(CNN Español) – Ceci Patricia Flores Armenta se dedicaba al hogar y planeaba poner un local de una estética cuando tuvo que dejarlo todo para buscar, rascando en la tierra con sus manos, picos y palas, a sus hijos desaparecidos por el crimen organizado en México, donde las desapariciones “crecieron exponencialmente” a raíz de la llamada “guerra contra el narcotráfico”, que inició en 2006, según un Informe del Comité contra la Desaparición Forzada de Naciones Unidas.
“Ya ni me acuerdo cómo fue que empecé a caminar en todos esos montes buscando a mis hijos, sin miedo a nada”, cuenta Flores en entrevista con CNN. “No hay palabras. Es muy doloroso. Es terrible encontrar a alguien que piensas que es tu hijo que está ahí muerto. Incluso no todas las madres lo aguantan”.
Esta madre de 51 años empezó en 2015 a buscar a su hijo Alejandro Guadalupe Islas Flores, quien tenía 21 años cuando “fue interceptado por el crimen organizado en el trayecto hacia su trabajo”, en Los Mochis, Sinaloa, lugar de donde es originaria y en el que opera el cártel de Sinaloa, uno de los más grandes de México con importante presencia en Estados Unidos.
Cuatro años más tarde, en mayo de 2019, tuvo que revivir este “infierno” —como ella lo describe—cuando sus hijos Marco Antonio, de 31 años y Jesús Adrián, de 15 años, desaparecieron, también por el crimen organizado, en Bahía de Kino, Sonora, lugar donde Flores vive desde hace veinte años.
“Ellos llegan del trabajo a su casa cuando un comando armado se los llevó. Yo me di a la tarea de buscarlos”, detalla. “En realidad uno de mis hijos no tenía nada que ver con los cárteles y el otro, al parecer, tenía negocios ilícitos y tampoco me consta, pero si fuera así quien se lo tenía que llevar era la autoridad”.
Ceci asegura que hizo las denuncias correspondientes por la desaparición de sus hijos ante la Fiscalía General de República y las fiscalías de Sinaloa y Sonora; sin embargo, afirma que, hasta el momento, “aunque están las denuncias activas, no hay ninguna búsqueda, investigación ni localización de mis desparecidos por parte de autoridades”.
CNN se puso en contacto con las fiscalías para obtener comentarios sobre el caso. La Fiscalía General de la República y la de Sinaloa no respondieron. La fiscalía de Sonora pidió contactar a la Comisión de Búsqueda de Personas para el estado de Sonora, pero no hubo respuesta.
Colectivo madres buscadoras de Sonora
Su búsqueda derivó en la creación del colectivo Madres Buscadoras de Sonora en 2019. Comenzó ella sola “con la bendición de Dios” porque no recibió el apoyo de autoridades, según cuenta. En 2015, cuando desapareció su primer hijo, “Alex”, inició la búsqueda por su cuenta, ya que no existía la Comisión Nacional de Búsqueda, la cual fue creada en 2017. Después se le unió otra madre, quien vio la convocatoria en redes sociales donde invitaba a otras mujeres a unirse a la búsqueda. Actualmente son más de 3.000 madres buscadoras, estima Flores.
“Cuando pones una denuncia por desaparición forzada casi te criminalizan, te revictimizan, te cuestionan. Casi te dicen que por tu culpa se despareció y no te dan ningún documento”, asegura.
Su historia es también la de varias madres, padres y familiares en México que han tenido que salir a buscar a sus hijos, quienes en muchos casos son víctimas de la violencia por la delincuencia que azota al país donde, según cifras oficiales, hay más de 104.000 personas desaparecidas desde que se tiene registro, es decir, desde diciembre de 1952 a la fecha.
Antes de fundar el colectivo, Flores inició la búsqueda de “Alex” con Mirna Medina, fundadora del colectivo Las Rastreadoras del Fuerte, en los Mochis, Sinaloa. Pero esta labor existe desde hace tiempo en México. Rosario Ibarra de Piedra es considerada como la primera madre buscadora tras la desaparición forzada de su hijo Jesús Piedra Ibarra en 1974. Murió a los 95 años sin encontrarlo, pero su activismo trascendió fronteras. En 1977 fundó el Comité Eureka para exigir justicia ante la desaparición forzada, tortura y otros casos de violencia contra integrantes de movimientos sociales disidentes durante los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría, de acuerdo con la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Rosario ligó a Eureka con organizaciones en París, Francia; Nueva York, Estados Unidos; Ginebra, Suiza, y La Haya, Países Bajos, por ejemplo.
“Las madres incomodamos porque visibilizamos que el Gobierno no ha hecho su trabajo. Porque, si hicieran su trabajo, no existiríamos las madres buscadoras”, señala Flores, quien en septiembre de 2023 viajó a Washington tras ser nominada como una de las mujeres líderes de paz y seguridad del mundo. “Al no hacerlo las autoridades no tenemos otra opción. Lo hacemos por necesidad, por amor a nuestros hijos”, añade.
En los años que lleva buscando, Flores ha desenterrado a los hijos y familiares de otras madres buscadoras. Asegura que, con su colectivo, ha descubierto más de 2.700 cuerpos en fosas clandestinas y localizado alrededor de 2.400 personas que se reencontraron con sus familias en distintas partes del país.
El colectivo Madres Buscadoras de Sonora, que es uno de los más de 100 grupos en el país, realiza su labor todos los días alrededor de ocho horas diarias, sin importar si llueve o las temperaturas superan los 40 grados Celsius. Regularmente atiende llamados anónimos y trabajan con picos y palas.
“Lo máximo que hemos escarbado son cuatro horas para hacer un pozo y encontrar un cuerpo. Con una retroexcavadora en cinco o diez minutos ya se hace esa profundidad”, detalla Flores, quien recientemente presentó el libro “Madre buscadora: crónica de la desesperación”, en el que relató su historia a la editorial Fondo Blanco.
Cada vez que hay un hallazgo, las mujeres dan aviso a las autoridades para que se realice el procedimiento pertinente, que incluye aspectos como la identificación forense, así como un seguimiento a bases de datos genéticas, a los registros de personas fallecidas y la notificación a familiares. Ceci asegura que, en la medida de lo posible, se involucran en todo el proceso.
En mayo, Flores denunció la existencia de un presunto crematorio clandestino en la Ciudad de México, por lo que las autoridades capitalinas abrieron una investigación, determinando que los restos encontrados en el lugar eran de animales y no de personas. Sin embargo, Ceci, refutó esta versión, asegurando que: “Cómo es posible que hayan resuelto en dos horas, lo que tarda años”. También dijo que luego de realizar su labor en la capital del país recibió diversas amenazas anónimas.
De acuerdo con el Mapa de hallazgos de fosas clandestinas, de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas en México, se han encontrado 2.863 fosas clandestinas, del 1 de diciembre de 2018 al 30 de abril del 2023. Los estados con mayor número de hallazgos son: Veracruz, con 344; Colima, con 308 y Sinaloa, con 283.
‘Pacto’ con el crimen organizado
Flores no tiene reparo en hablarle a los cárteles mexicanos en sus redes sociales. “Me veo en la necesidad de implorar y suplicar a los cárteles que operan en Sonora por la vida de mi hijo, por su pronto regreso a casa”, dijo Flores en un video publicado en la red social X en octubre de 2023, en referencia a su hijo Marco Antonio.
Pero también ha encarado a integrantes del crimen organizado. En 2019, en su desesperación, y casi sin pensarlo, fue a buscar directamente a Jesús Adrián a una casa en Bahía de Kino.
“El pueblo es muy chico y yo investigué inmediatamente quiénes eran los que trabajaban en la mafia, con quién me podían contactar para que me entregaran a mis hijos. Yo me metí a la casa de ellos y les dije que me entregaran a mi hijo”, relata Flores. “Tenía tres hijos desparecidos, imagínate, ya no hay cordura en la mente de una madre”.
Detalla que cuando le abrieron la puerta, la negociación no fue muy amable, “hasta lo amenacé”, cuenta. “No sé qué fue lo que le dije, pero no creo que me tuvo miedo, yo creo que me tuvo lástima”. Ese día le entregaron a Jesús Adrián, quien tenía 15 años y, según Flores, “se lo llevaron por estar con Marco, quien sí tenía deuda con ellos”.
“A nosotras las madres no nos interesa si nuestro hijo es culpable o inocente lo único que nos interesa es encontrarlos”, declara.
Flores tiene la creencia de que quizá ha logrado llegar a un acuerdo con algunas personas del crimen organizado.
“Hemos tenido resultados favorables cuando hemos pedido que nos dejen buscar y nos llegan anónimos, pensamos que son ellos porque quizá quieren limpiar su conciencia”, afirma.
El camino de la búsqueda es peligroso y la protección “insuficiente”, dice Flores. “Tenemos que sobrevivir así, no nos queda de otra. No podemos dejar el camino empezado, no podemos rendirnos y dejar a nuestros hijos”, añade. “Lo que me daría miedo es que me quitaran la vida y la posibilidad de encontrar a mis hijos”.
Naciones Unidas externa en el Informe del Comité contra la Desaparición Forzada su “preocupación por las mujeres que, en la mayoría de los casos, quedan a cargo de su familia y afrontan con sus propios medios la búsqueda de sus seres queridos”. Expone que sufren graves efectos sociales y económicos de las desapariciones y, que, en muchos casos son víctimas de violencia, persecución y estigmatización.
Actualmente, Ceci está bajo el mecanismo de protección federal en Sonora, pero cuando no está en la entidad tiene que vivir en refugios, según cuenta.
La esperanza no muere
Flores asegura que seguirá en la lucha de encontrar a sus dos hijos que siguen desparecidos, incluso sin el apoyo suficiente del Gobierno mexicano, pues afirma, que existe “falta de sensibilidad y empatía” en el tema de desaparecidos.
Apenas en marzo, se plantó vestida de beisbolista frente a Palacio Nacional para pedir una audiencia con el presidente Andrés Manuel López Obrador y obtener respuestas sobre el paradero de sus hijos. Cuenta que lo hizo de esa forma porque el mandatario mexicano es aficionado de este deporte y durante su administración ha recibido a varias de sus estrellas, pero no a las madres.
Al respecto, en su conferencia matutina del 21 de marzo, el presidente dijo: “Con muchísimo respeto, le digo que la voy a recibir en su momento, que estamos haciendo nuestro trabajo. Hay un plan de buscar a desaparecidos. Todo el Gobierno estamos trabajando en eso, ya hemos encontrado a miles de desaparecidos”.
Sin embargo, para Flores y miles de personas el tiempo es un factor determinante para encontrar a sus seres queridos, desaparecidos en diversas circunstancias, y las autoridades “han quedado a deber”. En México,”la impunidad es un rasgo estructural que favorece la reproducción y el encubrimiento de las desapariciones forzadas y pone en peligro y causa zozobra a las víctimas y a quienes defienden y promueven sus derechos”, dice el informe de Naciones Unidas.
Para esta madre buscadora, la esperanza de encontrar a sus hijos sigue, incluso aunque no los halle con vida. “Por lo menos ya no estás con la angustia de no saber en dónde están; empezaría el verdadero dolor, pero la tranquilidad de saber que aquí está”, finaliza Flores.