El caso de la violación en masa de Pelicot marcó un hito en la sociedad francesa y ha provocado un profundo examen de conciencia sobre la violencia sexual y el consentimiento.
Muchos lo han calificado de terremoto sociocultural, un ajuste de cuentas sobre el problema sistémico de Francia con las mujeres. En el epicentro del juicio se encuentran 51 hombres que vivían en un radio de 50 kilómetros. Al frente estaba Dominique Pelicot, que drogó e invitó a esos desconocidos a agredir y violar a su entonces esposa, Gisèle, durante más de una década.
Era en ese minúsculo perímetro geográfico donde se desarrollaba todo un mundo de violencia y misoginia.
Este jueves, cientos de personas abarrotaron un tribunal de Aviñón cargado de emoción, y muchas se congregaron en el recinto para escuchar el destino de los acusados, cuyos actos no solo cambiaron la vida de Gisèle y su familia, sino también la de la nación.
Cuarenta y nueve de los hombres fueron condenados por violación. Dos fueron condenados por agresión sexual. Cuatro de ellos también fueron condenados por posesión de imágenes de abusos sexuales a menores.
Los hombres eran “Monsieur-Tout-Le-Monde”, o “un hombre cualquiera”, como se les ha apodado, y no delincuentes profesionales. Los hombres, de edades comprendidas entre los 26 y los 74 años, ocupaban puestos como enfermeros, militares, periodistas y funcionarios de prisiones.
Sin embargo, a pesar de las abrumadoras pruebas en su contra, cientos de videos condenatorios que muestran las violaciones y miles de mensajes de texto que ponen al descubierto sus planes, solo una decena de los hombres admitieron su culpabilidad, y muchos dijeron que creían que el consentimiento de Dominique, no el de Gisèle, bastaba para llevar a cabo sus crímenes.
El horror de los crímenes, unido a la idea de que fueron perpetrados por “un hombre cualquiera”, ha impulsado un debate nacional sobre la normalización de las agresiones sexuales.
Dominique Pelicot fue condenado a 20 años de prisión, la pena máxima por su delito. Los demás hombres fueron condenados a penas de entre 3 y 15 años de cárcel. Algunos, mientras tanto, han salido en libertad tras cumplir condenas suspendidas.
Muchos dicen que las sentencias no son lo suficientemente duras, que no tienen en cuenta los horrores del delito. Y a pesar de las penas de prisión, sin cambios concretos, las mujeres de Mazan, el pueblo del sur de Francia donde se produjeron los crímenes, dicen que estos podrían volver a repetirse mañana.
“¿Qué ha cambiado realmente? La mentalidad no ha cambiado y las leyes tampoco, sigue igual y por eso no nos sentimos seguras”, afirmó Nedeljka Macan, residente en Mazan.
Gisèle esperaba que al renunciar a su anonimato, y por tanto abrir el juicio al público, ayudaría a cambiar la cultura de la violación, por muy doloroso que fuera ver las desgarradoras pruebas de sus abusos.
“Fue una elección hacerlo público. Y lo ha hecho al servicio de otras mujeres”, declaró a CNN Sarah McGrath, de Women for Women France.
Fue ese servicio, valentía y desafío lo que la transformó en una heroína feminista, decidida a hacer que “la vergüenza cambie de bando”.
“Muy a menudo a nivel internacional, Francia puede tener una especie de reputación de ser realmente progresista en lo que se refiere a los derechos de la mujer”, dijo McGrath. “Y ese es el caso que acabamos de tener, ya sabes, el derecho al aborto puesto en la constitución, lo que es un gran avance. Sin embargo, en lo que respecta a la violencia sexista y sexual, realmente vamos por detrás de nuestros otros vecinos europeos”.
Los datos muestran que las supervivientes de violencia sexual no suelen denunciar en Francia. Solo el 10% de las víctimas de violación llegan a denunciar el delito ante la justicia. Y de esas denuncias, solo entre el 1 y el 4% acaban en condena, dijo McGrath.
Gisèle Pelicot ha inspirado ahora a esas mismas víctimas para que denuncien e impulsen el cambio. Los últimos tres meses han impulsado a la gente de toda Francia a la introspección y a plantearse qué es el consentimiento. El juicio les ha obligado a debatir sobre la cultura de la violación y sobre cómo cambiarla.
Aunque el juicio marcará la historia de Francia, activistas y abogados han subrayado que no supone el final de un horrible capítulo en la historia, sino el comienzo de una nueva era en la que el consentimiento se enseñe en las escuelas y se incluya en el código penal.
Las activistas de los derechos de la mujer se han subido a la ola de la llamada a la acción y el optimismo de Gisèle.
Este jueves, a la salida del tribunal, Gisèle declaró que el juicio le había demostrado que es posible “un futuro en el que mujeres y hombres puedan vivir en armonía y respeto mutuo”.
Depende de Francia aprovechar este momento y hacerlo realidad.
– Kara Fox de CNN contribuyó con este reportaje.