El líder de Corea del Norte, Kim Jong Un, y el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se saludan con un apretón de manos sobre la línea de demarcación militar entre Corea del Norte y Corea del Sur, el 30 de junio de 2019.
Crédito: Agencia Central de Noticias de Corea/AP

Hong Kong (CNN) – Ningún dirigente de Estados Unidos ha manejado las relaciones con Corea del Norte como Donald Trump.

El expresidente pasó de amenazar a Kim Jong Un con “fuego y furia” si el líder de Corea del Norte seguía probando misiles, a convertirse en su amigo por correspondencia, reunirse con él en una serie de cumbres sin precedentes y presumir de que ambos se habían “enamorado”.

Ahora, esa improbable amistad será puesta a prueba. El expresidente regresará a la Casa Blanca en un momento de gran alarma entre Estados Unidos y sus aliados por Kim y la amenaza que supone su régimen.

Se cree que Pyongyang ha enviado miles de soldados y toneladas de municiones a Rusia mientras Moscú libra una guerra contra Ucrania, en lo que los líderes occidentales consideran una escalada importante. Días antes de que Trump ganara las elecciones presidenciales estadounidenses, lanzó otra amenaza: probar un misil balístico intercontinental con alcance para alcanzar cualquier punto de Estados Unidos.

Durante la campaña electoral, Trump dijo que Kim “lo extraña” y dio a entender que el país no se “portará mal” cuando él regrese a la presidencia. Pero el segundo gobierno de Trump se enfrentará a un líder de Corea del Norte envalentonado y posiblemente más peligroso.

Kim, y potencialmente su arsenal, se ven ahora reforzados por los florecientes lazos con Moscú, y ha endurecido su postura hacia Estados Unidos y su aliado Corea del Sur tras la fallida diplomacia de la última era Trump.

Eso hace que alcanzar un acuerdo entre ambos para frenar el programa armamentístico norcoreano sea todo un reto, y plantea interrogantes sobre si Trump, conocido por su impulsiva política exterior, podría tratar de mover la meta sobre lo que Estados Unidos quiere ver de Corea del Norte, dicen los expertos.

Un bombero apaga los restos de un misil no identificado, que según las autoridades ucranianas fue fabricado en Corea del Norte, en el lugar de un ataque ruso en Járkiv, Ucrania, el pasado mes de enero. Crédito: Vyacheslav Madiyevskyy/Reuters

“El camarada más cercano”

Una serie de reuniones en 2018-19 entre Trump y Kim en Singapur, Hanoi y la zona desmilitarizada entre Corea del Norte y Corea del Sur crearon una óptica sin precedentes para ambos líderes.

Entonces, el presidente de la superpotencia democrática del mundo fue retratado sonriendo y posando para fotos junto a un autócrata típicamente aislado, conocido por su despiadado dominio sobre su pueblo y su afán por fabricar armas que desafíen las sanciones como medio de preservar su régimen.

Para Trump, las reuniones fueron un intento de lograr lo que los presidentes estadounidenses han intentado repetidamente por otras vías: frenar el programa nuclear rebelde de Pyongyang. Para Kim, eran a la vez una oportunidad de intentar obtener un alivio de las pesadas sanciones internacionales y una rara oportunidad de que se le concediera tal prestigio en la escena mundial.

Pero las conversaciones terminaron sin ningún avance con un final abrupto de una cumbre en Hanoi en 2019 que supuso lo que, según los expertos, fue una enorme pérdida de prestigio para Kim.

Aunque los líderes se reunieron una vez más ese año, Pyongyang se ha negado desde entonces a retomar el diálogo con EE.UU., según los expertos, y ha reiniciado las pruebas armamentísticas que parecía haber pausado junto a ese diálogo. Aunque todavía no ha iniciado ninguna prueba nuclear desde 2017, Kim ha prometido recientemente aumentar “exponencialmente” el número de armas nucleares del país.

“Las circunstancias en las que debemos tratar con Corea del Norte han cambiado fundamentalmente en comparación con hace cinco años”, dijo Rachel Minyoung Lee, miembro sénior del grupo de reflexión Stimson Center en Washington.

Señaló el “precio más alto” de los programas nucleares y de misiles norcoreanos debido a los nuevos avances desde Hanoi, así como la “reorientación de la política exterior” de Corea del Norte después de que el fracaso de esa cumbre “desencadenara un escepticismo fundamental en el círculo de dirigentes norcoreanos sobre el valor estratégico de Estados Unidos”.

En el último año, Kim ha suscitado la preocupación internacional al romper con décadas de política hacia Corea del Sur, clasificándola como “enemigo permanente”. Ha pedido a su ejército que acelere los preparativos bélicos en respuesta a los “movimientos de confrontación” de Estados Unidos, acciones que se produjeron mientras el Gobierno de Biden estrechaba lazos y aumentaba los simulacros militares con Corea del Sur y Japón.

Y luego está el estrechamiento de los lazos con Rusia. El líder de Corea del Norte se ha reunido con su “camarada más cercano”, el presidente de Rusia Vladimir Putin, en dos ocasiones desde el pasado septiembre y firmó un importante pacto de defensa en junio.

Los funcionarios occidentales también han advertido de lo que consideran un emergente “eje” antioccidental de China, Corea del Norte e Irán con Rusia, un tropo que, se materialice o no, probablemente sea bien acogido por Kim en su intento de reducir el aislamiento y ganar peso internacional.

“Desde el punto de vista de Kim, tiene mucho más que ganar económica, militar y diplomáticamente alineándose (Corea del Norte) con China y Rusia que volviendo a entablar relaciones con Estados Unidos cuando los beneficios son tan inciertos”, afirmó Lee.

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el líder de Corea del Norte, Kim Jong Un, se reúnen en Pyongyang el pasado mes de junio. Crédito: Dmitry Azarov/SIPAPRE/Sipa USA/AP

Nuevo avance

Todo ello eleva las apuestas sobre cómo Trump se relacionaría con Kim y pone en duda si el autócrata estaría siquiera dispuesto a sentarse de nuevo en caso de que Trump buscara reavivar su amistad.

En declaraciones a CNN durante una charla del Foro Mundial del Conocimiento en Seúl en septiembre, antes de las elecciones, el ex asesor de seguridad nacional de Trump, Robert O’Brien, dijo que Trump reanudaría las conversaciones con Corea del Norte si volvía al cargo.

Pero “no estaba claro” cómo respondería Kim a las nuevas conversaciones y si “volvería a la promesa de desnuclearización”, dijo O’Brien, refiriéndose a promesas pasadas que nunca llegaron a materializarse. Para Estados Unidos, pedir algo menos que la desnuclearización sería una “posición difícil” de adoptar, añadió.

En respuesta a los comentarios de Trump de que Kim lo extrañaba, los medios estatales norcoreanos dijeron durante el verano que “no les importa” quién asuma el cargo en Estados Unidos. La postura oficial de Pyongyang parece ser que, independientemente de lo que ocurra en Estados Unidos, la política de armas nucleares de Kim continuará.

Aún así, muchos observadores consideran que los objetivos fundamentales de Kim, el reconocimiento por parte de Estados Unidos como potencia nuclear de facto y el alivio de las sanciones para el desarrollo económico, se mantienen.

Eso significa que el líder de Corea del Norte puede buscar beneficios en el regreso de Trump.

A pesar de que el líder de Pyongyang considera que Estados Unidos no es digno de confianza, “es probable que la reelección de Trump anime considerablemente a Kim Jong Un; como mínimo, le permitiría reafirmar su amistad personal con Trump… y comunicarse con él”, afirmó Eul-Chul Lim, director del Centro de Investigación sobre Corea del Norte del Instituto de Estudios sobre el Lejano Oriente (IFES) de la Universidad Kyungnam, en Seúl.

Es probable que Kim “capitalice el hecho de que una alianza Corea del Norte-Rusia más fuerte sería benéfica para su poder de negociación con Estados Unidos”, afirmó.

Si Trump está interesado en llegar a un acuerdo, y qué tipo de acuerdo, es otra cuestión.

Algunos observadores han expresado su preocupación por la posibilidad de que intente suavizar las exigencias de EE.UU. en favor de conseguir un codiciado acuerdo, o de que vuelva a aumentar las tensiones.

“Trump puede ser impredecible… y su estilo durante su primer mandato no es un indicador del todo preciso del comportamiento futuro. Tendremos que ver si Trump 2.0 sigue queriendo limitar y eventualmente hacer retroceder el programa de armas nucleares de Corea del Norte”, dijo Duyeon Kim, investigador adjunto del Centro para una Nueva Seguridad Estadounidense, con sede en Seúl.

“El peor escenario es si Kim convence a Trump 2.0 para que deseche la desnuclearización e incluso esté de acuerdo con que Corea del Norte avance indefinidamente en su capacidad de armamento nuclear”, dijo.

Un portaaviones estadounidense navega con destructores de Corea del Sur y Japón frente a la costa sur de la Península de Corea durante un ejercicio conjunto en 2024. Crédito: Estado Mayor Conjunto de Corea del Sur/AP

Fallas geopolíticas

Pero el endurecimiento de las fisuras geopolíticas desde el último mandato de Trump también ha cambiado fundamentalmente el terreno sobre el que podría asentarse cualquier compromiso entre EE.UU. y Corea del Norte.

La guerra de Putin en Ucrania ha acercado a Rusia no sólo a Corea del Norte, sino también a China, el principal rival geopolítico de Estados Unidos.

Aunque Trump haya expresado su admiración por Putin y una visión escéptica de las alianzas estadounidenses como las que mantiene con la OTAN, Japón y Corea del Sur, es probable que haya límites a la medida en que pueda remodelar esas relaciones si pretende contrarrestar a Beijing.

Trump también tendrá que lidiar con una Corea del Sur muy diferente, donde un gobierno conservador de Yoon Suk Yeol ha surgido como un socio fuerte de Estados Unidos en la intensificación de la disuasión contra Corea del Norte y es poco probable que anime a Trump a reunirse con Kim sin un camino claro hacia la desnuclearización de Pyongyang.

“La probabilidad de que EE.UU. abandone a Corea del Sur es baja, sobre todo teniendo en cuenta la gravedad de la amenaza de Corea del Norte, Rusia y, por supuesto, China”, dijo Edward Howell, profesor de Política en la Universidad de Oxford en el Reino Unido, que se centra en la Península de Corea.

Y “aunque el diálogo de líder a líder pueda catalizar alguna reducción a muy corto plazo de las tensiones, es difícil creer que Pyongyang vaya a hacer concesiones significativas sobre la ‘preciada espada’ de su programa nuclear”, afirmó.

– Mike Valerio y Yoonjung Seo de CNN contribuyeron a este reportaje.