El entonces secretario de Defensa de Estados Unidos, Jim Mattis, escucha al entonces presidente Donald Trump responder preguntas durante una reunión con líderes militares en Washington, en 2018

(CNN) – La sugerencia del expresidente Donald Trump de que las fuerzas armadas estadounidenses deberían utilizarse para hacer frente “al enemigo desde dentro” el día de las elecciones ha reavivado la preocupación sobre lo que podría pedirles a los militares si gana un segundo mandato como comandante en jefe.

Y son los altos mandos militares que prestaron servicio bajo su mando los que más claramente han dado la voz de alarma sobre Trump.

El exjefe del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, dijo a Bob Woodward en su nuevo libro “Guerra” que el expresidente “es la persona más peligrosa para este país (…) Un fascista hasta la médula”.

Y el jueves en el podcast The Bulwark, Woodward dijo que el general Jim Mattis, quien se desempeñó como secretario de Defensa de Trump, le había enviado un correo electrónico para decir que estaba de acuerdo con la evaluación que Milley le había proporcionado a Woodward. En el podcast, Woodward dijo que la idea central del correo electrónico de Mattis sobre Trump era “asegurémonos de no tratar de minimizar la amenaza, porque la amenaza es alta”.

Trump ha tenido durante mucho tiempo una fascinación infantil por el ejército, idolatrando a los generales de la Segunda Guerra Mundial George Patton y Douglas MacArthur. De adolescente, se deleitaba con su paso por un internado de estilo militar en Nueva York.

A pesar de esa fascinación, Trump se acogió a múltiples aplazamientos para evitar el servicio en la Guerra de Vietnam.

Cuando llegó a la presidencia, Trump dotó a su gabinete de generales de alto rango. Nombró a Mattis, un general retirado de cuatro estrellas, para dirigir el Pentágono; su secretario general, John Kelly, era otro general retirado de cuatro estrellas, y dos de sus asesores de seguridad nacional eran generales de tres estrellas, Michael Flynn y H. R. McMaster.

A Trump le encanta la pompa y la ceremonia de los militares y presionó para que se organizara un desfile masivo al estilo del Kremlin en Washington, mientras estaba en el cargo. Al final, el desfile nunca tuvo lugar.

A pesar del idilio de Trump con los militares, los generales y almirantes retirados de alto rango no le han correspondido. Algunos incluso parecen pensar que el expresidente es el verdadero “enemigo interior”.

Hace cuatro años, Mattis envió una declaración a la revista The Atlantic en la que dijo: “Donald Trump es el primer presidente en mi vida que no intenta unir al pueblo estadounidense, ni siquiera lo pretende. En lugar de eso, intenta dividirnos”.

Del mismo modo, Kelly dijo a Jake Tapper de CNN el año pasado que Trump es “una persona que no tiene más que desprecio por nuestras instituciones democráticas, nuestra Constitución y el Estado de Derecho”.

En el libro de McMaster, “At War with Ourselves”, unas memorias sobre el tiempo que trabajó en la Casa Blanca de Trump, escribió que tras la derrota electoral de Trump en 2020, el “ego y el amor a sí mismo de Trump (…) le llevaron a abandonar su juramento de ‘apoyar y defender la Constitución’, la más alta obligación de un presidente”.

El general Stanley McChrystal, que revolucionó el Mando Conjunto de Operaciones Especiales, la unidad responsable de matar a Osama bin Laden en 2011, escribió hace tres semanas un artículo de opinión en The New York Times en el que decía que votará a la vicepresidenta Kamala Harris por su “carácter”. En su artículo no figuraba la valoración de McChrystal sobre Trump, aunque en el pasado, McChrystal ha dicho que Trump es “inmoral” y “deshonesto”.

El líder de la operación contra Bin Laden fue el almirante Bill McRaven, quien en 2020 escribió un artículo de opinión en el Washington Post sobre Trump, diciendo: “Cuando el ego presidencial y la autopreservación son más importantes que la seguridad nacional - entonces no queda nada para detener el triunfo del mal”.

A principios de junio de 2020, el exjefe del Estado Mayor Conjunto, almirante Mike Mullen, escribió en The Atlantic que estaba “asqueado” de ver a manifestantes pacíficos que protestaban por el reciente asesinato a manos de la policía de George Floyd desalojados “a la fuerza y violentamente” de los alrededores de la Casa Blanca.

Es difícil pensar en algún presidente estadounidense que se haya ganado el oprobio de tantos altos mandos.

Eso no quiere decir que Trump no tenga algunos admiradores entre “sus” generales. Mientras Trump estaba en el cargo, New America, una institución de investigación en la que trabajo, recopiló declaraciones públicas a favor y en contra de Trump de oficiales de bandera retirados y en servicio activo. Descubrimos que cinco veces más oficiales de bandera, 255, criticaban a Trump, mientras que 54 apoyaban al Gobierno de Trump.

Uno de los admiradores de Trump es el teniente general Keith Kellogg, que fue asesor de seguridad nacional del entonces vicepresidente Mike Pence. Kellogg aparece en el nuevo libro de Woodward reuniéndose “en secreto” con el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, a principios de este año. Después del viaje, Kellogg le dijo a Trump: “No van a estar de acuerdo con un alto el fuego”.

Kellogg es uno de los pocos asesores de alto nivel de la Casa Blanca de Trump que no dimitió ni fue despedido durante el mandato de Trump. Dada su larga lealtad a Trump, es probable que Kellogg regrese a algún puesto de alto nivel si Trump gana en noviembre.

Si Trump ganara las elecciones, no sería comandante en jefe hasta el 20 de enero, por lo que no podría ordenar a las fuerzas estadounidenses que hicieran algo el día de las elecciones, como sugirió a Fox News. Pero si Trump ganara la Casa Blanca -lo que ahora mismo es una moneda al aire dada la reñida carrera-, como comandante en jefe y con un secretario de Defensa dúctil, podría ordenar al Pentágono que hiciera prácticamente lo que quisiera. Según los oficiales superiores que sirvieron bajo su mando, esa sería una perspectiva preocupante.