(CNN Español) – El anuncio del Reino Unido sobre la cesión de la soberanía de las islas de Chagos a Mauricio generó reacciones en el cono sur: en Argentina resurgió el entusiasmo por una posible solución similar al reclamo por las Islas Malvinas, aunque desde el Gobierno insular rechazaron las versiones en ese sentido.
Desde este jueves, Mauricio recuperó la soberanía de Chagos, islas del océano Índico que estaban bajo control británico desde 1965, tres años antes de que Mauricio lograra su independencia de la corona.
El acuerdo anunciado el jueves por el ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido, David Lammy, establece que los mauricianos podrán repoblar los territorios que han estado históricamente en disputa.
Por su parte, la potencia europea mantendrá el control sobre la base militar Diego García, operada en conjunto con Estados Unidos.
“El acuerdo de hoy asegura esta vital base militar para el futuro. Fortalecerá nuestro papel en la salvaguardia de la seguridad global, cerrará cualquier posibilidad de que el océano Índico sea utilizado como una peligrosa ruta de inmigración ilegal hacia el Reino Unido, así como garantizará nuestra relación a largo plazo con Mauricio”, señala el comunicado difundido por Lammy.
En los inicios de la década de los setenta, el Reino Unido comenzó el desalojo de los residentes del archipiélago hacia Mauricio y Seychelles. Casi 2.000 personas debieron abandonar sus tierras para dar paso a la construcción del Territorio Británico del Océano Índico y fundar Diego García. Con el acuerdo del jueves, todos los desplazados y sus descendientes pueden regresar a Chagos.
Además de las reacciones en África, la decisión también tuvo ecos en América del Sur, con interrogantes sobre si las islas Malvinas, territorio disputado entre Argentina y Reino Unido durante siglos, podrían seguir un camino similar.
Desde la Asamblea Legislativa del archipiélago, con aval de su gobernadora, Alison Blake, rápidamente salieron a desmentir cualquier tipo de especulación al respecto.
Un comunicado emitido el 3 de octubre expresa que “la historia de las islas Falkland (Malvinas), es muy diferente a la de las islas de Chagos”, y que se le ha asegurado a la Asamblea Legislativa de las Islas y a su Gobierno que “este acuerdo no impacta en la autodeterminación de la gente de las islas Falkland, ni en la existente y futura relación entre las islas y el Reino Unido”.
Además, el documento cita declaraciones de la propia Blake, quien afirmó que “los ministros del Reino Unido han sido muy claros durante el proceso sobre que el Reino Unido no acordará nada que implique un riesgo de perjudicar la soberanía en otros territorios de ultramar”.
Pese a estas declaraciones, la ministra de Relaciones Exteriores de Argentina, Diana Mondino, se expresó con un entusiasmo sobre lo sucedido en África, y deseó un rumbo similar para el panorama en el Atlántico Sur.
“La larga disputa entre Gran Bretaña e Islas Mauricio llegó hoy a una conclusión, y los mauricianos lograron recuperar su territorio de Chagos. Este hito implica terminar con la última colonia inglesa en África. Celebramos este paso en la dirección correcta y terminar con prácticas obsoletas”, expresó el jueves a través de X. “Transitando el camino empezado, con acciones concretas y no retórica vacía, vamos a recuperar la soberanía plena de nuestras Islas Malvinas. Las Malvinas fueron, son y serán siempre argentinas”, agregó.
Un día después, la Cancillería argentina respaldó los dichos de Mondino con un comunicado en el que celebra el acuerdo y lo propone como un ejemplo a seguir para las negociaciones vigentes por Malvinas.
“Argentina ve en este acuerdo un ejemplo alentador para seguir trabajando hacia un diálogo serio y constructivo con el Reino Unido, con el objetivo de generar la confianza necesaria para retomar las negociaciones sobre la soberanía de las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes, conforme a la Resolución 2065 (XX) de la Asamblea General de Naciones Unidas”, se lee en el texto.
Este episodio es parte de una muy larga disputa, seguida de complejas conversaciones entre ambos países y que llevó a una guerra en 1982.
El último acercamiento entre las partes se había dado el 24 de septiembre, cuando Mondino y Lammy celebraron una reunión en Nueva York. De este encuentro se desprendió un acuerdo que establece la reanudación de las negociaciones para culminar la tercera fase del Plan Proyecto Humanitario en conjunto a la Cruz Roja Internacional, con el fin de identificar soldados argentinos caídos en la guerra.
Además, el convenio define la organización de un vuelo para que los familiares puedan visitar a los fallecidos en las islas, y propone medidas como el regreso del vuelo semanal hacia el archipiélago desde Sao Paulo, Brasil, con escala en la provincia argentina de Córdoba. También plantea “la necesidad de avanzar con medidas concretas en materia de conservación de pesquerías”, según explicó la Cancillería argentina.
Una discusión de casi 200 años
Argentina las llama Malvinas. Reino Unido las llama Falklands. La diferencia en su nombre es la expresión más visible de una disputa de soberanía que se remonta hasta el propio descubrimiento del territorio.
Buenos Aires defiende que las islas fueron descubiertas por España en 1520, y que tras su independencia de la corona asumió los derechos sobre ellas a partir de 1820. Desde Londres, en cambio, aseguran que su descubrimiento lo hizo un marino inglés en 1592, y consecuentemente en 1833 expulsaron al gobernador argentino para asumir el control por la fuerza.
Desde aquí comenzaron los incesantes e históricos reclamos argentinos por la soberanía, y finalmente se remitió el asunto al Comité Especial de Descolonización de la ONU, que le permitió iniciar de manera formal las negociaciones con Reino Unido a través de la resolución 1514 de 1960.
Sin embargo, el diálogo se estancó, las tensiones escalaron durante la dictadura que gobernó Argentina a partir de 1976 y el 2 de abril de 1982 la junta militar recuperó por la fuerza el control del archipiélago, dando así inicio a una guerra en la que dos meses después los europeos resultarían vencedores.