animales grandes y pequeños, como rinocerontes lanudos, ovejas azules, yaks salvajes, marmotas y aves.
El equipo de arqueólogos que trabajaba en la cueva también descubrió un fragmento de costilla en una capa de sedimento que data de hace entre 48.000 y 32.000 años, lo que lo convierte en el más joven de los pocos fósiles denisovanos conocidos, un indicio de que la especie existía más recientemente de lo que los científicos pensaban.
Debido a la escasez de pruebas fósiles, los detalles sobre cómo vivían estos antepasados humanos arcaicos han sido escasos. Pero el nuevo estudio revela que los denisovanos que vivieron en la cueva kárstica de Baishiya eran increíblemente resistentes, sobrevivían en uno de los entornos más extremos de la Tierra durante periodos más cálidos y más fríos y aprovechaban al máximo los diversos recursos animales disponibles en el paisaje de pastizales.
“Sabemos que los denisovanos vivieron, ocuparon la cueva y esta meseta tibetana durante tanto tiempo, que realmente queremos saber, ¿cómo vivían allí? ¿Cómo se adaptaron al entorno?”, explica Dongju Zhang, arqueólogo y profesor de la Universidad de Lanzhou (China) y coautor del estudio publicado el miércoles en la revista Nature.
“Utilizaron todos estos animales que tenían a su disposición, lo que significa que su comportamiento es flexible”, añadió Zhang.
La costilla pertenecía a un denisovano que probablemente vivió en una época en la que los humanos modernos se dispersaban por el continente euroasiático, explicó Frido Welker, coautor del estudio y profesor asociado del Grupo de Paleoantropología Biomolecular del Instituto Globe de la Universidad de Copenhague. Dijo que futuras investigaciones en el yacimiento y en la región podrían arrojar luz sobre si los dos grupos interactuaron allí.
“Esto sitúa a este fósil y a la capa (de sedimentos) en un contexto en el que sabemos que en una región más amplia era probable que hubiera humanos, y eso es interesante”, afirmó.
Un rastro de pistas denisovanas
Los denisovanos fueron identificados por primera vez hace poco más de una década en un laboratorio utilizando secuencias de ADN extraídas de un diminuto fragmento de hueso de un dedo. Desde entonces, se han encontrado menos de una docena de fósiles denisovanos en todo el mundo.
La mayoría de ellos se hallaron en la cueva de Denisova, en los montes Altai de Siberia, de donde procede el nombre del grupo. Posteriormente, los análisis genéticos revelaron que los denisovanos, al igual que los neandertales, se habían cruzado con los humanos modernos. Los restos de ADN denisovano hallados en personas actuales sugieren que esta antigua especie probablemente vivió en gran parte de Asia.
Sin embargo, no fue hasta 2019 cuando los investigadores identificaron el primer fósil denisovano fuera de la cueva homónima.
Una mandíbula con dientes encontrada por un monje en la cueva kárstica de Baishiya, un lugar sagrado para los budistas tibetanos, databa de hace al menos 160.000 años y contenía una firma molecular denisovana. El descubrimiento de ADN en los sedimentos del yacimiento, publicado un año después, aportó más pruebas de que los denisovanos habían habitado la zona.
En 2022, los científicos identificaron como denisovano un diente desenterrado en una cueva de Laos, una pista que situaba por primera vez a la especie en el sudeste asiático. Al igual que con la mandíbula, no se pudo extraer ADN del diente, por lo que los investigadores estudiaron en su lugar los restos microscópicos de proteínas, que se conservan mejor que el ADN, aunque son menos informativos.
El estudio publicado este miércoles examinó más de 2.500 trozos de hueso animal recuperados durante las excavaciones en la cueva de Baishiya en 2018 y 2019.
La mayoría de los fragmentos eran demasiado pequeños para ser identificados a simple vista, por lo que los investigadores recurrieron a una técnica relativamente nueva conocida como zooarqueología por espectrometría de masas (ZooMS), que permite a los científicos extraer información valiosa de especímenes que podrían haber sido pasados por alto en el pasado.
Basándose en pequeñas diferencias en la secuencia de aminoácidos del colágeno conservado en el interior del hueso, ZooMS ayudó a los investigadores a determinar a qué tipo de animal pertenecían los huesos.
El lugar de Baishiya en la historia denisovana
Además de herbívoros grandes y pequeños, el análisis reveló carnívoros como las hienas. Algunos de los animales, como la oveja azul, siguen siendo comunes en el Himalaya hoy en día.
Muchos de los huesos presentaban marcas de corte que indicaban que los denisovanos procesaban los animales para obtener sus pieles, así como carne y médula ósea. Según el estudio, algunos huesos también se utilizaban como herramientas.
En conjunto, la diversidad de especies animales encontradas sugiere que en los alrededores de la cueva predominaba un paisaje de pastos con algunas pequeñas zonas boscosas, similar al actual, aunque Zhang señaló que la mayoría de los animales que viven allí en la actualidad son yaks y cabras domesticados.
Durante el laborioso proceso de clasificación de los huesos, que duró varios meses, el equipo identificó el fragmento de costilla, de 5 centímetros de longitud. Sin embargo, la resolución de la información proteínica no era lo bastante clara como para determinar inmediatamente a qué tipo de humano había pertenecido. Un análisis más detallado de las proteínas antiguas conservadas, dirigido por Welker, reveló que se trataba de un denisovano.
El hueso de la costilla procedía de una capa de sedimentos de la que el equipo ya había extraído ADN denisovano, y Zhang explicó que los investigadores están intentando recuperar ADN del nuevo espécimen. Ese proceso podría proporcionar información genética más detallada sobre el propietario de la costilla y la población denisovana más amplia que vivió en la zona.
Con tan poca información sobre los denisovanos, “cada descubrimiento es de gran importancia” y el análisis zooarqueológico llevado a cabo por los autores del nuevo estudio fue “particularmente perspicaz”, dijo la arqueóloga Samantha Brown, jefa de grupo júnior de paleoproteómica en la Universidad alemana de Tubinga, que ha trabajado con restos de la cueva de Denisova.
“La corta edad del fósil fue sorprendente. En esta época tenemos pruebas de que los humanos modernos ocuparon yacimientos hasta en Australia. Esto abre realmente el debate sobre la posibilidad de que estos grupos interactuaran a medida que los humanos modernos se adentraban en Asia y el Pacífico, pero es probable que se necesiten más pruebas para comprender la naturaleza de estas interacciones”, declaró Brown, que no participó en la investigación.
Los trabajos continúan en la cueva kárstica de Baishiya, y Zhang está excavando otro yacimiento paleolítico en la región que podrían haber ocupado los denisovanos o los humanos modernos que vinieron después de ellos, dijo.
A diferencia de la cueva de Denisova, que estuvo ocupada por los primeros humanos modernos y neandertales, además de denisovanos, las pruebas actuales sugieren que los denisovanos fueron el único grupo de humanos que vivió en la cueva kárstica de Baishiya, explicó Zhang. Esto convierte a la meseta tibetana —una zona apodada “el techo del mundo”— en un lugar especialmente importante en la búsqueda de respuestas a las muchas preguntas que quedan por responder sobre quiénes eran los denisovanos, qué aspecto tenían, cómo desaparecieron y qué lugar ocupaban en el árbol genealógico humano.