(CNN Radio Argentina)- En el marco del Mundo UBA, su conductor, Ricardo Braginski dialogó con Natalia Piol Investigadora y docente de @ingenieriauba, quien dio una didáctica explicación de cómo el equipo de científicos de la más importante Universidad del país, lleva adelante una serie de herramientas capaces de poner un tope a los índices contaminantes de las aguas a partir de mecanismos de intercambio y estrategias inteligentes entre empresas industriales que producen efluentes.
La científica especialista en metales, investiga y estudia la contaminación de las aguas junto a un equipo de colegas, en el marco de la actividad del laboratorio de química de sistemas heterogéneos de la UBA.
EL objetivo: Bajar los índices
Este sábado por la noche, el programa de mayor divulgación científica de CNN Radio, tomó contacto con Natalia Pol, la científica abocada, entre otras tareas, a la investigación de modos de frenar la acelerada contaminación de nuestras aguas. En este sentido, al ser consultada respecto de cómo se encuentra el país en materia de contaminación, la especialista contestó: “Estamos bastante complicados, hay altos niveles de contaminación. Nosotros estamos enfocados hoy en trabajar para, por lo menos, evitar el incremento de los niveles actuales”.
Al ser consultada por los registros en cuanto a esta problemática, la especialista puntualizó: “Según el informe de ACUMAR, en la cuenca Matanza-Riachuelo existen muchas industrias que producen grandes niveles de contaminantes. Las consecuencias dependen del tipo de material del que se trate, siempre hablando de niveles y de tiempos (porque esto difiere, sobre todo respecto del tema de las consecuencias)”.
Cabe destacar que la Cuenca Matanza Riachuelo se encuentra ubicada en la ecorregión pampeana, caracterizada por el pastizal, en donde predomina la vegetación de estepa de gramíneas (pastos), en zonas costeras los bosques ribereños, los bosques en galería o matorral ribereño y en pequeñas fracciones parches de formaciones leñosas.
El GRAN problema de los metales
“El tema del metal es que no es biodegradable”, aclaró Piol desde el principio de la entrevista, al tiempo que agregó: “Una vez que el metal está en el agua… allí permanecerá y será móvil dentro de la cadena alimentaria; puede llegar a bio-alimentarse (porque fácilmente puede ingresar en la cadena alimentaria en animales pequeños con lo cual, a largo plazo esos metales serán incorporados en la cadena alimenticia de los seres vivos, ya sea, animales de mayor tamaño dentro de la cadena o bien, nosotros, los seres humanos)”. A todo esto no parece tarea fácil poder medir la magnitud de tamaño problema y sus impactos en el ambiente y en nuestra salud.
“El tema del metal como elemento que es desechado al agua, el tema delicado es que el mismo va magnificando la cuestión por la implicancia que tiene este en el agua y por ende, su impacto en la alimentación de los seres vivos”, agregó la especialista, al tiempo que advirtió: “El problema puede ser a corto o a largo plazo, puede tener implicancias en la cercanía o lejanía, esto es porque siempre estamos dependiendo de qué contaminante hablamos”.
Las soluciones deben ser accesibles y baratas
“Nuestra idea en el laboratorio es trabajar con el bajo costo, ese es el objetivo”, puntualizó la investigadora, en tanto que agregó: “Podemos plantearlo desde la arista del bajo costo ambiental y también, el bajo costo económico. Es decir, que las empresas puedan implementar mecanismos para no contaminar o bien ayudar a reducir la situación actual, sin tener que desembolsar muchísimo dinero”.
Ejemplos para entender la dimensión del caso
Con el objetivo de transmitir un claro ejemplo de cómo son estas herramientas y mecanismos para impedir que las aguas sigan contaminándose, la científica de la UBA, explicó: “Si yo a una curtiembre le acerco un sistema de bajo costo para que su efluentes bajen el nivel de contaminación, seguramente lo toman e implementan con seguridad”. En este sentido, Piol advirtió: “Hay un proyecto que se basa en un tratamiento que trabaja con cáscaras de banana, por ejemplo”.
En este mismo sentido, la ingeniera puntualizó de la iniciativa: “El tema es interesante, porque hay industrias que deben desecharlas (por ejemplo aquellas que preparan las laminas de banana para comer); entonces ahí el tema está en economizar la industria de la curtiembre con recursos de otra empresa (en este caso, la alimentaria), ya que con estos desechos orgánicos logran filtrar metales de las aguas”. A todo esto, la especialista destacó: “Estamos hablando acá de bajar el costo económico y también el ambiental, es decir un doble impacto positivo”.
Por otra parte, la entrevistada contó otro ejemplo que se está llevando adelante, con igual objetivo; para explicar lo que este proyecto implica, Piol contó: “Cerramos un convenio con una empresa productora de diferentes productos comestibles de moringa, una fruta que tiene muchas propiedades. Esta industria, que produce té, desecha muchos residuos, motivo por el cual, estamos implementando la misma mecánica y, los desechos de esta fruta son utilizados para la remoción de metales y contaminantes en aguas del norte del país. Para esto la moringa está dando buenos resultados”.
Aplicaciones como herramienta para frenar la contaminación
Por último, al referirse a los equipos de trabajo que trabajan en función de incorporar las nuevas tecnologías en torno a este campo, la especialista contó: “Nosotros en el laboratorio trabajamos con ingenieros químicos que se encuentran trabajando e investigando para lograr mecanismos capaces de bajar los niveles de contaminación. En este sentido, estamos trabajando con futuros ingenieros en informática, ellos, desde la aplicación, (aún tiene acceso limitado), han logrado que sea posible saber si el sistema de freno a la contaminación de las aguas puede ser aplicado a tal o cual industria, según sus características”.