Nota del editor: Cynthia Zamora (Cuba, 1990) es Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Tiene un Máster en Relaciones Internacionales y Migraciones por la Universidad de Cádiz y actualmente cursa un Máster en Dirección y Gestión Pública en la Universidad de Granada. Se ha formado como periodista en RTVE Andalucía, Euronews y es parte del equipo de escritores de CNN en Español desde 2017.
No lo conocí, pero por lo que he escuchado, leído y rebuscado en los archivos de esta cadena, que fue su segunda casa durante muchos años, si ese erudito de la palabra que fue Carlos Alberto Montaner pudiera reencarnarse en sus letras para vivir en una sola combinación posible de todas ellas, intuyo que su elección sería LIBERTAD. Así, con mayúsculas y a lo grande. Si Montaner volviera a nacer volvería a hacerlo libre, apegándose a casi todas las acepciones de la palabra. Libre como añoró ver siempre a la isla que lo parió. Libre como practicó la vida y libre como eligió su muerte. Ni siquiera la zambullida en las sombras de una terrible enfermedad que lo iba despojando de su ingenio logró arrebatarle la lucidez de esa falta de sujeción y subordinación que había cultivado con meticuloso empeño en sus días más brillantes.
Su hija, Gina Montaner, está estos días en Miami presentando la crónica del último viaje del intelectual cubano, su exilio definitivo. La obra Deséenme un buen viaje: memorias de una despedida se presentó en Estados Unidos durante la Feria del Libro de Miami y saldrá a la venta en España en 2025. “En el libro rememoro lo que fue la vida de mi padre, su trayectoria literaria, su activismo político. Lo que fue vivir con alguien como él”, dice Gina Montaner. En una familia marcada por el exilio, este libro es, según su autora, “el viaje de ida para él y de no regreso, y el viaje de nosotros también al arraigo de un lugar de donde nos fuimos y hemos vuelto”. Se refiere a Madrid, hogar de Montaner durante más de 40 años y la ciudad en la que encontró el camino hacia una muerte digna.
La eutanasia
Antes que periodista y escritora, Gina Montaner es hija. Conociendo a su padre como lo conocía y pareciéndose tanto a él como se parece, desde el momento del diagnóstico de la enfermedad siempre pensó que su padre le plantearía la eutanasia. No se equivocó. Ambos compartían una relación muy fuerte y desde esa posición de privilegio recibió la encomienda más difícil de su vida. Cuenta que la petición llegó con la naturalidad de lo cotidiano. Paseaban por un centro comercial de Miami en un intento por ejercitar las habilidades motoras de su padre, cuando este se lo espetó sin amortiguación alguna: “Lo he estado pensando. Quiero volver a Madrid (…) quiero acogerme a la Ley de Eutanasia y necesito que tú me ayudes”, cuenta ella. “No me sorprendió por venir de alguien como mi padre”, dice la escritora que, pese a ello, emocionada alcanza a reconocer que “fue muy duro”.
A partir de ese momento Gina Montaner fue la más fiel escudera de su padre, la ejecutora de sus voluntades ante un núcleo familiar al que le resultó complicado aceptar. “Me convertí en la defensora de lo que quería mi padre, a pesar de las incertidumbres lógicas que pudiera tener mi madre”, dice ella.
Llevar a término aquella dolorosa misión implicó desmantelar la vida de una familia, incluyendo la suya propia. Gina Montaner tuvo que dejarlo todo para regresar a Madrid, aunque hacer las maletas fue solo el principio de un camino tortuoso: “Fue un proceso más largo y difícil de lo que incluso mi padre pudo imaginar”.
La Ley de Eutanasia se aprobó en España en marzo de 2021. La prestación de ayuda para morir está incluida en la cartera de servicios de Sistema Nacional de Salud, de financiación pública, y garantiza que se proporcionen los medios necesarios a la persona que haya manifestado su deseo de morir, siempre que cumplan con las condiciones exigidas en la normativa y siempre que se le haya diagnosticado un padecimiento grave, crónico o imposibilitante.
La eutanasia en España “es un proceso burocrático y médico complicado que requiere deliberaciones”, dice la escritora, quien cuenta que la primera vez que su padre solicitó la prestación de ayuda para morir, le fue negada por un neurólogo al final del proceso deliberativo.
Eso los obligó a empezar de nuevo con la ayuda de la Asociación Derecho a Morir Dignamente, que para Gina Montaner fue un apoyo y una guía inestimable que les permitió llegar hasta el final. Esa meta en el proceso implicaba la decisión más difícil de todas. “Cuando por fin se aprueba la eutanasia la persona se tiene que sentar, mirar un calendario y decir: me voy a morir este día y a esta hora”, dice ella.
El fin de una enfermedad rara
Carlos Alberto Montaner eligió el 29 de junio de 2023. “Su decisión no parte de la desesperación sino de algo muy racional. Precisamente porque él amaba la vida no quería irse de este mundo de una forma que para él no era aceptable”, afirma Gina Montaner. A Montaner terminaron diagnosticándole una Parálisis Supranuclear Progresiva (PSP), que es un tipo de párkinson atípico y mucho más agresivo. Una enfermedad rara que padecen muy pocas personas.
“Para él lo más duro era pensar que su vida intelectual se acababa”, dice su hija. Pasado el tiempo ya le costaba teclear y tenía que dictar sus escritos. La enfermedad también le había arrebatado la habilidad de improvisar oralmente, además de las limitaciones físicas porque, por supuesto, su cuerpo también dejó de acompañarlo: “Él piensa que no va a aceptar un deterioro inexorable por la enfermedad, que lo que quiere es morir con sus facultades, en la medida de lo posible, no muy destruidas”.
Deséenme un buen viaje: memorias de una despedida
Con la perspectiva que da el paso del tiempo, Gina Montaner está convencida de que su padre, al igual que el intelectual español Javier Pradera quería vivir, no durar de cualquier manera. Fue casi al final cuando surgió la idea de escribir, de contar en un libro, el doloroso periplo que supuso obtener la eutanasia. “Dudé, no sabía. Tuve momentos en que pensé: no sé si podré”, cuenta ella. Pero luego, tras una reveladora conversación con su editor, acordaron que el libro no podía ser un manual sobre la eutanasia, sino más bien un escrito muy personal… una crónica de la vida de una familia marcada por un episodio traumático. “Vivir lo que me tocó vivir con mi padre finalmente fue extraordinario”, sentencia Gina Montaner.
Escribir el libro le enseñó a ella, a quien algunos de los más cercanos la tildan a veces de mujer imposible por no encajar en los modelos y cánones tradicionales, “la importancia de luchar por lo que uno cree, de dar la batalla”, y también “a vivir con gran plenitud con las personas que tenemos a nuestro lado y que queremos”. “No le tengo ningún miedo a la muerte”, afirma sin reparos. Y a tenor de los hechos, tampoco su padre.
Carlos Alberto Montaner escribió su último artículo en mayo y murió en junio de 2023. Ya para entonces su hija cree que tenía prisa por irse, aunque siempre le quitó peso al final. Se despidió de sus lectores fiel a su estilo. “No le doy más la lata, querido lector. Adiós”. Y, siempre optimista, el intelectual que no pudo soportar que se le murieran las palabras tomó las riendas de su destino. Carlos Alberto Montaner coronó su existencia haciendo uso de esas mismas palabras que lo catapultaron al mundo y que lo cobijaron hasta el final: “Deséenme un buen viaje”. Y se fue.