(CNN) – Traté de pasar desapercibido, pero no funcionó. Era octubre de 2020 –el apogeo de la pandemia de covid-19– y yo era una de las pocas personas que usaba una mascarilla durante una reunión en una sala de conferencias de un hotel sin ventanas en Scottsdale, Arizona.
Uno de los asistentes, vestido con algún tipo de disfraz elaborado, me dirigió un gruñido de desaprobación.
Escuchábamos cómo un ponente tras otro explicaba que Trump iba a ganar las elecciones presidenciales de 2020 –para las que faltaban apenas unas semanas– por goleada. Cualquier otra cosa sería señal de que los demócratas habían hecho trampa.
Si eso ocurría, advirtió un hombre desde el podio, podríamos tener que tomarnos la justicia por nuestra mano. La violencia política, argumentó, no era tan mala; al fin y al cabo, la historia de Estados Unidos se había forjado gracias a ella.
Poco más de dos meses después, ese hombre participaría en un atentado contra el Capitolio de Estados Unidos. Ahora cumple una condena de 11 años de prisión.
El otro hombre -el disfrazado que gruñó- pronto alcanzaría la infamia mundial. Su cara pintada y sus cuernos de animal le llevarían a las portadas de los periódicos de todo el mundo. Todos llegaríamos a conocerle como el “Chamán de QAnon”.
La reótica de “Stop the Steal” no ha parado
El evento de Scottsdale en el que me había colado en 2020 era la “QCon”, una reunión de entusiastas de QAnon que aún eran marginales. Trump fingió no saber sobre el movimiento y se negó a denunciarlo. “No sé mucho sobre el movimiento, aparte de que entiendo que les caigo muy bien, lo cual aprecio”, dijo Trump en aquel momento.
Algunas de las personas que estaban en esa sala de conferencias hablaron con dureza, pero, pensé, tal vez eso es todo lo que harían.
No fue así. Y ahora sabemos lo que ocurrió después.
Eso es lo que más me preocupa del momento en que nos encontramos ahora en Estados Unidos.
Las teorías de la conspiración no han desaparecido. Han proliferado gracias a una campaña sofisticada e implacable. Han surgido sitios alternativos en las redes sociales, plataformas de “libertad de expresión” como la Truth Social de Trump y la plataforma de streaming de video Rumble. También se ha producido una explosión de personas influyentes en el movimiento MAGA y de retransmisores de video, algunos con millones de seguidores.
Todos ellos impulsan la misma teoría de la conspiración: las elecciones de 2020 fueron robadas, y la única manera de que Trump pierda en 2024 es que se las roben de nuevo.
Esto es falso, por supuesto. Sobre todo porque las encuestas muestran a Trump y a Harris codo con codo.
En medio de esta creciente maquinaria de desinformación MAGA hay un amable vendedor de almohadas.
Mike Lindell, conocido como el hombre de MyPillow, comenta que nunca había votado antes de 2016. Ahora, es un aliado de Trump que está en una cruzada para, como él lo ve, salvar la democracia estadounidense.
Lindell se ha creído las teorías conspirativas sobre las elecciones de 2020, en concreto que las máquinas de votación fueron pirateadas para robar las elecciones (no fue así). Así que creó sus propios servicios de redes sociales y video, Frank Social y Frank Speech, respectivamente. Incluyen programas de gente como Steve Bannon y Rudy Giuliani. Los programas que denuncian la desaparición de la democracia estadounidense y advierten del robo de las elecciones están salpicados de promociones de almohadas.
La economía patriota
Cuando conocí a Lindell recientemente en la Convención Nacional Republicana, se dirigía a una grabación en directo del programa de Steve Bannon “War Room” para promocionar su especial “prisionero político”. Presos políticos es como el mundo MAGA llama a las personas condenadas por sus acciones el 6 de enero. También es como a veces se refieren a Bannon, que actualmente cumple cuatro meses en una prisión federal por desafiar una citación del Congreso. La hija de Bannon le sustituyó como anfitriona en la Comvención.
Una amplia gama de personas influyentes que apoyan a Trump y niegan las elecciones y que prosperan en las nuevas plataformas de “libertad de expresión” tienen sus propios códigos de promoción de almohadas. Ayudan a vender las almohadas de Lindell y, a cambio, se llevan una parte.
La promoción de teorías conspirativas electorales se subvenciona con la venta de cada vez más “productos patriotas”. Hay filetes de la libertad hechos de vacas “no vacunadas”. Un servicio celular patriota que se anuncia como “el único proveedor inalámbrico conservador cristiano de Estados Unidos”. Incluso hay agua patriota llamada Freedom2O. Su sitio web vende productos Yeti inscritos con ocurrencias como “Esta bebida no está woke”.
Es muy posible que si estás leyendo esto nunca hayas oído hablar de ninguna de estas supuestas plataformas de medios sociales de “libertad de expresión”. Hoy vivimos en un entorno mediático mucho más fracturado que en el momento de las pasadas elecciones presidenciales.
Millones de estadounidenses obtienen ahora sus noticias, información y desinformación en estas plataformas, y se les está preparando para otras elecciones “robadas” si las cosas no van a favor de Trump.
Muchos de nosotros queremos ignorar todo esto, fingir que no está ocurriendo. Queremos ignorar las teorías conspirativas, lo absurdo de los chamanes de QAnon y las promociones de “presos políticos”.
Pero el hecho de que todo sea un poco absurdo no lo hace menos peligroso.