(CNN) –– El regreso político del presidente electo Donald Trump generó que el expresidente de Brasil Jair Bolsonaro y sus partidarios celebraran esa victoria como si fuera suya.
En muchos sentidos, en ningún otro lugar se reflejó con más rigor la estrategia política de Trump que en Brasil. Ya reactivada, la base partidaria de Bolsonaro puso la mira en las elecciones de 2026 y ve el resurgimiento de Trump como prueba de que podría producirse un retorno similar en Brasil.
Aunque se le prohibió postularse hasta 2030, Bolsonaro felicitó a Trump en una serie de videos y publicaciones en las que comparaba sus trayectorias y decía que esperaba que el regreso de Trump al poder inspirara a Brasil “a completar nuestra misión”.
A lo largo de los años, Bolsonaro se ganó el apodo de el “Trump de los trópicos” y ambos construyeron legados paralelos: cada uno enfrenta juicios legales, han sufrido de intentos de magnicidio y ambos ubicaron a sus familias en posiciones de prominencia política.
En la fiesta de Trump en Mar-a-Lago durante la noche de las elecciones, Donald Trump Jr. posó para una foto con su homólogo brasileño, el excongresista Eduardo Bolsonaro. El miércoles, Eduardo le dijo a CNN Brasil que “como le va a Estados Unidos, le va a Brasil”.
Un eje de la estrategia de Bolsonaro ha sido su alianza con destacados conservadores estadounidenses, tarea liderada por su hijo Eduardo. Desde al menos 2018, Eduardo viaja con frecuencia a Estados Unidos para cultivar relaciones con figuras como el exasesor de Trump Steve Bannon y el presidente de la Unión Conservadora Estadounidense, Matt Schlapp.
Su reunión inicial con Bannon, quien luego sirvió como asesor de la campaña de Bolsonaro, consolidó una alianza duradera que le otorgó al movimiento de Bolsonaro acceso a tácticas probadas en Estados Unidos.
“Lo que representa Bolsonaro es lo que representa el pueblo de Brasil”, dijo Bannon en febrero. “Ganó su segundo mandato igual que el presidente Trump. Se lo robaron a Trump. Se lo robaron a Bolsonaro. Y la razón por la que tiene impulso es que representa lo que cree el pueblo”.
A medida que Eduardo ampliaba sus vínculos, otros legisladores brasileños comenzaron a acompañarlo en sus giras por Estados Unidos y asistían a reuniones con republicanos como Marjorie Taylor Greene y George Santos. Otras visitas incluyeron una cumbre conservadora en las Naciones Unidas y una reunión con la Organización de los Estados Americanos, donde el congresista brasileño en ascenso Nikolas Ferreira abordó la extralimitación de los tribunales y la “venganza política y judicial” contra los partidarios de Bolsonaro tras la insurrección del 8 de enero en Brasil.
Parte de esta estrategia de alineación ya está funcionando. En septiembre, la congresista republicana de Florida María Elvira Salazar pidió que se denegaran todas las solicitudes de visado presentadas por los jueces de la Corte Suprema de Brasil con el argumento de que sus decisiones violan las protecciones a la libertad de expresión en Brasil de ciudadanos estadounidenses como Elon Musk.
El movimiento de Bolsonaro se extendió más allá de la retórica e intentó construir una infraestructura política duradera para apoyar la estrategia. Eduardo encabezó la creación de CPAC Brasil, una adaptación brasileña de la Conferencia de Acción Política Conservadora de Estados Unidos. Con apariciones de conservadores estadounidenses como Bannon, Donald Trump Jr. y el fundador de Gettr, Jason Miller, CPAC Brasil retomó los temas del nacionalismo, los valores familiares y la oposición al globalismo, y consolidó estos principios dentro del conservadurismo brasileño. Los temas de discusión de “Dios, los gays y las armas” se traducen fácilmente a una audiencia brasileña ya acostumbrada a escucharlos de los políticos estadounidenses.
Eduardo también cofundó el Conservative-Liberal Institute en 2019, una organización que copatrocinó en su mayoría eventos, pero afirma que su objetivo es convertirse en “el instituto líder del país en educación política”. Por otra parte, el propio Eduardo ofrece cursos en línea para candidatos políticos primerizos y líderes locales. Por US$ 50, puedes aprender los conceptos básicos de la teoría política, cómo ganar una elección y cómo aumentar tu número de seguidores en redes sociales.
El modelo de los políticos influyentes despegó en Brasil, y la ultraderecha desarrolló con habilidad un vasto entramado de personalidades conservadoras de los medios de comunicación que amplifican su mensaje en diversas plataformas en los que a menudo desestiman a los medios críticos como difusores de “noticias falsas”. Al igual que los seguidores de Trump, los simpatizantes de Bolsonaro crearon un ecosistema mediático autosustentable.
Cuestionar las instituciones democráticas
El escepticismo de Bolsonaro hacia las instituciones democráticas fue otro sello distintivo de su alineación con las tácticas de Trump. A lo largo del ciclo electoral de 2022, puso en duda la integridad del voto electrónico en Brasil, lo que encendió tensiones que estallaron en la insurrección del 8 de enero, cuando sus partidarios irrumpieron en la Corte Suprema, el Congreso y las oficinas presidenciales de Brasil, un claro espejismo de los disturbios del 6 de enero en el Capitolio de Estados Unidos.
A partir de ahí, el enfrentamiento con el poder judicial brasileño no hizo más que intensificarse. En los últimos años, la Corte Suprema aumentó sus poderes y aprovechó los precedentes establecidos por las investigaciones del 8 de enero para ampliar su autoridad sobre casos relacionados con extremismo político, desinformación y amenazas al orden democrático. Si bien algunos consideran que esto es esencial para proteger la democracia brasileña, los aliados de Bolsonaro lo denuncian como una extralimitación judicial destinada a silenciar las voces conservadoras.
Para los partidarios de Bolsonaro, el incremento de la autoridad de la Corte Suprema exhibe aún más su narrativa de “venganza política”. En noviembre de 2023, Ferreira y otros aliados de Bolsonaro se manifestaron contra estos supuestos excesos judiciales mientras estaban en Washington y describieron las acciones del poder judicial como una ofensiva contra la libertad de expresión y las libertades políticas.
Presentar a la Corte Suprema como un adversario político se volvió un punto central en la narrativa de Bolsonaro, quien exacerba a sus partidarios con pedidos de supervisión internacional mientras miran hacia 2026.
Pero ese camino está plagado de desafíos: Bolsonaro todavía no puede ejercer su cargo por lo que, a menos que un tribunal revierta esa decisión, no tiene sentido. Las instituciones endurecieron las normas sobre la desinformación, lo que limita su influencia en Internet. Las investigaciones sobre los ataques a Brasilia también siguen en curso, lo que ejerce presión legal sobre él, su familia y sus aliados.
Por ejemplo, en febrero la policía confiscó su pasaporte y, a pesar de que Bolsonaro le dijo a CNN Brasil que espera ver a Trump “pronto”, se espera que su equipo de defensa solo solicite recuperarlo “si y cuando” llegue una invitación explícita para la toma de posesión de Trump.
Aunque Bolsonaro no regrese al Palacio de Planalto en un futuro próximo, sigue haciendo campaña como si su nombre estuviera en la boleta electoral y, en cierto sentido, así es. Su sucesor elegido podría heredar gran parte de su base y llevar la influencia de Bolsonaro a la contienda contra una amplia coalición de izquierda.
No está claro si este camino conducirá al resurgimiento que imaginan o si se desvanecerá con el cambio de sentimiento público y las presiones legales. Pero por ahora, están dispuestos a poner a prueba los límites de un regreso inspirado por su aliado más influyente.