(CNN) – Los inmensos afluentes que alimentan el caudaloso río Amazonas –el mayor del planeta– han descendido a niveles mínimos históricos, destrozando vidas, dejando embarcaciones varadas y amenazando a delfines en peligro de extinción a medida que la sequía se apodera de Brasil.
El país sufre actualmente la peor sequía desde que comenzaron los registros en 1950, según el Cemaden, el centro de vigilancia de catástrofes naturales del país. Es el segundo año consecutivo de sequía extrema en Brasil. Casi el 60% del país está afectado, y algunas ciudades, incluida la capital, Brasilia, llevan más de 140 días consecutivos sin lluvia.
En el corazón de la selva amazónica, el impacto en los ríos es estremecedor y los expertos están lanzando una señal de alarma sobre lo que esto significa para la región, un punto crítico de biodiversidad y amortiguador crucial del cambio climático.
El río Negro, uno de los mayores afluentes del río Amazonas, se encuentra en mínimos históricos para esta época del año cerca de la ciudad de Manaos, en el estado de Amazonas. Según el servicio geológico de Brasil, el nivel de sus aguas desciende unos 18 cm al día.
Las características aguas de color negro azabache del río suelen discurrir por su espeso laberinto de canales, pero las imágenes satelitales lo muestran ahora drásticamente encogido, con enormes franjas del lecho del río al descubierto.
Imágenes de satélite del río Negro del 12 de septiembre de 2021 comparadas con las del 16 de septiembre de 2024. Crédito: Copernicus, satélite Sentinel-2
El río Negro está experimentando “reducciones extremas” a medida que se disparan las temperaturas y la región lucha contra la escasez de lluvias, según Lincoln Alves, investigador científico del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil.
Lo mismo ocurre con el río Solimões, cuyas aguas turbias convergen con el río Negro en Manaos para formar el río Amazonas.
Este mes, el Solimões cayó a su nivel más bajo registrado para esta época del año en Tabatinga, ciudad brasileña fronteriza con Colombia y Perú.
Hay embarcaciones varadas y vastas extensiones de arena visibles donde antes fluía el agua.
El lago Tefé, en la orilla norte del río Solimões, también está muy mermado.
Las fotos del lago del mes pasado muestran que se ha reducido drásticamente en comparación con la misma época del año pasado y ha seguido disminuyendo. Está “contribuyendo a una escasez crítica de agua y afectando a los ecosistemas locales”, dijo Alves.
El año pasado, se encontraron más de 200 delfines muertos en el lago durante una sequía histórica y unas temperaturas del agua récord, y los expertos temen que se repita este año.
Ya se están produciendo muertes de delfines. “La semana pasada, encontramos uno al día de media”, declaró a Reuters a principios de este mes Miriam Marmontel, responsable del proyecto sobre delfines del Instituto Mamirauá para el Desarrollo Sostenible.
Los investigadores creen que, a medida que el lago se contrae, hay menos espacio para los delfines, lo que los expone a un mayor riesgo de colisión con embarcaciones y transbordadores.
Imágenes de satélite del lago Tefé el 26 de agosto de 2023 frente al 25 de agosto de 2024. Crédito: Copernicus, satélite Sentinel-2
En muchas regiones de la Amazonía “la sequía ya es hoy más intensa que en el peor momento del año pasado”, afirmó Rómulo Batista, biólogo y portavoz de Greenpeace Brasil.
“Los mínimos en estos ríos… suelen producirse a finales de octubre”, dijo Adriana Cuartas, investigadora del Cemaden. Este año se han producido antes y el nivel del agua seguirá bajando, declaró a CNN.
Las consecuencias son graves para la población local, que depende de los ríos para obtener alimentos, medicinas, medios de vida y transporte, dijo André Guimarães, director ejecutivo del Instituto de Investigación Medioambiental de la Amazonia, una organización sin fines de lucro.
“Estamos sufriendo una situación que nunca se había producido antes”, declaró a CNN, y añadió: “La reducción del caudal de los ríos es absolutamente enorme”.
La grave y prolongada sequía de Brasil se ha visto alimentada por un cúmulo de factores.
Un intenso fenómeno de El Niño, un patrón climático natural, trajo un tiempo más cálido y seco a la región el año pasado y hasta 2024. El Niño ya terminó, pero el calor y la sequía se ven influidos por un océano Atlántico inusualmente cálido, dijo Cuartas, del Cemaden.
La deforestación también es un factor, dijo Alves, que contribuye a elevar las temperaturas y a cambiar los regímenes de precipitaciones. “La continua degradación de los ecosistemas está empujando a la región hacia un posible punto de inflexión”, afirmó.
Luego está el cambio climático, impulsado por la quema de combustibles fósiles que calientan el planeta, que está provocando temperaturas más cálidas y periodos más largos sin lluvia.
La devastadora sequía del año pasado en la cuenca del Amazonas fue 30 veces más probable debido al cambio climático, según un informe de World Weather Attribution, una red de científicos que analizan los fenómenos meteorológicos extremos.
Lo que está ocurriendo en Brasil “es un trágico ejemplo de un impacto local del cambio climático global”, dijo Guimarães, refiriéndose al hecho de que a menudo son los países más pobres y menos desarrollados los que se llevan la peor parte de los impactos del cambio climático causados desproporcionadamente por los países más ricos.
A principios de este mes, el grupo ecologista Greenpeace desplegó una enorme pancarta en la que se leía “¿Quién paga?”, en inglés, en las orillas arenosas recién expuestas del Solimões.
La sequía también ha preparado el terreno para devastadores incendios forestales en Brasil que han destruido enormes franjas de la Amazonia y del Pantanal, el mayor humedal tropical del mundo, y han ahogado las ciudades con un humo espeso.
Hay poco alivio a la vista. Hasta dentro de unas semanas no se espera que llueva a niveles que puedan empezar a reabastecer los ríos, y se prevé que su nivel siga bajando.
“Hasta noviembre la situación seguirá empeorando”, dijo Cuartas.