Nota del editor: el siguiente reportaje fue elaborado por las estudiantes de CNN Academy en colaboración con la Universidad Loyola en España.
(CNN Español) – Todos pensamos en quienes se van, pero… ¿quién piensa en quienes se quedan?
En Venezuela, la soledad se siente en los hogares que están al cuidado de un guardián familiar, que pasa sus días en un país azotado por lo que organismos internacionales han catalogado de “emergencia humanitaria compleja”, lidiando con una crisis económica sin precedentes y con el recuerdo de los suyos que ya no están a su lado.
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Esta es la historia de cientos de miles hombres y mujeres mayores de 60 años que viven en soledad en un país que sigue viendo a sus jóvenes cruzar la frontera. Son personas que, por obligación o decisión, tratan de sobrevivir a la soledad que dejó la migración de casi 8 millones de personas que abandonaron el país, en su mayor parte desde 2014, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Sus casas casi vacías se han quedado varadas en el tiempo, con recuerdos, fotografías y colecciones en las paredes que reflejan una familia que alguna vez estuvo unida y que ahora se encuentra dispersa. Una familia que ya no habita ni esa casa, ni ese país.
Luchar con la soledad, la tristeza y la depresión se volvió rutina para las personas mayores en Venezuela.
Otilia Rivas, una mujer de 77 años que vive en el pueblo de Paracotos, en el estado Miranda, dijo que, en muchas ocasiones, se ha sentido deprimida y triste. Sus familiares, y amistades que se convirtieron en familia a lo largo de su vida, ya no están, y ahora no tiene las herramientas para saber de ellas. Viven solo en las fotografías que guarda en el cajón y la visitan solo en sus sueños.
La contestadora interminable
Ramón Rodríguez no tiene teléfono. Lo tuvo que vender hace años por necesidad. Comenta que muchas veces con la ayuda de la Policía trató de contactar a sus hijos, a quienes no ve desde hace 7 años, pero el sonido de la repicadora se volvió familiar a lo largo del tiempo.
Con sus piernas hinchadas por una mala circulación que lo está obligando a operarse por segunda vez, Ramón se sentó a compartir en la mesa del comedor San Blas, un lugar en donde sirven desayunos y almuerzos para las personas de la tercera edad, algunas veces riendo y otras mudo y pensativo.
Ramón no ha podido decirles a sus hijos que vive en la calle y que no tiene dinero para comprar las medicinas que necesita para su tratamiento.
¿Cómo llegamos aquí?
Entre 2015 y 2019, la migración venezolana aumentó rápidamente, alcanzando niveles comparables al desplazamiento de colombianos debido al conflicto armado, que desde 1985 ha forzado a 8,4 millones de personas a abandonar sus hogares, según informes oficiales.
La diáspora es una de las causas de lo que Francelia Ruíz, directora de Proyectos de Convite, llama “fenómeno de la vejez abandonada”.
¿Se puede vivir de la pensión?
El 41% de las personas de la tercera edad son pensionadas y el 24% están registradas en la Misión Amor Mayor, un sistema de pensión no contributiva que promueve el Estado venezolano, de acuerdo con el informe de Convite.
Con incredulidad, ríen cuando se les pregunta si pueden vivir de su pensión de 130 bolívares mensuales, equivalente a US $4,76 al cambio oficial del 27 de agosto, según el doctor Julio César Alviárez, superintendente de Seguridad Social.
La última actualización sobre la canasta básica en Venezuela, publicada en junio en la página web del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación de Maestros (Cendas - FVM), la situaba en US$ 550,39 , equivalente a 22.098 bolívares al cambio de ese momento.
Esto quiere decir que para comprar una canasta básica que comprende 60 productos se deben ganar un aproximado de 115 salarios mínimos.
Los bonos, un paño de agua que no apaga el fuego
A través del Sistema Patria, una plataforma que creó el gobierno de Venezuela en 2015, hay quienes reciben los bonos, una ayuda económica discrecional que no se considera salario ni se distribuye a toda la población, como el combustible, las bolsas CLAP o los bonos de Guerra Económica. Sin embargo, el acceso a estas ayudas no es una tarea sencilla y existen distintas formas de llegar a esos beneficios.
Esta ha sido una herramienta política que ha utilizado el gobierno de Venezuela para ubicar a los sectores vulnerables de la población y determinar si reciben o no los beneficios.
Usualmente, los bonos más altos son para los que trabajan en el sector público, mientras que los sectores más vulnerables reciben los montos más bajos. La recepción de los bonos depende de la situación social y esto afecta el monto, que está entre los US$ 2,42 y US$ 7,51, según el blog del Sistema Patria actualizado hasta diciembre del 2023. Sin embargo, desde el primero de mayo de 2024 entró en vigor el aumento del salario indexado, el cual establece el aumento del bono de Guerra Económica a US$ 90 aproximadamente, pero las últimas entregas de dicho bono solo llegan hasta los US$ 40, según constató un usuario del Sistema Patria, quien pidió no ser identificado por seguridad.
Los productos que se pueden comprar con siete dólares en Venezuela son limitados. El Mercado de Quinta Crespo, ubicado en el centro de Caracas, es donde muchas personas hacen mercado a bajo costo, y no es extraño ver allí a las personas de la tercera edad pagando con el dinero de un bono.
A pesar de las ayudas del Estado, el 93% de la población adulta mayor encuestada por Convite en la última evaluación de 2023 dijo que gasta más de lo que percibe, aunque el 27% dijo que percibe ayuda de familiares que están fuera del país.
¿Comer o pagar las medicinas?
El problema económico se nota en la mesa, en las neveras y en el cuerpo de muchos adultos mayores que ya no pueden alimentarse como antes. La mayoría quienes entrevistamos comentaron que sí comían tres comidas al día. Sin embargo, otras personas dijeron que su contexto los obligó a reducir porciones y, en muchas ocasiones, a dejar de comer proteínas.
Una de las soluciones que el Estado dio para solventar el grave problema de la alimentación fue la entrega de las bolsas del Comité Local de Abastecimiento y Producción (CLAP), un programa que subsidia y distribuye alimentos casa por casa a ciertos sectores y a ciertas personas que estén inscritas en los Consejos Comunales de la zona, según Alviárez. Estas bolsas cuestan aproximadamente 44 bolívares, el equivalente a US$ 1,20 , según el cambio del Banco Central de Venezuela para el 23 de agosto, un monto que tienen que descontar de su pensión. Según los datos de Convite, el 58,2% de los adultos mayores obtienen sus alimentos mediante la bolsa CLAP y al 45% solo les dura 15 días.
El tema de los medicamentos en Venezuela es complejo. Según la encuesta de Convite, el 79% de los encuestados utiliza algún tipo de medicamento, pero conseguir medicinas en el país es un problema para algunos, sobre todo cuando la mayoría de las medicinas son genéricas. Más de la mitad de los adultos mayores dice comprar sus medicinas con dificultad.
Sobrevivir con los servicios colapsados
La precariedad del país en cuanto a servicios básicos es de larga data. Según Convite, las personas mayores han visto una leve mejoría en el acceso a los servicios básicos, aunque todavía no los están recibiendo frecuentemente. La evaluación indica que esto puede señalar que “las personas han normalizado el vivir con los servicios colapsados”.
Una seguridad social ineficiente
Según Alviárez, la seguridad social en el país “es la mejor en América Latina porque está anclada al salario mínimo”, y es un “sistema público solidario”.
A pesar de lo dicho por Alviárez, el 71% de los adultos mayores encuestados por Convite percibe la seguridad social como ineficiente.
La soledad y la salud mental
Luego de la migración de la familia cercana, la soledad se hace ensordecedora para muchos. La depresión —en algunos casos— puede llegar a tocar la puerta y ser ese enemigo silencioso que cause más daño del que se pueda llegar a imaginar.
“Las depresiones pasan como por debajo de la mesa”, dice el geriatra Adonis Leal.
El doctor Adonis Leal, geriatra en el Centro de Salud Santa Inés, en Montalbán, Caracas, explica que las enfermedades más comunes a causa de la depresión son las enfermedades cardiovasculares, de nervios o demencia. Según Convite, el 51% de los adultos mayores se sienten preocupados y ansiosos varias veces al año, y el 54% se siente triste.
Con una voz entrecortada afectada por la ausencia de su hija, Amelia, de 62 años, quien pidió que se modifique su nombre por seguridad, contó que luego de la migración de su hija decidió no celebrar la Navidad como antes. Dice que ahora simplemente se queda en su cuarto.
Mercedes Schnell, psicoterapeuta de la Asociación Venezolana de Terapias de la Universidad Central de Venezuela (UCV), sostiene que uno de los problemas más preocupantes es la persona mayor que no quiere tener contacto con el mundo exterior, que se inhibe y se aísla. Eso, asegura, complica los trastornos cognitivos.
El último adiós se quedó en una videollamada
Julio Castellanos vivía solo en su apartamento en Caracas después de la migración de sus tres hijos. Él se encargaba de cuidar las áreas verdes de su edificio, sin embargo, habían pasado tres días y nadie lo había visto. Sus vecinos, preocupados, trataron de abrir su apartamento, y cuando lo lograron, vieron que la situación era más grave de lo pensado.
Castellanos se había caído al salir de la regadera y había pasado tres días tirado en el suelo del baño. Entre clínicas y hospitales, y con una hemorragia en el cerebro, tuvo presente a sus hijos solo a través de notas de voz y videollamadas. Cinco días después de la última, murió en el hospital Pérez Carreño.
Su historia no es la única de este tipo. Incidentes como estos son más comunes de lo que se piensa. Y la comunidad está consciente de ello.
Los vecinos forman una parte importante de quien decidió o tuvo que quedarse en el país y vivir en soledad. Se han creado grupos con el fin de compartir, encontrarse y ayudarse entre sí, porque la migración no solo afecta a los que se van, sino también a los que se quedan.