(CNN)– El presidente electo Donald Trump prometió arremeter contra gran parte de los medios en su segundo mandato, amenazando con encarcelar a periodistas, revocar licencias de transmisión y emprender una serie de demandas contra ellos. Es un enfoque que ya ha amenazado con utilizar antes.
Durante su primer mandato en la Casa Blanca, Trump se enfrentó regularmente con periodistas, calificó a la prensa como el “enemigo del pueblo” y prohibió a reporteros asistir a conferencias oficiales. En los últimos meses, durante la campaña, Trump empleó una retórica oscura y violenta para atacar a los medios, diciéndole a una multitud esta semana que no le importaría si dispararan a los periodistas, lo que ha suscitado temores de que intente utilizar el gobierno contra la prensa libre.
Expertos en liderazgo autoritario en Europa advierten que en un segundo mandato, con más leales y menos restricciones a su alrededor, Trump podría dañar gravemente la libertad de prensa en Estados Unidos. Una mirada a algunos países de Europa, donde la democracia está “retrocediendo”, sugiere cómo podría ocurrir.
Sharon Moshavi, presidenta del Centro Internacional para Periodistas, dijo que en los países donde se ha desmantelado la prensa libre, “no es una sola cosa; no es ‘vamos a encarcelar periodistas’”.
Gobiernos de todo el mundo controlados por autoritarios y hombres fuertes, incluidos Rusia, Hungría, India y, hasta hace poco, Polonia, han intentado silenciar a la prensa libre y sofocar la disidencia, dijo. Trump ha elogiado a los líderes de muchos de estos países, especialmente al primer ministro de extrema derecha de Hungría, Viktor Orbán.
“Es muerte por mil cortes. Son ataques desde múltiples ángulos”, señaló.
Estos ángulos incluyen atacar a los periodistas, desacreditar sus reportajes, ejercer presión sobre los dueños de los medios para inducir la autocensura, lanzar desafíos legales y contar con aliados adinerados para comprar medios y convertirlos en portavoces del gobierno.
Buena parte de esa presión es indirecta, dijo Moshavi, ya que los empresarios intentan proteger sus accesos e intereses.
“Ves a muchos propietarios, muchos grandes propietarios corporativos con otros intereses, que empiezan a presionar a su propio personal, directa o indirectamente, para no llegar tan lejos (en su cobertura)”, dijo Moshavi.
La profesora de la Universidad Northwestern, Olga Kamenchuk, señaló que decisiones recientes de los dueños multimillonarios de The Washington Post y Los Angeles Times de detener el respaldo planeado para la vicepresidenta Kamala Harris parecían ser un ejemplo de presión indirecta y autocensura. Ambos propietarios han negado que sus intereses comerciales hayan influido en sus decisiones.
“‘La democracia muere en la oscuridad’, y algunos de los medios que se negaron a apoyar a Harris creo que contribuyeron a eso, ayudaron a apagar esa luz, desafortunadamente”, dijo
Kamenchuk, haciendo referencia al eslogan de The Washington Post. “Los dueños piensan en cómo sobrevivirán en los próximos cuatro años, si tendrán acceso a los líderes”.
Anne Applebaum, escritora de The Atlantic e historiadora que ha cubierto ampliamente el ascenso de autoritarios en Europa, dijo que en Hungría y Polonia, los líderes que intentaron socavar la prensa libre lo hicieron “no a través de censura directa o cierre, sino a través del dinero y la influencia”, explicó Applebaum.
“Un multimillonario cercano a Orbán compraba un periódico y luego cambiaba la forma en que cubría las noticias, por ejemplo”, comentó Applebaum. “O en Polonia, los anunciantes podían temer al gobierno, pensando que si apoyaban a un periódico independiente podrían perder un contrato”.
Applebaum dijo que gobiernos como el de Orbán aprovecharon las precarias posiciones financieras de muchas empresas de medios para “terminarlas”.
Anna Wójcik, profesora asistente en la Universidad Kozminski de Polonia, explicó que Orbán no solo transformó los medios públicos financiados por el gobierno “en plataformas de propaganda partidaria”, sino que sus aliados cercanos también adquirieron estaciones privadas de televisión y radio para convertirlas en medios pro gobierno, un proceso conocido como captura mediática.
Esos medios se centralizaron en un conglomerado poderoso, la Fundación de Prensa y Medios de Comunicación de Europa Central (KESMA, por sus siglas), que ahora controla aproximadamente 500 medios, consolidando la mayoría de los medios pro gobierno bajo una sola entidad, dijo Wójcik.
Los pocos medios independientes que quedan en el país “enfrentan desafíos, incluidos obstáculos legales y negación de licencias de transmisión”, señaló Wójcik.
Estos costosos desafíos legales pueden drenar recursos de las organizaciones mediáticas y sus periodistas. A menudo, las demandas o investigaciones no tienen nada que ver con el periodismo en sí, sino que se enfocan en infracciones como violaciones fiscales, con el propósito de debilitar la sostenibilidad financiera de estos medios.
“Los periodistas, especialmente los investigadores, enfrentan acoso, intimidación y demandas costosas, como casos de difamación y otras acciones legales basadas en tecnicismos como la protección de datos”, dijo Wójcik.
Trump ya ha comenzado a demandar a la prensa. El mes pasado demandó a CBS, exigiendo US$ 10 mil millones en daños por la entrevista de “60 Minutes” con Harris. Incluso si la demanda finalmente se desestima, la cadena debe destinar recursos, tiempo y dinero para combatir las acusaciones en la corte.
Mikhail Zygar, columnista de Der Spiegel y experiodista ruso, escribió recientemente en su boletín The Last Pioneer que cuando Vladimir Putin desmanteló la prensa libre en Rusia, “ni siquiera tuvo que ensuciarse las manos”.
“Putin no aprobó leyes draconianas, ni cerró redacciones, ni encarceló a periodistas, ni mató a nadie. Las leyes de medios seguían siendo igual de liberales y la censura seguía prohibida por la constitución”, dijo. “Simplemente Putin recibió un poco de ayuda de sus amigos oligarcas”.
Estas amenazas no son meros fragmentos teóricos de todo el mundo. El editor de The New York Times, A.G. Sulzberger, y un equipo del periódico estudiaron recientemente cómo los legisladores estadounidenses podrían aprovechar este mismo manual para sofocar a la prensa.
Los aspirantes a autoritarios en el mundo “han descubierto que las represiones contra la prensa son más efectivas cuando son menos dramáticas, no material para thrillers, sino una película tan monótona y complicada que nadie quiere verla”, escribió Sulzberger en un artículo de opinión en el Washington Post.
Aun así, la mayoría de los expertos dijeron que aún creen que las instituciones estadounidenses resistirán bajo presión. Applebaum señaló que el mercado de medios en Estados Unidos, con su gran tamaño y diversidad editorial, es distinto al de países como Polonia y Hungría.
“La principal diferencia entre ellos y nosotros es que ellos son muy pequeños. Así que se puede hacer más daño más rápido. Pero también es cierto que el modelo de negocio de los medios ya no funciona para todos y puedes ponerle mucha presión”, dijo Applebaum.
Kamenchuk también expresó optimismo en que los “mecanismos y límites” sobre el poder ejecutivo consagrados en la ley estadounidense protegerán a la prensa libre.
“Soy moderadamente optimista en que los poderes democráticos, incluyendo el poder de los medios, no estarán tan limitados como hemos visto en otros países con líderes de derecha últimamente”, dijo. “Pero probablemente estos no serán los mejores tiempos”.
Aun así, Moshavi dijo que el daño duradero de Trump a los medios puede ser sus ataques retóricos contra las “noticias falsas” que han alimentado una profunda desconfianza entre sus seguidores.
“Es un absoluto desprecio y odio hacia el periodismo independiente en muchos círculos, una falta de confianza, una falta de creencia y una disposición a atacar a los periodistas”, dijo. “Ese daño es duradero”.