Los jubilados caminan por el parque Alameda del Tajo en Ronda, España, en diciembre de 2024. El envejecimiento de la población supone una carga creciente para los estados de bienestar de Europa.
Londres CNN  — 

Los generosos estados de bienestar de Europa se encuentran bajo una presión cada vez mayor a medida que el débil crecimiento económico choca con las crecientes demandas sobre los presupuestos gubernamentales, en particular por parte de las poblaciones que envejecen.

El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca este lunes no hace más que aumentar la incertidumbre que enfrenta una de las regiones más estables y prósperas del mundo.

El presidente entrante de Estados Unidos tiene previsto dirigirse a la reunión anual del Foro Económico Mundial esta semana. Los líderes empresariales y gubernamentales europeos que se reúnen en la ciudad alpina de Davos, en Suiza, estarán ansiosos por conocer los planes de Trump, incluidos los aranceles a los bienes importados y la guerra que se libra en Ucrania.

Estados Unidos es el mayor comprador de bienes europeos y se espera que los aranceles que Trump prometió durante la campaña reduzcan el crecimiento en la región. Incluso la mera amenaza de mayores gravámenes a las importaciones podría hacerlo, debido al lastre resultante para la inversión empresarial, ya que las empresas deben actuar con cautela, según los analistas de Goldman Sachs y JP Morgan.

También es incierto si Europa puede contar con la continua protección militar estadounidense, ya que Trump amenazó en octubre con abandonar a los aliados de la OTAN (mayoritariamente estados europeos) si no aumentan el gasto en defensa.

A principios de este mes, pidió a los miembros de la alianza militar que duplicaran el gasto de defensa hasta el 5% de su producto interno bruto, desde la directriz actual del 2%, un nivel que muchas economías europeas aún no alcanzan.

Al destinar una menor proporción de sus presupuestos a la defensa, los países europeos han podido gastar más en servicios gubernamentales, incluidos la atención sanitaria y los subsidios de desempleo. Desde 1991, Europa ha ahorrado US$ 1,9 billones como resultado de un menor gasto en defensa —el llamado “dividendo de la paz”—, lo que ha permitido una expansión de los estados de bienestar europeos “en un grado que no está respaldado por el desarrollo económico general”, escribieron hace un año investigadores del Instituto Ifo de Alemania.

Incluso un pequeño aumento en el gasto en defensa probablemente pondría presión sobre las ya limitadas finanzas del gobierno, que también deben cubrir otras demandas crecientes.

“Los gobiernos europeos no solo aspiran a un mayor gasto en defensa, sino que también tienen que invertir en la transformación de sus economías en crisis y en la lucha contra el cambio climático”, afirmaron los investigadores del Ifo. “El limitado margen fiscal les plantea serias disyuntivas”.

Sacrificar ‘el futuro’

Además del gasto en defensa, nuevas tecnologías y la transición hacia la energía limpia, Europa enfrenta otro costo enorme: el envejecimiento de la población.

“La carga del envejecimiento es una carga real”, dijo Peter Taylor-Gooby, profesor de investigación de política social en la Universidad de Kent en Inglaterra. El gasto gubernamental en las personas mayores ya representa “la mayor parte del estado del bienestar” en Europa, dijo a CNN.

Tomemos como ejemplo Alemania. Para mantener el sistema actual de pensiones, la mayor economía de Europa necesita crecer al menos un 2% anual, según el director general del Deutsche Bank, Christian Sewing. La economía alemana, en cambio, se ha contraído en los dos últimos años.

En Europa en su conjunto, la caída de las tasas de natalidad y el aumento del número de jubilados a medida que la gente vive más significan una menor proporción de trabajadores y un mayor gasto público en los ancianos, lo que deja menos para invertir en formación y tecnología para mejorar la productividad y generar el crecimiento económico (y los ingresos fiscales) necesarios para mantener los estados de bienestar.

“Para seguir pagando las pensiones y la atención sanitaria (de las personas mayores), sacrificamos el futuro, que es invertir en educación, invertir en los niños, invertir en investigación y desarrollo”, afirma Bruno Palier, director de investigación del Centro de Estudios Europeos y Política Comparada de Sciences Po en París. “Ahí es donde debería estar el miedo”.

McKinsey estima que en Europa occidental, la disminución prevista de la proporción de personas en edad de trabajar en la población general podría desacelerar el crecimiento anual del PIB per cápita en un promedio de US$ 10.000 durante el próximo cuarto de siglo, lo que no sería un lastre “insignificante” para la mejora de los niveles de vida.

Para mantener el mismo crecimiento del nivel de vida observado desde la década de 1990, McKinsey calcula que la productividad, definida como el PIB por hora trabajada, en las mayores economías de Europa tendría que aumentar entre dos y cuatro veces el ritmo de la última década entre ahora y 2050.

En la actualidad, el crecimiento de la productividad en Europa se está desacelerando, lo que hará más difícil mantener la protección social, que en muchos países europeos es más generosa que en otras economías avanzadas, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.

“Si no podemos aumentar la productividad, corremos el riesgo de tener menos recursos para el gasto social”, dijo la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, en un discurso pronunciado en noviembre apenas unas semanas después de que Trump ganara su segundo mandato.

“Nuestra forma europea de protección social está ahora bajo presión”, advirtió. “Necesitamos adaptarnos rápidamente a un entorno geopolítico cambiante y recuperar el terreno perdido en competitividad e innovación. De no hacerlo, podríamos poner en peligro nuestra capacidad de generar la riqueza necesaria para sostener nuestro modelo económico y social”.

Olesya Dmitracova colaboró ​​con este reportaje.