(CNN Español) — La historia de Adriano Leite Ribeiro, conocido simplemente como Adriano, es única. Podría ser, incluso, una representación de la palabra saudade. Pasó de ser un niño humilde criado en una favela brasileña a una superestrella del fútbol mundial… para después llevar a pique su carrera profesional, al punto de que él mismo se llama “el desperdicio más grande del fútbol” en una carta que recientemente le dedicó a su lugar de origen.
Sin embargo, Adriano asegura otra cosa en la carta escrita a Vila Cruzeiro, su favela: “Aquí soy respetado, este es mi lugar”.
El exjugador profesional, ahora de 42 años, llegó a la edad de 19 al gigante italiano Inter de Milán procedente del Flamengo, el club que lo vio crecer. Del 2001 al 2009, Adriano perteneció a los nerazzurri (en ese periodo jugó bajo préstamo en otros tres equipos: la Fiorentina y el Parma de Italia, y el Sao Paulo de Brasil, según el portal Transfermarkt).
Con el Inter, Adriano marcó 74 goles —un gol cada dos partidos, aproximadamente— y 18 asistencias, además de lograr cuatro títulos de liga italiana, tres supercopas de Italia y dos copas italianas.
Pese a ello, el brasileño tuvo “muchos problemas” en sus últimos tres años con el Inter, como menciona la UEFA, el organismo rector del fútbol europeo. En específico, la UEFA indica que Adriano estaba “deprimido por temas extradeportivos”.
En su carta dedicada a Vila Cruzeiro, publicada en The Players’ Tribune, Adriano comenta que no se sentía a gusto en Italia y recuerda la primera Navidad lejos de su favela, donde acostumbran juntarse para las celebraciones de fin de año y todo es fiesta.
“Cuando fui a Inter, sentí un golpe muy fuerte en el primer invierno. Llegó Navidad y me quedé solo en mi apartamento. En Milán hace muchísimo frío. Esa depresión que golpea durante los meses de frío en el norte de Italia. Todo el mundo con ropa oscura. Las calles desiertas. Los días son muy cortos. El tiempo está lluvioso. No tenía ganas de hacer nada. Todo esto combinado con la nostalgia y me sentía como basura”, escribe Adriano.
Además de esa diferencia abismal entre el clima en Italia y Brasil, el exfutbolista profesional indica que la gente en Europa también era fría, a diferencia de su lugar natal.
“Esa fue una de las cosas que más me sorprendió cuando me mudé a Europa. Las calles están en silencio. La gente no se saluda. Todos se mantienen separados”, comenta.
Tras su salida del Inter, Adriano regresó a Brasil para jugar con el Flamengo; luego jugó unos meses en la Roma de Italia; después fue al Corinthians y regresó al Flamengo, para luego integrar el Atlético Paranaense. Finalmente, en 2016, jugó unos meses más en el Miami United de Estados Unidos y ahí se retiró… lejos de casa, como nunca le gustó estar.
Cabe destacar que, si bien ya no fue el mismo Adriano rompe redes de la Serie A italiana o de la selección brasileña (donde marcó 27 goles en 48 partidos, y obtuvo los títulos de Copa Confederaciones 2005 y Copa América 2004, en la que su anotación contra Argentina en el minuto 90 fue vital para llevar la final a penales y ganar), logró quedar campeón de la liga brasileña con Flamengo (donde además consiguió el campeonato de goleo) y con Corinthians.
Adriano asegura que su “huida” de Europa no fue por problemas de alcohol, mujeres o drogas. “El Emperador” —como le apodaron en su momento— dice que nada de eso lo alejó del fútbol.
“No entendían por qué me había ido a la favela. No fue por la bebida, ni por las mujeres ni mucho menos por las drogas. Fue por la libertad. Porque quería paz. Quería vivir. Quería volver a ser humano. Solo un poco. Esa es la maldita verdad”.
El exjugador dice que Vila Cruzeiro es “un lugar realmente peligroso”, al punto de que, recuerda, su papá recibió un disparo en la cabeza por una bala perdida en una fiesta. En ese momento, Adriano tenía solo 10 años y le tocó crecer viendo las secuelas (convulsiones) que la bala dejó en su padre.
A pesar de ello, menciona que estar en su barrio, pasándola con sus amigos, bañarse con una cubeta de agua o en una pileta, recordar viejos momentos de la infancia, es lo que le hace feliz. Porque ahí es donde “aprendí lo que es una comunidad”, como cuando su papá ya no pudo trabajar tras el disparo y su mamá tuvo que cargar con la familia, así que su abuela y vecinos le ayudaron para que saliera adelante en su sueño de ser futbolista.
Adriano reconoce que bebe “uno que otro día, y los otros días también”, pero asegura que no tiene problemas de drogas, no le gusta ir de fiesta a clubes nocturnos y que no está involucrado con actividades criminales (aunque dice que pudo irse por otro camino, como “muchos amigos” lo hicieron).
“Mucha gente no entendía por qué abandoné la gloria de los estadios para sentarme en mi antiguo barrio, bebiendo hasta caer en el olvido. Porque, en cierto punto, quería hacerlo, y es el tipo de decisión de la que es difícil retractarse”, escribió.
“Por eso sigo viniendo aquí. Aquí soy verdaderamente respetado. Aquí está mi historia. Aquí aprendí lo que es una comunidad. Vila Cruzeiro no es el mejor lugar del mundo. Vila Cruzeiro es mi lugar”, finaliza “El Emperador”.