(CNN) – Donald Trump está haciendo exactamente lo que su aplastante victoria electoral le permitía hacer: construir sistemáticamente un equipo de gobierno a imagen y semejanza de su propuesta MAGA.
Lo que puede terminar siendo el ala oeste más derechista de la era moderna apuntará a las élites de Washington y a los inmigrantes indocumentados, buscará destruir el Estado regulador y decirle al resto del mundo que, a partir de ahora, Estados Unidos es primero.
La figura de la segunda administración de Trump está emergiendo de su resort de Mar-a-Lago, donde está siendo agasajado por los miembros del club en medio de una atmósfera de circo animada por la presencia del hombre más rico del mundo, Elon Musk.
Cada una de las nuevas escogencias del presidente electo para los puestos más importantes ha sido suficiente para causar escalofríos en los progresistas. Y eso era parte de la cuestión.
Se espera que Stephen Miller, visto por última vez en público declarando que “Estados Unidos es para los estadounidenses y solo para los estadounidenses” en el agitado mitin de Trump en el Madison Square Garden, sea nombrado subsecretario general de la Casa Blanca para políticas, informó CNN, un puesto en el que probablemente coreografiaría deportaciones masivas.
Tom Homan, el candidato a “zar de la frontera” por sus amplios poderes y autonomía, tiene una personalidad arisca que encaja bien con un presidente electo que ama a los tipos duros. Este lunes, Homan jugó con su estilo al aparecer en Fox News, donde trabajó durante años como comentarista, y advertir a los gobernadores demócratas que intentan bloquear las deportaciones “que se hagan a un lado”.
Si bien la palabra de Trump será ley en la nueva administración, las selecciones de seguridad nacional del presidente electo hasta el momento sugieren un enfoque republicano más convencional hacia la política exterior que hacia la inmigración.
Es probable que Trump proponga a Marco Rubio como secretario de Estado, informó Kaitlan Collins de CNN. El senador de Florida se burló groseramente de Trump en la campaña electoral de 2016 y fue visto como el tipo de neoconservador que los fanáticos del presidente electo adoran odiar. Pero Rubio se convirtió hace mucho tiempo al trumpismo y en la Convención Nacional Republicana de este verano le dijo a la nación: “La única manera de hacer que Estados Unidos vuelva a ser rico, seguro y fuerte es hacer que Donald J. Trump sea nuestro presidente nuevamente”. La probable selección de Rubio fue reportada primero por The New York Times.
La elección de Trump para embajadora ante la ONU es la presidenta de la conferencia del Partido Republicano en la Cámara de Representantes, Elise Stefanik, cuya carrera se disparó después de que abandonó el conservadurismo convencional para convertirse en una de las principales defensoras de Trump. “Estoy lista para promover la restauración de la paz de ‘Estados Unidos primero’ del presidente Donald J. Trump a través de un liderazgo fuerte en el escenario mundial desde el primer día en las Naciones Unidas”, dijo la congresista de Nueva York en un comunicado.
Este lunes por la noche, fuentes dijeron que Trump le pidió al representante de Florida Mike Waltz que fuera asesor de Seguridad Nacional en una decisión que tendrá una repercusión en todo el Atlántico dada la advertencia del ex Boina Verde este año de que “es hora de que los aliados inviertan en su propia seguridad” y que los contribuyentes estadounidenses habían pagado “la factura durante demasiado tiempo”.
Rubio, Waltz y Stefanik son todos halcones acérrimos respecto de China y su selección ofrece un claro indicio de cómo evolucionará la política de Trump hacia el nuevo rival superpotencia de Estados Unidos.
El presidente electo también escogió al exrepresentante de Nueva York Lee Zeldin para dirigir la Agencia de Protección Ambiental, a pesar de que los grupos ecologistas progresistas le dieron unas calificaciones pésimas mientras estuvo en la Cámara de Representantes, o debido a eso. Los dos últimos presidentes demócratas han utilizado los poderes regulatorios de la EPA para tratar de combatir el cambio climático. Pero Zeldin se comprometió a implementar la política energética de Trump de “perforar, perforar, perforar” y enmarcó sus responsabilidades en “proteger el acceso al aire y al agua limpios”, parafraseando el non sequitur de su nuevo jefe que utiliza cuando se le pregunta sobre el calentamiento global.
Lo único que tienen en común las nuevas selecciones
Dada la imprevisibilidad de Trump, ninguna selección de personal es segura hasta que se hace oficial. E incluso entonces, muchos empleados no duran mucho.
Pero cada selección o selección prevista hasta ahora tiene algo en común: una lealtad extrema a Trump, especialmente durante su mandato posterior plagado de acusaciones. Cada persona es conocida por rendir el tipo de homenaje exagerado en entrevistas de televisión que el presidente electo adora. Una sensación de traición a menudo ardía en el primer mandato de Trump cuando los miembros del Gobierno priorizaban su juramento a la Constitución por sobre su lealtad a él, como fue el caso del exdirector del FBI James Comey y muchos otros.
El goteo de propuestas a altos cargos del Gobierno sugiere un nivel de planificación y organización ausente en la primera transición de Trump en 2016 y puede reflejar la influencia de la en ciernes secretaria general de la Casa Blanca, Susie Wiles, quien dirigió una eficiente campaña electoral general en paralelo a los extravagantes estallidos del presidente electo en sus mítines y en las redes sociales. Sin embargo, es demasiado pronto para decir si el enfoque actual se repetirá en la Casa Blanca. A menudo, durante el primer mandato de Trump, pisoteó su agenda al pelearse abiertamente con miembros de su administración con quienes rápidamente se enemistó.
Rubio, Waltz, Stefanik, Zeldin, Homan y, especialmente, Miller son anatema para los críticos de Trump, que temen que el presidente electo tome rumbos extremos. Pero cada uno de estos candidatos personifica un aspecto de las creencias e instintos políticos del presidente electo, y sus propias posiciones reflejan el deseo de cambios en Washington y en la política internacional estadounidense que motivó a muchas de las decenas de millones de votantes de la mayoría electoral de Trump.
La mayoría de ellos también son personas con experiencia y –quizás con la excepción de Miller, a quien los críticos consideran un extremista de línea dura– se encuentran dentro de los parámetros de las personas que suelen ser elegidas para un Gobierno. Si todos son de extrema derecha, no hacen más que equiparar el movimiento del Partido Republicano y sus votantes durante la era Trump.
Rubio, excandidato presidencial, es muy conocido en todo el mundo y es miembro de los Comités de Relaciones Exteriores e Inteligencia del Senado. Stefanik es licenciada en Harvard, exasistente del ala oeste de George W. Bush y una de las mujeres republicanas de más alto rango que haya servido en la Cámara de Representantes. Waltz, que sirvió en múltiples misiones de combate en Afganistán, Medio Oriente y África, recibió cuatro estrellas de bronce y trabajó para los secretarios de Defensa Donald Rumsfeld y Robert Gates. Homan, como exdirector interino del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), está inmerso en cuestiones fronterizas, aunque sus oponentes consideren que su manera de actuar es algo insensible. Zeldin es un veterano del Ejército y excongresista que hizo una campaña más reñida de lo esperado para gobernador de Nueva York.
Alyssa Farah Griffin, quien se desempeñó como directora de Comunicaciones de la Casa Blanca de Trump, resumió las selecciones hasta el momento de Trump como “gente que indiscutiblemente tiene las credenciales para estar allí y uno tiene una idea de lo que van a hacer”. Griffin, ahora comentarista de CNN que a menudo ha criticado a Trump, le dijo a Erin Burnett de CNN que la rapidez con la que su exjefe escogió a sus seleccionados para el Gobierno en espera contrastaba con la confusión de personal de su primera administración.
¿Hasta dónde llegará Trump?
Las elecciones de Miller y Homan por parte de Trump sugieren que no hay vuelta atrás en sus promesas de lanzar una deportación masiva de inmigrantes indocumentados, que fue la base del argumento de cierre más extremo de cualquier candidato presidencial en la memoria reciente.
En una entrevista reciente en el programa “60 Minutes” de CBS, le preguntaron a Homan si había una alternativa a separar a los inmigrantes que iban a ser deportados de sus padres, una política que causó revuelo durante el primer mandato de Trump. “Por supuesto que la hay. Las familias pueden ser deportadas juntas”, dijo.
Miller fue un poderoso colaborador de la Casa Blanca durante el primer mandato de Trump, y fue autor de gran parte de su retórica más enérgica como redactor de discursos. Su ideología de línea dura quedó de manifiesto en la Conferencia de Acción Política Conservadora en febrero, cuando sostuvo que la política de inmigración era simple: “Sellar la frontera. Que no entren los ilegales, todos los que están aquí salen; eso es muy sencillo”. Miller agregó que el siguiente paso era capturar a los inmigrantes indocumentados y trasladarlos a “zonas de concentración a gran escala” donde los estarían esperando los aviones.
Sin embargo, a pesar de estas visiones draconianas, hay incertidumbre sobre hasta dónde llegará Trump con su programa de deportaciones y si se corresponde con sus discursos distópicos. Homan, por ejemplo, dijo que la idea de que habrá “campos de concentración” y redadas masivas en barrios es ridícula.
El presidente electo tiene el lujo de no presentarse a la reelección en 2028, por lo que en teoría no tiene nada que perder. Pero a veces se mostró reacio a tomar medidas que podrían resultar en una extrema impopularidad. Mientras tanto, los duros recursos legales que están preparando grupos de libertades civiles y defensores de los inmigrantes podrían frenar las deportaciones. Y expulsar a millones de inmigrantes indocumentados podría resultar enormemente costoso, podría perturbar el mercado laboral, enfadar a las grandes empresas y complicar las cadenas de suministro, todo lo cual podría dañar la economía y pesar sobre el futuro presidente.
Muchos demócratas y republicanos podrían estar de acuerdo con la promesa de Trump de comenzar por deportar a los inmigrantes indocumentados que hayan cometido delitos, la parte más fácil de su plan. Pero las próximas etapas son donde la política podría volverse complicada para Trump.
Chad Wolf, exsecretario interino de Seguridad Nacional durante el primer mandato de Trump, pareció indicar que todavía hay zonas grises en el alcance total de las intenciones del presidente electo, pero que sería posible una operación de aplicación mucho más amplia. “Puede que sea una posición política difícil, pero hay criminales aquí hoy que no están siendo expulsados”, dijo Wolf a Jake Tapper de CNN este lunes, quejándose de que la administración Biden se había quedado corta en esta área. “Esta idea de que vas a eximir a clases enteras de individuos de la ley, no creo que deba ser así”, dijo Wolf, admitiendo que había otros mecanismos para que los trabajadores ingresen legalmente a la economía estadounidense o para que algunos inmigrantes indocumentados obtengan estatus legal desde fuera del país si están casados con ciudadanos estadounidenses.
Sin embargo, los críticos de Trump y los inmigrantes indocumentados vulnerables encontrarán poco que les ofrezca consuelo en las nuevas elecciones de personal del presidente electo.
Comienza a perfilarse la nueva política exterior de Trump
Una incertidumbre similar rodea la política exterior del segundo mandato de Trump.
A diferencia de Trump, Rubio no fue amigo del presidente de Rusia Vladimir Putin, aunque últimamente defendió la posición del presidente electo de que la guerra en Ucrania debe terminar.
Waltz se opuso a los intentos de la administración Biden de negociar un alto el fuego en Gaza entre Israel y Hamas. Estas posiciones están muy a la derecha de muchas políticas estereotipadas de los aliados occidentales de Estados Unidos y de algunos líderes del Partido Demócrata, pero están en línea con la ortodoxia del Partido Republicano y de millones de sus votantes.
Rubio y Waltz son más convencionales en política exterior que algunos de los miembros más aislacionistas de la coalición más amplia de Trump. Sobre la cuestión crítica de Ucrania, Waltz criticó la política de la administración Biden de armar a las fuerzas del presidente Volodymyr Zelensky para repeler la invasión rusa como “demasiado poco y demasiado tarde”. Pero también respaldó las posiciones de Trump este año de que era hora de que Europa cargara con la carga de apoyar a Ucrania porque Estados Unidos necesitaba concentrarse en sus propias fronteras.
En cada administración presidencial entrante, la dotación de personal es importante y brinda pistas ideológicas sobre cómo actuará la Casa Blanca. Sin embargo, dado el historial de Trump de extraordinaria rotación de asistentes, nada puede ser permanente.