(CNN Radio Argentina)- A días del salir a escena con “Cómo provocar un incendio”, el actor se pondrá en la piel de dos de los personajes de esta pieza, para contar, en el escenario del Multiteatro Comafi, junto con sus compañeros de elenco, una historia que habla de las herencias familiares inmateriales y de aquellas cuestiones que, muchas veces, lejos de la voluntad propia, terminan repitiéndose generación tras generación.
Este domingo, el también autor de libros como “El punto de no retorno” y “Construcción de la mentira” pasó por Compañía de Radio y, a través del aire de CNN Radio, para compartir, entre otras cuestiones, el sentido y el valor de haber escrito una pieza a cerca de un tema que, según sus propias palabras, siente que lo atraviesa y lo persigue como una situación recurrente a pensar no solo desde la perspectiva personal sino también desde lo que es posible ser observado, desde afuera, en otros núcleos familiares. En la obra, que cuenta con la dirección de Eva Halac, Heredia trabaja junto a Eugenia Tobal, Laura Azcurra y Nicolás García Hume.
“Cómo provocar un incendio” se estrenará el próximo 17 de agosto, en el Muliteatro Comafi. ¿Por qué el título de la obra?
“El título tiene que ver con lo que sucede en las familias. Hay una obra que yo leí al mismo tiempo que estaba escribiendo esta pieza. Y en las dos el elemento fuego se hacía presente, estaba latente, y todo se desenlazaba hacia ese lugar, pero más que nada, en referencia a mí obra, lo que puedo decir es que ese “provocar un incendio” tiene que ver con la posibilidad de quemar ciertas estructuras que se están modificando en la época actual como puede ser la estructura familiar”,
“La obra habla de los vínculos, de la familia y cuenta la historia en dos épocas. La primera transcurre en los años ochenta, mientras que la segunda es en la actualidad. En el primer acto, hay dos matrimonios que se juntan en un quincho a comer un asado con sus hijos (a los que se los escucha, pero no se los ve); Mientras que en el segundo acto aparecen esos hijos e hijas, hoy por hoy, con sus propios hijos que se juntan en ese mismo quincho. Habla un poco de la estructura familiar, de cómo evolucionó y de para dónde evoluciona. Cuando vos ponés dos fotos del mismo lugar, pero una es de finales de los ochenta y otra es de hoy, 2023, y la pregunta es, a pesar del tiempo, en términos de lo que nos sucede en las dinámicas de los vínculos más primarios, cómo hemos evolucionado o involucionado. Algo que queda un poco librado al pensamiento de cada uno de los espectadores”.
“Cuando expones algo de cómo fue cambiando el funcionamiento de la familia, lo que se fue deconstruyendo y reconstruyendo, hay algo que sucede ahí que me parece interesante de pensar; Entonces, el cómo provocar un incendio es en definitiva algo de lo que somos todos parte, y a la vez también muestra cómo a veces uno quiere salir de la herencia familiar y esto es prácticamente imposible, entonces la historia habla un poco de eso, de provocar un incendio para poder reconstruir algo”.
Son cuatro actores que interpretan a ocho personajes. Claramente se trata de una historia que muestra los mandatos y los condicionamientos que se repiten de generación en generación. ¿Te parece que los hijos observan a los padres para copiarlos o para oponerse?
“Mirá, yo creo que esa situación tiene como distintos estadíos porque primero todos tenemos un ejemplo a mano que es aquel que tomamos de lo que observamos de nuestros padres y madres. Yo me acuerdo mi pre-adolescencia y adolescencia fue entre finales de los años ochenta y principio de los noventa, y yo tengo memoria de estas situaciones, de escuchar las charlas que mis padres tenían con otros matrimonios amigos con quienes se juntaban y de muchas cosas copiarlas, sin saber que lo hacía. Y sobre advierto también esto de jugar a cosas de grandes sin serlo aún”.
“Hoy yo veo a mi hija y ella juega a copiar a su padre y a su madre. Juega a ser grande. Entonces creo que al principio hay algo que se juega ahí en relación a la construcción de la identidad que necesita de la copia, y después la cosa responde más a romper esa copia que todos hemos hecho, para poder ser único o única”.
“Creo que luego de toda la admiración que los chicos tienen hacia los padres, hay una etapa en la que eso no ocurre para nada. Ahora mismo yo estoy en una etapa con mi hijo en la que me odia, le parezco un imbécil, y está bien que eso suceda, ese enfrentamiento es propio de esa etapa porque él es pre-adolescente (esto se está despertando más tempranamente hoy, y está bien) y tiene que despegar de mí para construirse de a poco, es un camino, hay que aceptarlo, está bien que ocurra así”.
Una obra que atraviesa generaciones
“Yo creo que se trata de una obra multigeneracional. Porque yo soy de la brecha (tengo 41 años) y esa franja de entre los 40 y 50 años, somos padres, pero de algún modo creo que no dejamos de ser hijos y que, por lo menos en mi caso, a veces no podemos creer que la autoridad de estos chicos sea yo. Entonces pienso que esto responde mucho más a algo que en la actualidad está como construyéndose a sí mismo, y ese lugar de transición (que a mí me llamaba mucho la atención) creo que es el que hoy me atraviesa por completo y algo de eso también tiene la historia que cuenta la obra”.
-Esa situación de salir de ser hijo para ser padre, requiere lo que desde el punto de vista del psicoanálisis se describe como “matar a los padres” (simbólicamente) para ejercer la maternidad y paternidad. Claro, es un tema como vos decís.
“Tal cual, es algo invisible, pero está. Y cuándo te convertís en padre de alguien (en tanto “autoridad” de ese sujeto) es algo necesario esto de “matar a los padres” para poder finalmente ser. Podemos creer que no vamos a ser como nuestros padres, pero creo que, a la larga, te das cuenta de que eso es muy poco probable que suceda, porque hay algo de lo heredado que es casi te diría, es imposible de despegar de uno, es como constitutivo, está en el ADN. y hay algo de eso que muchas veces se repite de generación en generación”.
“Esto no solo es adentro de la familia de uno, sino que lo advertís cuando observas de afuera a otras familias en donde la misma situación se repite, y ahí todo es tan claro. Muchas veces, aunque uno crea que está construyendo algo diferente, está repitiendo, y ver esto, y analizarlo, son cosas que me alucinan”.
¿Qué es lo que te parece que los padres y madres de hoy tienen?
“A mí me gusta de esta nueva generación de padres y madres, en la cual me incluyo, que tenemos un gran desafío por delante que tiene que ver con la comunicación. Nosotros no tuvimos guerras civiles, ni guerras que afrontar y creo que el desafío nuestro es la comunicación. Venimos de una generación en donde todo se escondía, y las apariencias estaban ahí a la orden del día, porque también nuestros padres venían de una generación en donde todo se ocultaba y nada se decía ni se podía expresar claramente. Creo que somos una generación de padres y madres bisagra que rompe eso, porque todo lo decimos y lo ponemos en palabras, y a la vez somos padres de una generación que está hiper comunicada. Entonces, somos como un fusible que está en el medio”.
Algunas cosas de la obra
“En la obra, estos padres que se ven, hay algo ahí que sucede de mucha postura. Yo por ejemplo tengo un personaje que se llama Santiago, que es el segundo que interpreto (en el segundo acto) que es como el falso padre progre. Él dice que tiene la cabeza abierta, porque habla del tema de cómo se auto perciben los chicos y las chicas y se hace el canchero con eso, porque en verdad intenta y quiere ser así cuando en verdad no se hace cargo de la herencia que carga por parte de su padre, quien tenía una postura bien de otra época. Entonces lo que aparece ahí es: ¿Cómo quebrar eso? cómo transformarse en alguien que uno realmente no es, sino que quiere ser, al venir de un universo con modelos completamente alejados a los que pretende?”.
¿Desde cuándo escribís y cuando apareció el placer por las letras, por la literatura? y Qué pasa con tus hijos y la lectura, al tener de papá a un gran lector?
“En mi casa claramente pasa todo lo contrario a lo que imaginás. Lo que a mí me gusta que suceda en este sentido, ellos no lo van a hacer. Y si yo tenía en algún momento la idea de que mis hijos heredaran la biblioteca que yo con tanto amor y dedicación he construido, no va a pasar nada de eso para nada. Ellos son de esta generación de pantallas y nosotros con Brenda tenemos el desafío de mostrarles que hay otras cosas, otras opciones, pero es bastante difícil. Yo tengo relación con la escritura desde que tengo uso de razón, el tema es que en un momento dejé que eso ocupara más tiempo en mi vida porque en realidad permití que esa pasión saliera y se explayara con toda su fuerza”.
A título personal: La lectura como escape y refugio
“Yo trabajaba en el taller mecánico con mi papá, no terminé el secundario y escribía sin saber, pero escribía y escribía. Lo hacía en los papeles que olían a grasa y a carburador. Escribía para no estar ahí, para armar historias que me permitieran salir un rato del lugar. Leía libros que nadie me recondenaba porque no tenía a nadie cercano que leyera en mi entorno entonces yo iba un poco buscando en la única librería que también funcionaba como biblioteca, en Munro. Recuerdo que allí había libros viejos, algunos clásicos, algunos buenos, y mucho manual de colegio. Pero más que nada mi pasión por la lectura apareció por no querer estar en el lugar dónde estaba”.
“La lectura hizo que me abriera al mundo que mis papás no me contaban que existía. El mundo del que ellos me hablaban terminaba en las vías cercanas a mi casa y Buenos Aires era un caos lejano, algo rarísimo con luces de neón; Y no había mucho más que eso. Si miro para atrás y lo pienso, creo que había como un destino bastante trazado en todo este vínculo mío con los libros porque, aunque lo que digo suena un poco a lugar común o como un cliché, es cierto que cuando uno entra en el universo de la literatura, probablemente descubre las maneras infinitas que tiene de hacer propios otros mundos posibles, incluso descubre allí la posibilidad de iluminar los mundos posibles internos y esa es, en definitiva, la magia de las historias que cuentan los libros”.
Lo que contás de tu relación con la lectura y escritura entonces responde más a una pulsión; como una decisión interna personal
“Hoy puedo decirte que sí, que el camino era ese. A mí me gusta ser autodidacta y nadie en mi familia nadie estaba cercano al arte. El único libro que había en mi casa se llamaba “Tus zonas erróneas” que leía mi papá y él me lo recomendaba mucho porque pobre, estaba en un matrimonio terrible con mi mamá, tormentoso y, hoy por hoy, y observando la situación a la distancia, puedo entender por qué ese hombre se aferraba a ese libro que le daba algún sentido a lo que internamente le pasaba. Probablemente él encontraba ahí que ese relato había sido escrito para él”.
“A mí eso me ha pasado mucho, también sentí alguna vez que algo había sido escrito para mí en un momento. Con Mario Lebrero, por ejemplo, yo decía: Este tipo escribió esto para mí. Una vez que eso te pasa es muy difícil que dejes de buscar en las historias de los libros. Es que la literatura es tan universal, que de repente, estas leyendo un diario íntimo escrito en el 1890 y las palabras de ese autor de otra época, con otras vivencias (tal vez lejano culturalmente a uno) logran de repente atravesarte y cautivarte por completo hoy, en el año 2023. ¿Y el tipo qué iba a imaginar eso? Y aún así, sucede. En definitiva, ese es el valor de la universalidad de las palabras, de las frases, de las historias que están escritas para ser refugio de cualquier de nosotros, para iluminar e iluminarnos. Para despertarnos y ayudarnos a conocer, un poco, quienes somos”.