En las últimas semanas, cuando era presidente electo, Donald Trump dijo públicamente que Panamá debería devolver el canal de Panamá a Estados Unidos y que no descartaba el uso de la fuerza militar para recuperarlo. En su investidura presidencial el lunes, Trump redobló su apuesta.
La amenaza de Trump de revertir décadas de política estadounidense y de iniciar una guerra para apoderarse del canal sería una iniciativa importante para un presidente que se ha opuesto a la participación militar estadounidense en los conflictos de Medio Oriente y seguramente sería difícil de vender al público estadounidense.
Fue el presidente Jimmy Carter quien negoció la devolución del canal de Panamá a los panameños y consiguió los más de dos tercios de los votos en el Senado de Estados Unidos necesarios para ratificar los tratados del Canal de Panamá en 1978.
Carter consideró que devolver el Canal de Panamá al gobierno de Panamá era lo correcto, debido a que era un legado de una época en que Estados Unidos ejercía una política cuasi colonial sobre Centroamérica.
Vale la pena señalar que no fue solo Carter quien firmó los tratados del canal de Panamá; los presidentes de ambos partidos –Ronald Reagan, George H. W. Bush y Bill Clinton– se sintieron obligados por los términos de los tratados, que sólo se implementaron plenamente cuando Estados Unidos transfirió por completo las operaciones del Canal de Panamá a Panamá el 31 de diciembre de 1999.
Desde entonces, la operación del canal por parte de los panameños ha sido un asunto sin mucha relevancia, y más de dos tercios de los barcos que transitan por el canal vienen o van a puertos estadounidenses, según la Administración de Comercio Internacional de Estados Unidos.
Tras las afirmaciones de Trump de que el canal debería ser devuelto a Estados Unidos, el presidente de Panamá, José Raúl Mulino, emitió un comunicado en diciembre diciendo: “Como presidente, quiero expresar precisamente que cada metro cuadrado del canal de Panamá y su área adyacente pertenecen a PANAMÁ, y seguirán siéndolo”.
Eso parece haber resuelto el asunto, aunque a principios de este mes Trump agregó la posible amenaza de una acción militar estadounidense para recuperar el canal.
Una guerra para asegurar la zona del canal no sería un asunto menor. Se trata de más de 1.200 kilómetros cuadrados de territorio y la población de Panamá es de 4,5 millones de personas, muchas de las cuales presumiblemente no estarían felices de estar bajo algún tipo de ocupación estadounidense.
Según cálculos del Ejército de Estados Unidos, para que las operaciones [contrainsurgentes] sean eficaces se necesita un mínimo de “veinte contrainsurgentes por cada 1.000 habitantes”, por lo que, teniendo en cuenta la población de Panamá, se trataría de una fuerza de alrededor de 90.000 soldados estadounidenses.
Este tipo de operación militar también involucraría a Estados Unidos en otra guerra terrestre del tipo que Trump ha criticado durante mucho tiempo.
Además, ¿con qué autoridad podría Trump ordenar a los soldados estadounidenses que se apoderen del canal de Panamá? Normalmente, se necesitaría una resolución del Congreso de Estados Unidos para el uso de esa fuerza, como ha sucedido desde los ataques del 11 de septiembre que autoriza el uso de la fuerza contra grupos como Al Qaeda y el ISIS.
Cualquier toma militar del canal de Panamá también sería muy perjudicial para el comercio mundial. Alrededor del 6% del comercio mundial pasa por el canal. Cualquier acción militar sobre el canal también se produciría en un momento en que los hutíes en Yemen han perturbado otra ruta comercial clave al atacar regularmente barcos en el mar Rojo con drones y misiles que entran y salen del Canal de Suez, que representa otro 12% del comercio mundial.
Trump ha construido su carrera política pensando en formas innovadoras, pero intentar recuperar el canal —ya sea intimidando a los panameños o usando la fuerza militar— sería una empresa riesgosa y con pocas probabilidades de éxito.