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A la fotógrafa estadounidense de origen ruso Anastasia Samoylova le encanta “Barbie”. No solo acudió vestida de un rosa brillante a la inauguración de su propia exposición fotográfica en el Museo Metropolitano de Arte en octubre, sino que también insistió en llevar a su hijo adolescente a ver la película 2023, de Greta Gerwig, por considerarla un visionado feminista imprescindible. “¿Es perfecta? No. Pero aborda temas muy complicados y divisivos”, dijo Samoylova a CNN en una videollamada desde su casa en Florida. Recuerda cómo el personaje principal de Margot Robbie, Barbie, para en seco la eufórica pista de baile cuando se pregunta en voz alta: “¿Alguna vez piensas en la muerte?”. “Eso es literalmente lo que he intentado comunicar”, dice Samoylova. “Todo esto es rosa y atractivo, pero vamos a morir”.

Samoylova, cuya obra se expone actualmente tanto en el Met Museum de Nueva York como en la Saatchi Gallery de Londres, ha cosechado elogios de la crítica por sus imágenes sutiles e inductoras de ansiedad de los paisajes rosa pastel de Florida que se derrumban. Su serie de 2019 “Flood Zone”, un guiño a la enervante etiqueta burocrática que a menudo puede dictar la vida o la muerte, es una crónica surrealista de una zona en decadencia en tiempo real.

La obra de Samoylova fusiona paletas de colores rosa pastel con imágenes de flora y fauna desplazadas, mostradas aquí en “Pink Sidewalk” (2017).
“Concrete Erosion” (2019). La serie “Flood Zone” es un estudio de la decadencia climática en tiempo real.

El cocnreto agrietado de color chicle, las piscinas inundadas, las palmeras arrancadas y los caimanes desplazados pintan una nueva y desconcertante imagen de la crisis climática. Las imágenes de Samoylova distan mucho del lenguaje visual de osos polares hambrientos e incendios forestales abrasadores que a menudo saturan la convergencia en torno al medio ambiente. “Todo está entrelazado”, afirma. “Por eso creo que aislar el cambio climático como algo distante y abstracto, y asociarlo visualmente al deshielo de los casquetes polares, es muy peligroso, porque ahora mismo estamos en el momento. Cada decisión política nos va a afectar en este día a día”.

Samoylova se mudó a Florida en 2016, donde le llamaron la atención los graves fenómenos meteorológicos y el envejecimiento de las infraestructuras del estado. Inmediatamente comenzó a documentar su nuevo entorno. Casi ocho años después, “Flood Zone” se siente más relevante que nunca tras el huracán Milton, la tormenta de categoría 3 que mató a más de una docena y dejó a más de 2,6 millones de floridanos sin electricidad. Milton fue el tercer huracán que tocó tierra en el estado en 2024. Pero Samoylova no se considera una fotógrafa medioambiental. “Soy reacia a las etiquetas”, afirma. “Vivo en Miami y la propia elección del medio, para mí, conlleva la responsabilidad de reflexionar sobre nuestro tiempo. Si no, ¿para qué fotografiar?”.

Samoylova cree que el medio fotográfico conlleva la responsabilidad de "reflexionar sobre nuestro tiempo". Actualmente, nuestro tiempo está definido por el cambio climático. "Crabbing, Georgia" (2018), de Anastasia Samoylova.

El enfoque artero y misterioso de su fotografía de observación es intencionado. Varios años captando el extremismo político, el aburguesamiento y la desintegración medioambiental han dado a Samoylova tiempo para pensar en cómo transmitir mensajes desastrosos.

“¿Cómo se comunican estos temas tan complejos y se hacen comprensibles? “Lo más difícil es que no resulten desagradables. Vengan por las aceras rosas que caracterizan las calles de Miami, como hacen muchos turistas, y quédense por las subsiguientes sensaciones de pavor existencial. Es una cucharada de azúcar para bajar la medicina”, dice. “(El cambio climático) está estigmatizado y se ha convertido en un tema divisorio, al menos donde yo vivo en Estados Unidos, especialmente en Florida. Y quién sabe, es probable que vuelva a borrarse de la conversación”.

Pero más allá de dejar constancia de la crisis de Florida, su obra encierra una oscura poesía y un amplio margen para la interpretación creativa. El pasatiempo favorito de Samoylova es aparecer en las instalaciones de sus propias galerías, estacionarse en un banco o flotar entre los visitantes como un “fantasma” y sintonizar con la lectura que hace la gente de sus imágenes. “Es la mejor sensación”, dice, “dejar la obra lo suficientemente abierta como para que la gente pueda discutirla a su manera sin aportar una narrativa demasiado didáctica”.

Una imagen en particular está lista para el análisis. En “Gator” (2017), un caimán flota por encima del espectador, suspendido en un agua verde, turbia y ácida. Aunque Samoylova tomó la foto en una reserva natural, sosteniendo el objetivo cerca del tanque del caimán, no hay un contexto real para el entorno del animal. Podría estar en cualquier parte: nadando por una calle inundada o al acecho bajo la superficie de una piscina anegada. “Es una alegoría”, explica Samoylova. “Porque realmente acaban así en las piscinas de la gente”, dijo, y añadió que parecía que apenas pasaba un mes sin que se denunciara el ataque de un caimán. “Es su hábitat nativo, así que somos nosotros los que invadimos, no ellos”.

“Park Avenue, Miami Beach” (2018), de Anastasia Samoylova.
“Pool after hurricane” (2017). El pasatiempo favorito de Samoylova es escuchar la interpretación de su obra por parte del público.

Samoylova ve algo “ballardiano” en la foto del caimán, que también eligió para su tarjeta de visita, sobre todo en relación con la novela distópica del autor británico J. G. Ballard de 1962 “El mundo ahogado”, que describe una Tierra posapocalíptica consumida por el agua. “(El caimán) está como ascendiendo sobre ti, y tú ya estás en el fondo de ese embalse”, dijo. “Eso es lo que se siente en Florida. Hoy estamos aquí sentados y estamos a 29 °C (84 °F). Estamos en noviembre”.

Sin embargo, la serie, junto con la perspectiva personal de Samoylova, no pretende ser pesimista. “Sigo siendo, no optimista, sino esperanzada”, declaró a CNN.

Su próximo proyecto, titulado “Transformaciones”, explora ese sentimiento, centrándose principalmente en captar las muchas soluciones climáticas que ya se están aplicando en todo el mundo. Todo cuenta: Desde paneles solares y tejados verdes hasta huertos urbanos e iniciativas empresariales.

“Necesitamos un poco de esperanza”, afirma.