(CNN Radio Argentina)- Cine Argentino dialogó con uno de los jóvenes integrantes del elenco dirigido por J.A Bayona. El film, que viene haciendo un recorrido más que promisorio rumbo a los premios Oscar, se estrenó en diciembre en pantalla grande en nuestro país y, hace sólo unos días (el 4 de enero) en Netflix.
Para hablar de la experiencia que le significó ser parte de esta “aventura Bayona”, (tal como el mismo la llama), que se desarrolló durante casi un año y medio entre España y Uruguay, Bárbara Arroyo habló con Posca en una charla íntima, profunda y sin desperdicio, a través del aire de CNN Radio.
-En la película “La Sociedad de la Nieve” te tocó representar a Ramón “Moncho” Savella. Contame un poco si tuviste contacto con él, que es uno de los sobrevivientes de la tragedia de Los Andes”
“Como bien decís, me tocó ser “Moncho”. Te cuento que tengo contacto con él, sí, por supuesto. Yo tengo un vínculo con él hoy en día. Él vive actualmente en Montevideo y también pasa tiempo en Punta del Este. Anduvo por varios lados. También supo vivir en Paraguay, no obstante, hoy Moncho pasa la mayor parte de sus días en la capital de Uruguay. Él, en la actualidad, es parte de las personas que para mí son cercanas, y me alegro de que así sea.
-Cómo llegaste a la película?
“Sinceramente creo que cómo llegué, del modo en el que se dio, fue algo mágico. Te digo más, algo inesperado. Y quedar entre los actores, también. Porque yo soy músico y en ese momento de la convocatoria lo que ocurre es que básicamente advierto que me llega un-E-mail que decía “Nieve”, para el cual, en principio, pedían foto. Yo me dije: Bueno, me mando. Y lo hice”.
“Lo que vino después es que, con el tiempo, me llegaban propuestas bajo los títulos: “Casting 1”; “auto-casting 2”, etc… Y yo los hacía. Claro que no sabía bien de qué se trataba el proyecto; Igual me interesaba y los mandaba. Confieso que me llevó tiempo darme cuenta qué era lo que se estaba armando, porque en las líneas que nos llegaban los nombres que aparecían no eran los de los protagonistas reales de la historia, estaban cambiados. Pero desde luego, conforme avanzaban las pruebas, empezaba a tener una idea por dónde venía la propuesta.¡Lo que nunca pensé es que se trataba de una película de Bayona! Cuando descubrí eso dije: Waw! Es un proyecto de “J”. ¡Esto es muy groso!
-Qué relación tenías con la historia? Habías visto “Viven”; o habías leído algún libro? ¿Cuál es tu impresión de la elección de cada personaje?
“No había visto la película “Viven” y tampoco había leído libros al respecto. Pero como todos, conocía lo acontecido como una historia que había logrado trascender en el tiempo como un hecho único que es de conocimiento mundial por lo que humanamente constituye”.
-Qué edad tenías cuando filmaste con Bayona? Y qué crees que pesó a la hora de elegir al elenco; ¿a cada uno de los protagonistas?
“Yo tengo 24 años. Cuando hicimos “La Sociedad de la Nieve” tenía 21, 22 años. En cuanto al casting: Bueno, siento que también la elección estuvo muy en función de lo que energéticamente estaba ligado al personaje. El tema del parecido creo que eso, por supuesto, constituye algo muy importante, muy groso, como lo hace el resultado final con la ayuda de la caracterización. Pero, de todos modos, me pasa algo que considero que resulta interesantes de compartir: Siento que ahí pasó algo mágico, además del ojo para la elección, que trasciende las explicaciones posibles”.
“Por ejemplo: Moncho trabajaba con su padre en un negocio familiar en aquel momento. Del otro lado del río, mi tío (a quien yo le encuentro muy parecido desde el día en que lo conocí), también colaboraba con el padre del mismo modo. Se dedicaban a lo mismo, eran parecidos. Había algo ahí que los acercaba, y eso me sirvió muchísimo para trabajar. Era imposible no sentir cercano al personaje de Ramón. Además, cada vez encontraba varios tipos de coincidencias. Por eso digo que todo lo que aconteció no fue tan casual; como si se tratara de algo más que la fisonomía, el perfil o el papel a cubrir; acá había una cuestión de sincronía muy power, una relación de similitud muy energética”.
-Cuando empezaron a rodar?
“Primero fueron dos meses de ensayo en Barcelona. Mientras tanto, comíamos para ganar el peso suficiente requerido para estas primeras escenas (todo controlado por médicos, que nos enseñaban a hacerlo). Yo lo hice, subí 7 kilos, no pude más, y estaba feliz. Logré agrandar el estómago y eso no me costó. Lo que sí fue duro es la etapa que vino luego. Había que llevar el cuerpo al peso anterior e incluso a uno más bajo. Ahí tenías que privarte de comer de verdad, y eso sí que se parecía mucho a pasar hambre. De todos modos, nosotros contábamos con comodidades. Con la ducha caliente al final del día de trabajo y asistencia de todo tipo. pero, a pesar de ello, sí debo decir que, esos momentos de pasarla un poco mal, todo lo que hicimos en esa dirección, nos sirvió para construir verosimilitud, para atravesar todo este viaje actuando desde la verdad más cercana a lo que estábamos contando; Con todo, no había día en que no pensáramos lo que habían atravesado los verdaderos protagonistas”.
“Luego la película se rodó en Sierra Nevada (Andalucía), donde se filmó el groso de la historia. Para venirnos hasta Montevideo, donde hicimos todas las tomas de hospitales, cuestiones médicas, etc… Finalmente regresamos a España. Una vez allí, trabajamos en Madrid, en un plató muy groso que fue el que sirvió de locación para el accidente. Allí había una parafernalia armada para hacer las escenas de cine catástrofe. Algo nunca visto. Yo me sentía en Disney”.
-¿Fueron a la Cordillera, al lugar real donde ocurrió todo?
“Se que algunos sí fueron a filmar a los Andes, yo no. No sé si es precisamente en el lugar donde ocurrió todo, pero sí sé que allí hicieron muchas tomas. Se filmó bastante en alta montaña y parte de ese paisaje, sobre todo lo que nos rodeaba en las escenas de la nieve sirvió para dar marco natural a todas esas escenas”.
“Filmar en la montaña tiene algo muy especial. Sierra Nevada, por ejemplo, donde se hacían todas las escenas del avión tras el accidente, era alto, hacía frío. Un frío muy hostil cuando el sol caía, que lo sufríamos, pero que, sin dudas, era hermoso a la vez”.
-Se han visto escenas en las que sufrieron el frío. ¿Cómo era filmar con el frío y ese clima de altura?
“Sí, filmábamos con frío. No lo actuábamos siempre, estaba helado realmente. Es que teníamos una ropa, como jeans, camisas, medias que no eran para nada de esa especializada para esas temperaturas. No era ropa térmica. Y a decir verdad, nada de lo que te pusieras servía para no sentirte helado. Pero el director, dentro de un marco muy cuidado (como lo era el que estábamos), ha sabido llevar a este grupo de actores a un límite tolerable capaz de ayudar mucho a la expresividad y a la verdad necesaria de muchas escenas. Y esto realmente funcionó, porque había un punto en el que yo sentía que no estaba actuando, ¡porque me estaba pasando! Y eso se traduce en una gran lucidez como director: Llevarte a un estado en el que casi te olvidás de estar actuando. Es algo fuerte, es algo muy loco”.
Lo que me llevo de esta experiencia
“Las cosas que vivimos en este viaje son inolvidables. Yo creo que no hubo una sola pelea ni roce entre todos nosotros. Siempre nos manejamos con mucho cariño, mucha fraternidad, con dulzura, respeto. Fue algo realmente hermoso. Y eso no es fácil que esto suceda. Considero que lo que primó acá es esta hermandad; además de un cariño genuino que fuimos construyendo y eso también hizo que funcione cierta dinámica colectiva que hacía bien al proyecto, y a nosotros para pasar tantos meses fuera de casa. Después de todo, nosotros somos un grupo de jóvenes actores que estuvimos juntos para construir algo, para contar una historia y, para ello, convivimos durante un año y medio fuera de nuestros hogares. Y creo que algo de todo eso supo jugarse bien allí y nos hemos sabido acompañar”.
“La pasamos de una manera inolvidable. Por supuesto que, durante tantos meses, y sobre todo en épocas donde rodábamos muchas horas en la nieve, nos enfermamos. Yo, muchas veces. Pero creo que hubiera pasado de igual manera con ropa preparada para el frío. Todos nos enfermábamos. Los técnicos, los actores, todos. La montaña te da unos golpes de frío inesperados y bueno, es era así; había que pasarlos. Yo todo lo que me iba pasando lo sorteaba, como todos; Lo que siempre pensaba, y mis compañeros también, era cómo habían podido sobrevivir día tras día los chicos que en verdad vivieron eso. Cómo sobrevivir a ese frío, a la sed, que una sensación espantosa no poder tomar agua; y sentíamos que ellos habían atravesado una situación tremenda, muy tremendo. En definitiva, era muy fuerte pensar el modo más cercano posible lo que fue para ellos esta situación límite”.
-Qué te llevás, además de lo que contás, de esta experiencia?
“Bueno, yo estoy convencido de que esta no es “la película de mi vida”. Siento que esta película, esta experiencia a la que me invitó a jugar J.A Bayona es un antes y un después en mi vida. Yo de adolescente soñaba que un día una nave luminosa y grande me iba a coaptar por la ciudad y me iba a llevar a viajar por muchos lados. Fantaseaba con eso, me gustaba la idea de que eso me ocurriera alguna vez. Bien, la nave no apareció. Lo que apareció fue Bayona, para llevarme a este viaje que guardo en mi corazón por siempre, como algo que atesoraré como nada”.