El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, aparece en una sala del tribunal de Tel Aviv el 10 de diciembre de 2024 para defenderse de los cargos de corrupción.
CNN  — 

El año pasado, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, estaba de capa caída.

“Empezó muy abajo”, dijo Nadav Shtrauchler, un estratega político que trabajó estrechamente con Netanyahu. “El punto más bajo que ha tenido”.

Muchos israelíes le acusaron de estar dormido al volante el 7 de octubre, el ataque más mortífero contra judíos desde el Holocausto. Algunos incluso dijeron que lo propició financiando a Hamas.

Su apoyo político era pésimo, aunque la guerra de Gaza le permitió dejar de lado las convocatorias electorales. Las encuestas indicaban que el apoyo a su partido, el Likud, había descendido un 25% respecto a solo tres meses antes.

A primera vista, el año que siguió no fue nada alentador. Decenas de miles de muertos, conflictos regionales, acusaciones de limpieza étnica y genocidio. Sin embargo, Netanyahu termina el año habiendo transformado su posición en Israel.

“Estoy corriendo un maratón”, declaró ante un tribunal de Tel Aviv a principios de este mes, enfrentado a acusaciones –que él niega– de soborno, fraude y abuso de confianza. “Puedo correrla con 20 kilos a la espalda, y puedo correrla con 10 kilos a la espalda”.

Otra vez el “Sr. Seguridad”

Netanyahu se pasó el año gestionando –y en algunos casos instigando, según sus críticos– un conflicto regional en expansión, al tiempo que apuntalaba su base política interna.

“2024 fue el año en que empezó a recuperarse de las gravísimas pérdidas de imagen pública”, dijo la analista política y de encuestas Dahlia Scheindlin.

Netanyahu se dirige a la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York en septiembre.

Si las elecciones se celebraran hoy, el Likud aún perdería algunos escaños, pero el apoyo volvió a los niveles anteriores al 7 de octubre. La oposición de figuras como el general retirado Benny Gantz ha disminuido. Netanyahu neutralizó la disidencia despidiendo a Yoav Gallant como ministro de Defensa e incorporando a políticos serviles cuya lealtad y relaciones en la Knesset disminuyen el riesgo de que la extrema derecha o los partidos ultraortodoxos puedan hundir la coalición.

Mientras Gaza sigue siendo unas esposas en las muñecas de Netanyahu –pegatinas con los rostros de los rehenes se adhieren a las calles israelíes– el conflicto regional ha disminuido su relevancia. También ha sido clave para su éxito, argumenta Scheindlin. Ha vuelto a su forma, posicionándose como el único líder dispuesto y capaz de defender al pueblo judío y prevenir la creación de un Estado palestino.

Se lleva a cabo una manifestación en Tel Aviv en abril por los rehenes israelíes retenidos en Gaza.

Para los israelíes es, una vez más, “Sr. Seguridad”.

“En el momento en que Hezbollah se involucró”, dijo Scheindlin, refiriéndose al grupo militante libanés respaldado por Irán, “se convirtió en algo más allá del fracaso de Netanyahu o del fracaso de su Gobierno. Se convirtió en la prueba de que el resto del mundo está contra nosotros y quiere matarnos, y nadie entiende la ‘amenaza del pulpo’ iraní mejor que Netanyahu. Y por eso él también se lleva el mérito de haberla afrontado”.

Incluso el juicio por corrupción y una orden de detención de la Corte Penal Internacional (CPI, por sus siglas) por crímenes de guerra son pruebas, para Netanyahu y sus partidarios, de que es él contra el “Estado profundo”.

Una y otra vez repite eslóganes familiares que son tan huecos como reconfortantes: “un Estado palestino es una recompensa al terrorismo” e Israel logrará la “victoria total”.

Irán puede ser un enemigo conocido, pero Shtrauchler sostiene que la agresiva campaña militar jugó en contra de los instintos “ortodoxos” de Netanyahu, que antes del 7 de octubre era visto como relativamente reacio a utilizar tácticas militares aventureras en el extranjero.

“Él sabe cómo tomar una situación y adaptarse a ella”, dijo. “Políticamente no creo que muchos hubieran creído en noviembre u octubre del año pasado que éste sería su estatus ahora”.

Netanyahu en junio en la ciudad israelí de Kiryat Shmona, que fue objeto de un ataque constante por parte de Hezbollah en Líbano.

Durante un año, Israel mantuvo un conflicto de bajo nivel en Líbano, iniciado por Hezbollah en solidaridad con Hamas. El gabinete israelí desautorizó a los halcones que querían una campaña agresiva el otoño pasado. A finales de septiembre eso cambió, e Israel lanzó una ofensiva devastadora que mató a miles de personas, desplazó a más de un millón y arrasó gran parte de la frontera sur de Líbano.

La agresiva estrategia condujo a la muerte del líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah. El jefe de Hamas, Yahya Sinwar, también murió. La caída de Bashar al-Assad en Siria cortó la línea de suministro más importante de Hezbollah desde Irán. Las Fuerzas de Defensa de Israel desempolvaron sus planes para Siria y en pocos días destruyeron la capacidad naval, aérea y de cohetes de Assad. Comandos israelíes ocupan la estratégica cumbre del monte Hermón, en el sur de Siria.

Las secuelas de un ataque aéreo israelí en el sur de Beirut, Líbano, que mató al líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, el 27 de septiembre.

“Hace un año dije algo sencillo: cambiaríamos la faz de Medio Oriente, y de hecho lo estamos haciendo”, dijo Netanyahu a principios de mes tras una llamada telefónica con el presidente electo Donald Trump.

Ese aliado pronto se trasladará a la Casa Blanca. El presidente entrante eligió como embajador en Israel a un cristiano evangélico que no se molestará con tópicos sobre un futuro Estado palestino.

Netanyahu es fotografiado en el monte Hermón en el sur de Siria, cuya cumbre fue capturada por las fuerzas israelíes tras la caída de Bashar al-Assad.

Aunque las protestas a favor de Palestina se convirtieron en algo habitual en las capitales occidentales, y los líderes occidentales endurecieron su retórica, las entregas de armas a Israel han continuado.

En lo que respecta al apoyo occidental a Israel, existen marcadas diferencias partidistas y de edad. Pero las encuestas en Estados Unidos sugieren que las opiniones sobre Israel, los palestinos y la guerra no han cambiado mucho en el último año, ni siquiera desde antes del 7 de octubre.

Netanyahu, a la derecha, con Donald Trump en Mar-a-Lago, Florida, en julio.

En Estados Unidos, según una encuesta del Pearson Institute/AP-NORC, el 40% de los encuestados afirmaba en noviembre de 2023 que Israel había “ido demasiado lejos” en su guerra de Gaza. Esa cifra aumentó al 50% en enero. Pero en septiembre de este año, había vuelto a bajar al 42%.

El apoyo público a la ayuda militar a Israel apenas ha variado. Ha aumentado la simpatía tanto por los palestinos como por los israelíes. El número de estadounidenses que dicen que un acuerdo sobre los rehenes es “extremadamente” importante ha disminuido ligeramente, junto con el número de los que dicen que es “extremadamente” importante proporcionar ayuda a los palestinos. El apoyo firme a un alto el fuego permanente es más o menos el mismo que hace un año, un 52%.

Muerte, acusaciones y protestas

Que Netanyahu se haya recuperado como lo ha hecho es aún más sorprendente dada la devastación que ha traído 2024.

Noventa y seis rehenes tomados el 7 de octubre permanecen en Gaza. Se cree que muchos han muerto.

Menos israelíes piensan que el país se encuentra en una situación “muy mala”, según una encuesta del Instituto Israelí para la Democracia, pero todavía casi la mitad mantiene esa opinión.

La guerra de Israel en Gaza mató a decenas de miles de personas, la mayoría mujeres y niños, según la ONU.

Familiares lloran a Rahaf Abu Laban, de 17 años, en un hospital de Deir al-Balah, Gaza, en noviembre. Ella fue aplastada hasta la muerte cuando una multitud de palestinos empujó para conseguir pan en una panadería.

En el mundo occidental, tanto políticos como manifestantes critican a Israel de una forma que antes se consideraba imposible.

No está claro si Netanyahu puede viajar a Europa o a cualquiera de las 124 naciones que están obligadas a cumplir la orden de detención de la CPI contra él y su exministro de Defensa. El fiscal de la CPI dice que el primer ministro ha privado “intencionadamente y a sabiendas” a los habitantes de Gaza de suministros humanitarios con el objetivo de matarlos de hambre, y es responsable de ataques dirigidos contra civiles. Netanyahu acusó al tribunal de “bancarrota moral” y dijo que los cargos pretendían disuadir a Israel “de ejercer nuestro derecho natural a defendernos”.

Irlanda, Sudáfrica y Amnistía Internacional lanzaron acusaciones de genocidio contra Israel, el refugio de los judíos, el pueblo para el que el abogado polaco Raphael Lemkin acuñó el término. Los abogados israelíes han rechazado esa acusación por “burdamente distorsionada”.

Con Netannyahu, por primera vez un primer ministro israelí se enfrentó a cargos penales y penas de prisión. En diciembre, se convirtió en el primero en defenderse en un tribunal.

La guerra ha sido la más larga y costosa de la historia de Israel. El turismo apenas existe. Las empresas están cerrando sus puertas.

Netanyahu habla en el cementerio militar del monte Herzl en Jerusalén, en agosto.

Y aunque Netanyahu termina el año mucho mejor de lo que lo empezó, su futuro dista mucho de estar asegurado.

La política israelí está tan fracturada como siempre, y él sigue siendo una figura profundamente divisiva. Su coalición de Gobierno es más estable, pero sigue siendo frágil. La imagen internacional de Israel puede verse alterada para siempre. El alto el fuego y el acuerdo sobre los rehenes en Gaza parecen próximos, pero siguen siendo difíciles de alcanzar. Irán está debilitado, pero sigue siendo una grave amenaza.

“Si nos lo tomamos como una película, aún no hemos visto la última escena”, dijo Shtrauchler.