(CNN Español) – Creo en el poder transformador de las obras de arte, sea una película, una obra de teatro o un cuadro. Las historias de ficción o basadas en ella pueden chocar, molestar y, con la presión suficiente, quizá generar cambios sociales frente a determinada situación. Entonces, ¿pueden una serie y un documental de Netflix transformar la suerte de dos hombres condenados a cadena perpetua por el asesinato de sus padres?
Desde el estreno de la serie “Monstruos: la historia de Lyle y Erik Menéndez”, a finales de septiembre, y luego del documental “Los hermanos Menéndez”, ambos de la popular plataforma de transmisión de contenido en línea, la vida de estos dos hermanos ha vuelto a convertirse en tema de análisis en medios de comunicación y ahora, en la era digital, de constante discusión en redes sociales.
Lyle y Erik tenían 21 y 18 años, respectivamente, cuando hace 35 años asesinaron a sus padres, José y Kitty Menéndez, en su mansión de Beverly Hills, California. Los hermanos justificaron este crimen como consecuencia del abuso sexual al que, aseguran, fueron sometidos desde muy pequeños por parte de su padre.
En su momento, los detalles de la historia, los posteriores juicios en contra de los hermanos y el hecho de que las pruebas de ese supuesto abuso no fueron tomadas en cuenta durante el segundo proceso judicial, generaron que la industria del entretenimiento realizara películas, documentales y hasta parodias en televisión sobre el caso.
Antes de Netflix e incluso de la sentencia en 1996, la televisión estadounidense ya había producido películas como “Honor Thy Father and Mother: The True Story of the Menendez Murders” y “Menendez: A Killing in Beverly Hills”, ambas en 1994.
El interés entonces por este caso siempre ha estado presente. Siempre. Pero como ahora vivimos en la era de las tribunas virtuales, donde todos tenemos voz y voto con un reel o un trino (como antes conocíamos las publicaciones en la red X), el ruido se ha amplificado aún más.
George Gascón, el saliente fiscal distrital del condado de Los Ángeles y quien hace un mes presentó una recomendación para que los hermanos puedan recibir una nueva sentencia, basándose en pruebas adicionales y que podría garantizarles la libertad condicional, admitió que la serie y el documental de Netflix sí ejercieron algo de presión para impulsar la investigación en la que ellos venían trabajando sobre el caso desde el año pasado.
“La razón por la que hoy estoy aquí y frente a todos ustedes hace unos diez días, es porque hay un documental más reciente sobre el caso que volvió a generar una gran atención por parte del público. Sabemos que ha habido otros documentales, así que este no es el primero. Es el más reciente. Y, francamente, nuestra oficina se vio inundada con solicitudes de más información”, justificó Gascón.
Hasta el gobernador de California, Gavin Newsom, se refirió al tema en octubre durante un episodio del podcast “Politickin’”. “Hace unos nueve meses me reuní con el equipo que produjo la serie y me lo advirtieron”, contaba Newsom.
“Ya vas a ver qué pasa después de que la serie se estrene (me decían) porque va a generar muchas más conversaciones sobre si estos tipos deberían ser puestos en libertad o recibir una nueva sentencia. Y aquí estamos ahora, en una vía rápida, un par de meses después”, dijo el gobernador en el podcast.
Newsom, por cierto, tiene la potestad de ejercer clemencia en este caso, pero dejará que el nuevo fiscal distrital del condado de Los Ángeles, Nathan Hochman, asuma su puesto y lo revise, antes de tomar cualquier decisión.
En definitiva, Netflix, con su serie y su documental, sí demostró su influencia, pero no olvidemos la que en su momento también tuvieron celebridades como la comediante Rosie O’Donnell y Kim Kardashian. La primera con gran empatía hacia los hermanos y la segunda en su lucha por una reforma al sistema penal estadounidense.
Si la suerte les favorece, los hermanos Menéndez, que comparecerán en la corte este lunes, tendrán que reconocer que el resultado ha sido gracias a un esfuerzo conjunto, quizá no intencional y no coordinado, que ya cumple más de tres décadas.