El Maestro en pleno concierto en Fundación Beethoven.

(CNN Radio Argentina)- El pianista argentino brindó un inolvidable concierto en la Fundación Beethoven con motivo de conmemorarse el centenario del natalicio de la soprano catalana, Victoria de los Ángeles, artista consagrada de su época, admiradora de los tangos Gardel, quien aprendió de pequeña gran parte del repertorio del Zorzal Criollo, de la mano de su padre. Además, en este show, no faltaron algunas canciones populares de la tierra de la homenajeada. Una noche perfecta para que el puente musical, cultural e histórico que une desde hace mucho tiempo a Buenos Aires con Cataluña crezca y se consolide con el poder de la música.

Victoria canta el tango, como ninguna…

Hablar de Victoria de los Ángeles es traer al presente a una destacada artista española. Intérprete de lujo, con gran talento; supo hacer público su amor por el tango, sobre todo por las interpretaciones de Carlos Gardel.

Ella nació en 1923 y falleció en 2005. Es reconocida por haber dejado una huella imborrable y un gran aporte cultural al siglo XX. Conocer el talento que Victora de los Ángeles poseía a la hora de actuar, es entender por qué su nombre se incluye entre las sopranos más destacadas de toda una época a partir de sus capacidades extraordinarias, como así también, es reivindicar un talento único, junto a su gran expresividad vocal.

El arte de crear mundos

Definir el arte en un solo párrafo es algo demasiado complejo de hacer, pero, si de tomar riesgos se trata (y si no es en el arte, dónde si no) y resumiendo que “el arte es la posibilidad de crear un mundo que, por un instante siquiera, inspire a otros”, entonces, los muchos mundos que sabe ir construyendo el Maestro Díaz en cada concierto, como este de la noche del viernes, han logrado estar a esa altura de lo más bello que un hecho artístico tiene: La capacidad de hacer de este, un mundo mucho mejor, por lo menos, para quienes están dispuestos a abrir esa ventana que invita a levantar vuelo y subir hasta lo más alto.

Luz, música y acción

Es viernes por la noche y las luces del teatro de la Fundación Beethoven se encienden a la espera de la actuación del Maestro Martín Leopoldo Díaz quien, junto a su piano, se brindará a todo lo bello que la música, el recuerdo y un homenaje tan especial pueden convocar a que suceda. Esas mismas luces esperan atentas para dar comienzo a una función que se llevará adelante a pesar de una lluvia incesante que desde temprano no para de caer sobre Buenos Aires.

El público espera con entusiasmo a Díaz, que en minutos más saldrá a escena con todos los bríos para cautivar, con su pasional ejecución y esa lúdica y atractiva manera de convidar su arte. Sabe que el repertorio incluye esos tangos amados por Victoria, pero también, que se encontrará con canciones capaces de ampliar los sentidos y traer al recuerdo otras épocas que el arte logrará, con su magia, hacer sentir cercanas.

“Zita” y entrega… Por el Maestro Díaz 

Ya es de noche, y la humedad ha empañado furiosa algunos vidrios de las tantas ventanas que iluminan la Fundación. Pero ni el tiempo, ni los truenos, ni el agua que quiso borrar el suelo que pisar desde la tarde pueden frenar el reloj y las ganas del encuentro. El público va ingresando al lugar. Una exposición de cuadros de arte abstracto dialoga animada y de forma contigua a lo largo del pasillo que desemboca en el hall de distribución, previo al ingreso a la sala. Imposible pasar de largo por esta muestra que delata que allí se respiran las ganas de una inquietante pasión por seguir aportando a la construcción de mundos posibles, aún hoy, en estos tiempos de escepticismo.

Ya adentro del lugar, la sala va bajando el volumen mientras quedamos a oscuras. Expectantes. El escenario iluminado espera. Se impone. El piano en primer plano brillante y sabio aguarda cobrar vida para iniciar entonces un recorrido histórico capaz de generar emociones, evocar pensamientos y transformar perspectivas.

Cuando se apuesta por el arte y la cultura, ganamos todos

Pupi Sebastiani dando la bienvenida al público, para luego presentar al Maestro Díaz con mucho cariño y admiración.

De repente, Pupi Sebastiani, Alma Mater de la Fundación, sube al escenario. En el foco de esas mismas luces que esperan (que logran iluminarla aún más) da la bienvenida a todo el teatro. Agradece por ser parte de este momento y por no fallar a la cita. Presenta al intérprete con palabras de cariño y admiración; Y, con una sonrisa cálida y prometedora, deja los presentes a solas con la música, con los sueños, con las ilusiones de semejante entusiasmo previo, sin advertirles el vendaval de emociones que, como síndrome de Stendthal, se apoderará de todos en un instante.

Después de todo Pupi sabe que el Arte puede con imposibles. Conoce lo bien que el Arte hace. Sabe que el arte es antídoto contra todo mal; alimento de las almas; y fuerza milagrosa que tracciona fuerte hacia el lado más luminoso de la vida.

Pupi sabe bien de qué se trata el propósito del arte, por eso insiste con embellecer de mil maneras la vida de todos con propuestas como esta. Por eso está presente, para acompañar y recordar que, ante cualquier circunstancia, bajo la noche más tormentosa y oscura, siempre vale la pena dejar que el mundo del arte cierre sus brazos con nosotros adentro.

El artista que arriesga gana

Es de noche, y afuera la lluvia sigue su ritmo cada vez con más fuerza. Pero eso no importa porque la sala está llena y está dispuesta a someterse a tiempos inestables de esos de los más esperados, esos que irrumpen sin permiso para inundar con emociones mucho más que el lugar.

El Maestro sale a escena a jugar el juego que más sabe. El que propone y enciende la música. Un juego que tiene aprendidas las reglas, pero que se toma de ellas para torcerlas por un rato y así construir puentes que siempre invitan al encuentro lúdico con un otro. Quizás por eso estar en contacto con el Arte nos haga tan bien, porque en esta convocatoria, siempre hay alguien con quien compartir.

Díaz aparece en la luz como quien desafía la física, el tiempo y la distancia que nos separan. El público rompe en un aplauso con la furia de un rayo de esos que no dudan de su intensidad. El músico busca, con calmada prisa, el banco de arrime. Se sienta, se acomoda frente al piano que, de tanto lustre, se ha vuelto también dueño del reflejo de sus manos acariciando o golpeando con singular entrega cada tecla (según corresponda en cada ocasión). Esa misma imagen convoca y embelesa durante todo el concierto ¿Situación con alevosía o pura casualidad del destino? Se preguntan algunos sobre el reflejo que opera de testigo absoluto de ese diálogo admirable entre el intérprete y su instrumento.

El artista se constituye en cada elección

La función comienza con “Malena”, de Julio Demare y el aire allí se va acomodando a sus anchas. De repente, una brisa cálida parece soplarnos el pelo, la cara para sorprendernos sin solución de continuidad. Ahí llega pronto otro recuerdo con sabor a “Grisel”, y todo se transforma en una oportunidad para trasladarse hacia otro cielo donde solo hay lugar para el goce y las emociones fuertes.

Es de noche y afuera la lluvia sigue improvisando haciéndose toda un fuere ruido. Aquí no tiene lugar, porque adentro del Teatro de la Fundación Beethoven, el cielo se ha vuelto estrellado. Y es que el Maestro Díaz se ha puesto a danzar por un rato con el mundo del inmortal repertorio de Mariano Mores y, decidido a que su público sea parte del show, logra un coro de primeras tímidas participaciones con la interpretación de “Uno”.

Las manos del Maestro Díaz se despegan del piano por un instante. Gira el cuerpo y mira a su público. Les habla cordial y agradecidamente y, entre nombres y recuerdos que anuncia, advierte lo que viene de manera graciosa, lo que dispara una explosión de risas que sirve para hacer formal la invitación a los más tímidos, con un pedido: ¡Acompáñenme cantando! Y el público (que nunca se equivoca) hace su parte y le acompaña.

Se suceden “El amanecer”, de Roberto Firpo, “Bahía Blanca”, de Carlos Di Sarli; y de Francisco Canaro, “La última copa”. El Teatro agradece con efusivo aplauso.

Por un instante, el mundo parece haberse vuelto un sitio del cual sostenernos y donde sentir que, con la música como bandera, la vida se tiñe con los colores de la infancia; Sobre todo, cuando aparecen en escena artistas que ofrecen la oportunidad de adentrarnos en los misterios de esa capacidad humana de crear, explorar y expresar un mundo posible, que acerque distancias, que acorte caminos y que reivindique cuánto bien nos hace el arte a nuestras vidas.

Las luces se ajustan y acomodan para fundirse con el clima que elige caprichosamente el repertorio. Un bloque para el recuerdo trajo a esta orilla, sin solución de continuidad, suspiros y aplausos al sonar los primeros acordes de, por ejemplo, ” La última copa”, de Francisco Canar0 y “Caminito”, de Juan de Dios Filiberto y Coria Peñaloza.

La emoción y el recuerdo a flor de piel; Algo así es lo que sucede en cada concierto del Maestro Martín Leopoldo Díaz. Pero esta constituye toda una experiencia a prueba del tiempo, que habla de pasión, y de un elemento que sabe hacer mover la vista atrás sin dolor, y evocar, para celebrar lo vivido.

También hay un momento para el sentir romántico. El público allí no quiso quedarse afuera y hasta los más reservados se animaron a soltar su voz en el clásico de Juan Carlos Cobián, “Nostalgias”. Ya esto es inevitable de frenar y algo así se repite con “Volver”, De Gardel y Lepera y, con más soltura aun cuando Díaz subió los decibeles de emoción al interpretar “El día que me quieras”, tango que inmortalizara el Zorzal Criollo para toda la eternidad (y una que sabemos todos).

Los tangos de Victoria, con viento a favor…

Los tangos de Victoria suenan con viento a favor en el teatro, porque contra todo mal pronóstico, aquí está presente una audiencia dispuesta a disfrutar y a descubrir de tantos puntos de encuentro con la artista catalana. Nodos de armonía que declaman un mismo amor por tango y por la música toda. No obstante, no es sino hasta que suenan las canciones de su tierra, que el espíritu Victoria se apodera totalmente de la escena.

Y así es que “El cant del Ocells”,”Rossynol”, “El mariner”, “El noi de la mare” y “Pel teu amor” se anuncian como un final a toda pompa, como preludio de un cierre que logra hilvanar todo un tramo de ese puente musical-histórico, que desconoce fronteras físicas y de las otras. Un puente capaz de abrir los sentidos e invitar a descubrir otras musicalidades también.

Es así que un puñado de canciones sirven de invitación a los sentidos, para ampliar los límites, explorar y comprender no solo la obra en sí, sino al individuo que habita detrás de ella. Después de todo, este es un concierto homenaje a la figura invalorable de la Gran Victoria y como tal, fue pensado en honor a su memoria y al aporte que su nombre hizo al mundo de la música.

Final del juego a todo “bis”

Es de noche, y afuera ya no llueve. El final es anunciado y el “Bis a Bis” que invita hasta a los más tímidos a sumar su impronta, no se hace esperar. Después de todo, la música está para eso, para volver, una y otra vez, a dar libertad a las pasiones y a los sueños.

Entonces, en la hora que anuncia el fin, justo antes de emprender el retorno, el Maestro conmueve con su “Vuelvo al sur”, del gran Piazzolla, y suma de un tirón admiradores con “Invierno y Verano Porteño” y ya nadie quiere que esto termine.

Así, Díaz sigue en el piano buscando hacer cima del encuentro, con un estado emocional que es capaz de inmiscuirse en el torrente sanguíneo de los presentes que, con asombro y emoción, contemplan ese juego excitado en el que manos y teclas se van turnando, acertándolo todo, hasta invocar las lágrimas de un bandoneón que no termina de llorar. Algo así ocurre cuando reza al aire “Adiós Nonino”, para luego arrebatarnos la emoción toda, con la inconfundible “Libertango”, también del Maestro Astor.

Cuánta emoción vivida, ¡qué hermosa es la música, y compartirla! Qué potencia tiene y cuántas conexiones son posibles, esas, de seguro hacen que uno se sienta menos solo. La música y sus artistas reciben un aplauso que arrasa, honrando sus virtudes y cualidades, porque: ¿Qué sería de este mundo sin el poder Transformador de la música? Nada.

A fin de cuentas, el arte nos mejora la vida; Y disfrutar de la música hoy, sin dudas, nos ha hecho mejores.

Cuando el Arte nos potencia

Toda Obra de Arte siempre es y será una ventana que se abre para construir mundos que nos muevan del cielo que nos toca, para viajar hacia uno que nos sea de refugio y así resistir en el intento; Una oportunidad para generar puentes que nos hermanen y conecten:  y una herramienta cultural para conocer y aprender quienes somos y qué podemos cambiar.

Pero también es una invitación, para jugar, soñar, desear y abrir la ventana para observar mucho más allá de la perspectiva que nos devuelve cada vez, nuestro propio horizonte.

Un cuadro, una escultura, o una composición musical, no sólo llevan consigo la esencia de su creador, sino que también abrazan el poder de resonar en las almas de quienes los contemplan. Y eso es algo que nace del Don de artistas como Martín Leopoldo Diaz.

No sabemos bien sí acaso él sea muy consciente del tema, pero en escena, El Maestro corporiza el “Don” y entonces, manos, cuerpo entero y alma comulgan en un trance onírico que no hace otra cosa mejor que influir en el mundo que lo rodea, orquestando el ritmo de lo que está sintiendo. Poniendo música donde quiera que vaya, para hacer de su actuación, un acto de amor y entrega; Por el Arte y sus alcances; por los Artistas a quienes admira y honra; y por su público que, una vez más, le aplaude de pie.

Nota aclaratoria:

El concierto al que se hace referencia en esta nota para –CNN Radio Argentina fue desarrollado en el Teatro de la Fundación Beethoven, de la Ciudad de Buenos Aires el viernes 1 de diciembre de 2023. Entre el público presente se encontraban muchísimos oyentes del programa de radio que el Maestro conduce los fines de semana a partir de las 21hs. a través del aire de la AM 950 “Historias del Colón”, quienes se acercaron al finalizar el show a saludar al artista.

La Fundación Beethoven fue creada por la distinguida pianista argentina Pía Sebastiani, quien fuera sin dudas una de las más excepcionales y multifacéticas personalidades musicales de nuestro continente.

El espíritu con el que la Mtra. Sebastiani creo la Fundación, fue el de darle la posibilidad a los jóvenes talentosos de crecer y desarrollarse. Con el devenir del tiempo esta visión se fue ampliando, buscando integrar la música en todos los ámbitos sociales y apoyando la difusión de las Artes.

Para continuar con este legado, su hija, Pupi Sebastiani es quien en la actualidad lleva adelante una titánica tarea con la entidad para dar continuidad a la labor de difundir las Artes; colaborar en la formación y el perfeccionamiento de artistas; potenciar el arte y sus condiciones en su máxima expresión; y todo esto se suma a la delicada tarea de brindar oportunidades, ya sea con becas y demás ayudas para que, jóvenes músicos con buenas condiciones artísticas, puedan proseguir y perfeccionar sus carreras.

Para más información de sus actividades, agenda y funciones, su sitio web es: Fundacionbeethoven.com.ar