Este trabajo es una invitación a abrir la mirada y a dejarse encantar por el humor, la inteligencia y la enigmática belleza de las palabras.

(CNN Radio Argentina)- Virginia nació en Bahía Blanca, Argentina en 1983. Es licenciada y profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Su primera novela, Los sorrentinos (Sigilo, 2018) ha sido traducida al italiano, al sueco, al francés y próximamente al portugués. Desde 2017 vive en Estocolmo, donde enseña español y trabaja como traductora para diversas editoriales. Con este nuevo trabajo, la autora narra la historia y una serie de reflexiones de una persona que se encuentra viviendo en Suecia enmarcada en una cultura diferente, tanto o más que la noción del día y noche que se tiene desde ese punto del mundo.

Virginia sabe escribir buenas historias. Y sabe hacerlo porque antes de ello, con seguridad aprendió a mirar y a pensar sobre todo lo que sus ojos captan con gran curiosidad, y con una inteligencia amable, del estilo de esas que son capaces de movilizarnos hacia el lado cautivante y entusiasta de la vida, donde se puede encontrar belleza en casi todo lo que nos rodea.

Desde el comienzo

“La felicidad puede encontrarse en una pista de patinaje sobre hielo, no importa las veces que caigas ni lo estrepitosas que sean las caídas. En hacer un muñeco de nieve, o en revisitar argumentos para convencer a una amiga rusa de lo apasionantes que son las novelas de Jane Austen, o en descubrir el erotismo de los Juegos Olímpicos mientras se intenta aprender a tirar con arco y flecha. «Qué maravilla estar entre humanos y no entender nada», afirma Virginia Higa en el primer párrafo de este libro (el último de los suyos en estrenarse) para regalarnos, casi sin proponérselo, una contraseña de lectura para esta historia repleta de asombros e impresiones en primera persona del singular.

Su ida a Estocolmo, (sin síndrome y con asombro)

Unos meses antes de publicar Los sorrentinos, su aclamada primera novela (de la cual el conductor, Gustavo Noriega se ha confesado varias veces fan), la autora se fue a vivir a Estocolmo, en donde formó una familia y, entre tantas cosas, comenzó a escribir textos que combinan de manera personalísima el ensayo y la crónica como una forma de dar cuenta de cómo es vivir en un país de noches largas y abundancia de vocales, como para empezar el acercamiento.

En la senda de sus admiradas Hebe Uhart, Natalia Ginzburg y Wisława Szymborska y Virginia Higa puede posarse tanto en las pequeñas como en las grandes cuestiones y lo hace con esa difícil medida que casi todos los que escribimos quisiéramos tener siempre a mano: “sin hacer distinción entre la curiosidad intelectual y la experiencia sensible”.

Es que, El hechizo del verano, más que un libro, constituye una invitación a abrir el horizonte que advertimos ante nosotros y a dejarse encantar por el humor, la inteligencia y la enigmática belleza de las palabras.

Este domingo por la tarde Libros con Ñ habló con la autora a través de CNN Radio. Y lo que sucedió (o algunas de las cosas posibles) en este diálogo de miles de kilómetros fue que, el objeto de deseo que logró acortar las distancias estuvo abrazado al amor por las historias bien contadas, de esas que los autores nos regalan para hacer de esta, no sabemos si una vida más bella, pero sí, una mucho más interesante.

-Confieso que tengo un entusiasmo infantil con esta nota, porque estoy terminando el libro y tengo preguntas y muchos elogios para la autora. No sé qué opinás vos al respecto, espero que te guste lo que te digo.

-“Me resulta algo raro recibir elogios, pero la devolución siempre es bienvenida, y se agradece, aunque también me asombra, porque: ¡Viste cómo es el tema con la escritura! Una escribe y, mucho tiempo después, alguien te habla sobre aquella historia y, casi siempre me pasa que me asombra esa devolución. Por otra parte, el libro tiene muchos lectores, eso también me asombró y no deja de ser algo que me pone muy contenta”.

- ¿Por qué te fuiste a vivir a Suecia?

- ¿Por qué te fuiste a vivir a Suecia?

-Yo vine a Suecia en 2017, que fue justo antes de que saliera Los Sorrentinos. Hasta ese entonces viví siempre en Argentina. Vinimos juntos con mi marido por una oferta laboral que le hicieron a él. Cuando esta posibilidad se presentó nos pareció una buena propuesta para venir y probar. De hecho, en una primera instancia, pensamos hacer una experiencia de uno o dos años; luego ese tiempo se fue extendiendo por cosas de la vida y ahora llevamos seis años acá”.

“De todos modos, nuestro plan es siempre volver, y creo que eso siempre hace que uno tenga una relación diferente con el lugar, porque uno sabe que está viviendo en un sitio que en algún momento uno va a dejar atrás. Desde este punto de vista creo que todo tiene como otra belleza. Creo que la gente que viene para quedarse tiene como otra relación con el lugar. Por otra parte, aunque vivo acá, yo nunca perdí contacto con el mundo editorial, ni con mi país; me vine creyendo y queriendo mejorar el tema de las traducciones y la verdad es que, como el proyecto era por una cantidad de tiempo, no me importó mucho el tema a futuro, y creo que así sigo pensando”.

-Cómo viviste el “éxito” de Los Sorrentinos?

“Justo ahora salió la octava edición del libro. Y tuvo traducciones, muchas, sí. Para mí es increíble. Es mi primera novela y, además, uno nunca sabe, cuando está escribiendo algo, qué camino va a seguir. Lo que más me gusta del libro es que todavía se lee por primera vez. Porque viste que hoy hay tantas novedades literarias que, medio que, el tuyo queda como olvidado. Siento que esta novela tiene un recorrido que me gusta”.

-De tu relación personal con los personajes de Los Sorrentinos: ¿Qué podés contar?

La novela está basada (y los personajes también), en la familia de mi mamá. Yo de chica, vivía en Mar del Plata y en mis primeros años recuerdo que íbamos todo el tiempo a comer a la trattoría que es el escenario de la historia. Luego, cuando fuimos a Buenos Aires, íbamos a la costa solo en el verano, y también la visitábamos. De modo tal que, cuando me puse a escribir, fui recuperando sensaciones y recuerdos de la vida de ese lugar que pertenecía a mi tío, de ese mundo y también empecé a preguntar a varias personas de la familia sobre qué versiones tenían todos de las historias que circulaban. Se trató de un proceso lindo de escritura en el que me sentí estar tejiendo la mitología familiar y eso me encantó”.

-Para vos, que eras la ahijada del personaje extraordinario de la historia, ¿tenías dudas de la densidad literaria de la historia?

“Y sí. De hecho, cuando yo empecé a escribir, empecé con el trabajo de escenas sueltas; de historias y cosas que yo recordaba y, más que nada, calculo yo, mi intención era mostrarlo a él (mi tío) como personaje. Creo que eran tiempos en donde yo estaba leyendo El Padrino, la historia literaria en la que está basada la película. Esa primera parte está buenísima, luego, más o menos. Y me pareció que ese mundo del restaurante con todos esos personajes es algo maravilloso y bueno, eso encendió un poco mi deseo de escribir porque había, al igual que en mi historia, mucha riqueza en cada uno de los personajes”.

Antes de empezar a escribirla, volví al restaurante y me pareció que se trataba de un escenario buenísimo. Algo de eso tomé porque fue parte de la idea. Así es que fui haciendo el recorrido con este libro que luego se convirtió en una especie de pequeño suceso y que sí, fue más allá de mis expectativas. De todos modos, lo viví de lejos con sorpresa y alegría. Yo viajé para la presentación a Buenos Aires. Pero después, no tengo mucha idea. Se que está en las librerías y, cada vez que algún amigo lo ve en algún lado, me mandan fotos y yo, me pongo muy contenta”.

-Si vos estuvieras en Argentina, lo que pasa con este libro, te hubiera posicionado seguramente.

“Sí, son consciente de que me perdí la parte más divertida. De todos modos, lo que pasa con el libro, creo que no me cambia mi presente en Estocolmo”.

Ahora tengo una especie de proyecto para traducir del sueco. Todavía no lo hice porque hasta ahora sentí no estar muy preparada, pero quiero animarme y seguro lo haré. Del sueco al español, así será el trabajo, porque las traducciones que he hecho hasta ahora fueron del inglés a nuestro idioma. Es más, creo que no podría traducir a otro idioma”.

-Cómo era tu vínculo con la literatura previo a todo esto?

“Cursé literatura en la UBA. Trabajé en editoriales haciendo de todo (así es la cosa allí, todos hacemos todo). Hice taller literario con Hebe Uhart y también con Federico Falco (durante esta etapa fue que empecé a escribir la novela), pero no tengo relación con grupos literarios, no. Hice un recorrido más en solitario, porque tengo más amigos editores que escritores. Lo cual también es un tema para escribir, porque escuchas sus charlas y te refrena un poco a veces. De todos modos, los editores me caen muy bien”.

El hechizo del verano

-Este libro me gustó muchísimo. Leyéndolo me hiciste sentir que, al principio todo es una aventura extraordinaria vivir en Estocolmo. Vos hablás, con una descripción maravillosa, de las vocales; y uno piensa que ese velo del principio se va a ir corriendo y vos te vas a disolver en esa cultura y sin embargo no, está sólida la cuestión, a pesar de la distancia; y hay algo ahí que parece que no se puede romper… Al menos esa es mi sensación.

-“Yo creo que, entre el primero de los textos del libro y el último, existe una especie de arco. Además, el tema de las letras me ha dado pie para hablar de muchas otras cosas. Creo que la primera parte del libro tiene como una mirada mucho más maravillada por todo lo nuevo; mucho más propia de quien llega a un lugar diferente del que viene y todo le asombra gratamente. Y desde la mitad hacia el final, esa mirada está un poco más afinada, y hasta teñida de un tono oscuro, porque una ya está allí más en la vida diaria, lo cual hace que uno haga propias cosas que al principio parecían solo buenas por ajenas y novedosas”.

-El sueco, al final, te pone una distancia. La metáfora del colchón de aire de la que hablás, es así?

-“Sí, es cierto. Todos los extranjeros coinciden en que acá es casi imposible pasar la barrera de las personas. Es algo que claramente les lleva mucho más tiempo que, por ejemplo, a nosotros. Es más, creo que para nosotros es realmente muy fácil hacer amigos. Uno viviendo afuera, muchas veces se da cuenta de ciertos valores que tenemos los argentinos (que estando allá damos casi siempre por sentados) que no son obvios. Pero esta facilidad de conectar y de tener curiosidad que tenemos culturalmente es muy nuestro. No todo el mundo es así”.

Acá, en general, la gente es reservada, muy reservada. Y la curiosidad no es, bajo concepto alguno, un valor. Por ejemplo, en mi caso, yo no les genero la más mínima curiosidad, es así. Y eso pasa mucho. Y creo que hay cierta reserva y a miedo a parecer entrometido que al final las relaciones terminan siendo como algo raro, distante, más parecido a la falta de interés que a otra cosa y eso se siente mucho cuando uno viene de afuera”.

La escritora Virginia Higa, autora de: Los Sorrentinos y de El hechizo del verano. Foto: Instagram.

-Tenés una gran habilidad. Hay en tu escritura hay algo sorprendente que es una gran practicidad para hacer listados. Tal es el caso de lo que hiciste en: “Cosas que dicen los extranjeros de Suecia”. Y el capítulo en el que descubrís a Rohmer, me hizo casi llorar. Advertí allí una belleza y sutileza en tu escritura, que conmueven. Me hace feliz que hayas descubierto a Rohmer en Estocolmo.

-“Sí, fue un enamoramiento y una cosa de querer ver todo lo suyo y no poder parar, hermosa. Cuando lo descubrí fue muy lindo, porque me vino a funcionar como antídoto porque Rohmer filma el verano y las demás estaciones, de una forma hermosa, indescriptible. Además, recuerdo que lo descubrí en un invierno crudo y oscuro, un invierno sin sol y él, con su cine, me hizo bien. Sobre todo, con su modo de filmar tan hermosamente repetitivo y de tanta sutileza y simpleza. En definitiva, creo que, su cine, me hace sentir que todo lo que cuenta, y sobre todo, el modo de abordarlo es tan hermoso que te abraza y cautiva a quien lo descubre”.