Compañía de Radio compartió un intercambio interesante con la periodista y escritora, quien habló de la importancia de la escucha atenta y sin juzgamientos para lograr un trabajo periodístico sin prejuicios, ni juicios de valor; en el cual, según dijo, el otro, es el total protagonista de la experiencia.

(CNN Radio Argentina)-Este domingo 24 de marzo, Compañía de radio entrevistó a la periodista y autora, para saber cómo fue su labor y recorrido en el marco de una serie de entrevistas que le permitieron conocer lo que debió soportar Silvia Labayru en primera persona, para luego, transcribirla magistralmente, en formato libro

Guerreiro compartió a través del programa de Cecilia Laratro, entre varias interesantes reflexiones, cómo fue el trabajo de armar las partes de una historia tan dolorosa, como llena de tristezas, pérdidas absolutas y sombras tan oscuras, de esas que no tienen descripción posible sobre la condición humana; Un relato atravesado por uno de los períodos más horrorosos de nuestra historia, que nos exige como miembros de esta sociedad, el ejercicio y el compromiso de mantener siempre viva la memoria, la verdad y la justicia.

La protagonista de este relato es Silvia Labayru, una argentina secuestrada en 1976 durante la última dictadura militar en nuestro país por su pertenencia a la organización Montoneros. Tenía veinte años. En el momento en el que se la llevaron, estaba embarazada de cinco meses. Fue trasladada a la Escuela de Mecánica de la Armada donde funcionaba un centro de detención clandestino. Allí fue torturada, obligada a realizar trabajo esclavo, violada reiteradamente por un oficial. Su hija, nacida en cautiverio, fue entregada a sus abuelos. Tres años atrás, denunció los abusos sexuales por parte de sus represores en el primer juicio de ese tipo.

La historia de Silvia Labayru merecía ser contada. Para saber el porqué de esta afirmación, habrá que leer el trabajo de Leila Guerreiro, pero, mientras tanto, esta tarde en el aire de CNN Radio, algunas de sus explicaciones posibles, permiten adentrarnos en más de una razón contundente para entender, entre otras cosas, por qué “la llamada” logró cambiar el desenlace de los hechos que, sin piedad, parecían llevar la muerte de la protagonista como una crónica anunciada.

El pasado que vuelve

-Ayer leí que Alberto González (el mentor de la actual vicepresidenta) tiene dos condenas a cadena perpetua y una por delitos sexuales, es quien fue condenado por la demanda de violación de Silvia Labayru. No lo puedo creer ¿Es él mismo?

“Sí es la misma persona. Leí también ese artículo en la revista Noticias. Yo ya había leído algo de esto en un artículo anterior de Ricardo Ragendorfer. Para responder corto: La persona de la que habla esa nota es la misma persona que violaba a Silvia Labayru y a quien ella denunció en el marco del primer juicio por violencia sexual contra un militar represor. Ella hizo esa presentación junto a otras dos mujeres, y tuvo sentencia condenatoria en agosto de 2021.

-El golpe del 76, marcó un durante, un antes y un después. Ahora, estos elementos, en este después… parece que se están dando la mano. ¿Cómo ves vos estas instancias?

“Creo que se trata de una convergencia de tiempos bastante horrible, muy desafortunada. Parece que hay que volver a explicar determinadas cosas… A mí, personalmente, me parece espantoso que se estén cuestionando algunos temas sobre los que ya teníamos consenso. Son temas que ya fueron revisados, pensados…Ya sabemos que no fue un enfrentamiento entre bandos iguales. Pero, por otro lado, esto que pasa ahora, deja a las claras que había toda una idea e ideología muy soterrada a la que no se le estaba prestando atención y a la que ahora se la está peligrosamente validando desde el poder. Porque una cosa es abrirle las puertas a esa conversación dándola por válida, antes de que entre en una discusión pública. Algo que es, por lo menos, bastante peligroso creo yo”.

La llamada

-Me preguntaba, en referencia a tu libro ¿cómo fue el vínculo entre Silvia y vos?  ¿Cómo empieza esta historia?

“La historia empieza por un amigo en común, porque nosotras no nos conocíamos sino a través de amistades que nos acercaban. Aun así, las cosas podrían haber salido mal (aunque nada de eso sucedió). Resulta que ambas tenemos relación con Dani Yaco, que es un gran fotógrafo argentino. Yo me enteré de la historia de Silvia por él, que me mandó un mensaje preguntándome: ¿Viste esto de mi amiga Silvia? Y el “esto” era un artículo muy bueno que nuestra colega Mariana Carabajal había sacado en Página 12, en el que contaba muy bien, pero muy resumidamente (porque eran dos páginas del diario), la vida de Silvia Labayru, como militante, como persona secuestrada, exiliada y repudiada por sus compañeros de exilio en Madrid. Una mujer que se decía que había tenido a su hija en un cuarto clandestino de la ESMA, donde estuvo secuestrada, etc”…

“En ese marco yo le respondí a Dani que la historia me había impactado mucho, no obstante, en ese momento no pensé en trabajar para contarla. Pero luego Dani me ofreció hablar con ella, y le dije, sí. Después la llamé, hablamos, y concertamos una primera entrevista informal; porque con un tema tan delicado me parecía que estaba bien lograr de a poco un acercamiento necesario y, por otro lado, el dejar de lado ciertas posturas también era algo conveniente. Después de todo, con un tema tan importante y delicado, me parecía fundamental que ella supiera quién era yo. Ella no tenía ni idea de mí, de quien era, de lo que yo hacía. Solo sabía que venía de parte de nuestro amigo Dani”.

Escribir la historia 

-Cómo fue la transcripción del lenguaje hablado al papel, porque tengo entendido que te llevó un año y siente meses, escuchar los testimonios (que hablan de torturas, violaciones, etc…). ¿Cómo fue el vínculo y cómo fue el trabajo de transcribir el lenguaje oral al escrito?

“El vínculo creo que se basó en una especie de confianza que logramos generar a lo largo del tiempo, sobre todo. Porque, como vos bien dijiste, estuve entrevistándola, y a la gente que la conoce, a lo largo del tiempo, y eso te asegura, entre otras cosas, que contás con tiempo para las preguntas incómodas, que no necesariamente son las que hay que hacer primeras. Es decir, acá no estaba con el reloj de arena. Yo creo que empecé a preguntarle por la tortura, por ejemplo, luego de los tres meses de haber comenzado con las entrevistas”.

“De modo tal que, creo en este tipo de trabajos, si bien la otra persona te abre las puertas de su casa para recibirte y contarte las cosas que te quiere contar; sentís que la posibilidad de hacer esas preguntas sin prisa y con cierta soltura (esa soltura que proviene de mi propia concepción de las cosas). Ella no se sintió, creo yo, como moralmente juzgada, nunca”.

“Después, la tarea de la transcripción fue algo duro. Tenía como noventa y siete entrevistas. Por ahí, muchas veces algunas de ellas llegaban a durar hasta 5 horas lo cual hacía que tuviera un material de mucho volumen, algo enloquecedor, pero bueno… Había que hacerlo”.

“Por otra parte, en septiembre de 2022, sentía que me estaba acercando al cierre del trabajo de entrevistas, o que me quedaba muy poquito. Fue en aquel momento cuando me invitaron a una residencia de escritura (que es una instancia a la que vamos los escritores para producir y escribir con cierta calma y tranquilidad), esta fue en la Ciudad de México, en la casa donde Gabriel García Márquez escribió Cien años de soledad… Allí fui (invitada por Juan Villoro), y, una vez llegada, me dispuse a trabajar en las transcripciones de las entrevistas. Y bien…Empecé en septiembre y terminé en noviembre, en lo que fueron jornadas muy largas”.

“Es que transformar todo ese material lleva su dedicación porque la verdad es que no podés hacer de modo automático la transcripción. Tenés que hacer un trabajo finito, dedicado y minucioso a fin de que sea entendido el desarrollo de la historia que Silvia contaba”.

Cuando una pregunta duele toda una vida…

-Me parece tremendo cuando aparece esa especie de cuestionamiento a la víctima por haber sobrevivido, y esto, sabemos que ocurrió en este caso. Es algo que es difícil de creer que ocurra. ¿Cómo fue? Y en torno al abordaje que caracteriza a tu trabajo, dejáme decirte que ponés en práctica muy habilidosamente el ejercicio de una mirada respetuosa, discreta y cuidadosa, sobre todo en la forma de preguntar por ciertos temas difíciles de tocar…

“Un poco tiene que ver con esto de pensar: ¿A quién le gustaría recibir una pregunta así que tiene del otro lado una acusación? Porque si a vos te preguntan ¿cómo sobreviviste? ¡Lo que también te están diciendo es, ¿por qué no te mataron?… ¡Y tras eso, la sospecha encriptada de que algo negociaste para que no lo hicieran! Esa pregunta no nació de mí. Ni existió ni en mi fantasía, ni la pronuncié porque no está en mi naturaleza, pero sí figura en el libro como una pregunta que a mí me sorprendió por demás que se hicieran muchos. Una pregunta que la persiguió a Silvia durante mucho tiempo. Y no solo a ella, sino a muchos sobrevivientes de la última dictadura militar”.

El sobreviviente como sospechoso de haber tranzado alguna cosa (que casi siempre se sospecha espuria), para poder sobrevivir. A mí me sorprendió mucho cuando a ella la liberan de la ESMA y la llevaron hasta un avión con su hija de un año y medio (la niña que había sido entregada a los abuelos tras haber nacido en la clandestinidad de la Escuela de mecánica de la Armada), y eso fue bastante inusual, porque casi todos los chicos nacidos allí habían sido apropiados por los militares”.

“Luego llegó a España a encontrarse con su marido de entonces, el padre de Vera, con la idea de que todo ese infierno de la ESMA, la tortura, el horror, iba a desaparecer … Y encontró allá algo totalmente inesperado que fue el repudio casi absoluto, digo “casi”, porque tenía un par de amigos que la recibieron con amor y sin hacer preguntas. Pero el resto recibió a quien llegaba, recién salida de estar en un centro de detención clandestino, con bastante desprecio porque esta persona era, sospechosa a priori. Eso me llamó mucho la atención porque tal vez, en mi cabeza cándida, no cabe la oportunidad de hacer algo así con quien salió recién de una situación semejante, ¿no? Pero bueno, tal vez yo soy de otra generación, no milité en una organización armada, tengo otra cabeza y de ahí eso que mencionas vos del ejercicio de cierta delicadeza en el oficio, también puede ser”.

“Por otro lado, creo que sobre Silvia pesaba algo más, que fue, creo yo, de lo más oscuro que pasaba en la dictadura: Ella fue obligada a acompañar a Alfredo Astiz, un marino infiltrado en el Movimiento de Madres de Plaza de Mayo (haciéndose pasar por el hermano de un militante desaparecido), para tener una tapadera más verosímil. Este decidió llevar a una prisionera para que la acompañe (que en este caso fue Silvia), a fin de que ella se hiciera pasar por su hermana. De tal modo el militar arrastró a Silvia Labayru a esta situación, y vos sabés…Esta infiltración terminó con la desaparición y muerte de 3 Madres de Plaza de Mayo, entre ellas la fundadora; las monjas francesas; y 7 familiares de detenidos desaparecidos. Eso generó un escándalo internacional y los exiliados argentinos supieron de esto, y esa sombra la acompañó a Silvia durante toda su vida hasta hace muy poco tiempo. No creas que eso fue fácil de limpiar”.

-Cómo se hace para escuchar al entrevistado, cualquiera fuera y no juzgar? ¿Crees que esta característica que tiene tu trabajo está más en función de tu personalidad o bien constituye una técnica periodística?

“Creo que tiene que ver con un poco del ejercicio de la escucha trabajada desde el punto de vista, si se quiere, de la práctica psicoanalítica a través de los años. Pero también me parece que hay algo ahí del psicoanálisis y del periodismo que se parecen en relación a la posición o al rol que juega la persona que escucha. En lo personal, trato siempre de buscar el lugar de la opacidad, de no aparecer mucho, de estar atenta (con la menor tensión posible). Hago pocas preguntas e intento que estas sean pequeñas. Además, trato de ir llevando al entrevistado por un camino sereno en el que tenemos tiempo”.

“Y en cuanto a eso de no levantar el dedo acusador como periodistas, o trabajar intentando “no dar lecciones”, me parece que tiene que ver con que, cuando a mí me dan una información muy brutal (como fue este caso, por citar un ejemplo), creo que yo no reacciono con espanto. Primero porque no está en mí esa respuesta, y en segundo término, porque creo que lo que me pide la situación es que tenga la suficiente espalda para poder soportar eso que está siendo contado por el otro. Es más, de las entrevistas con Silvia, no recuerdo haberme conmocionado o reaccionado de un modo emocional. Es más, no recuerdo nada de mí, de mi propio sentir; Y creo no recordarlo porque el contexto necesitaba que yo me olvidara de mí, de lo que podría hacerme sentir ese relato. Después de todo, lo que me pase a mí, allí, no tiene importancia”.

Sobre Leila, su trabajo y, algo, de su recorrido

Cabe destacar que el trabajo de Leila se publica en diversos medios de América Latina y Europa: La Nación y Rolling Stone (Argentina), El País (España), Piauí (Brasil), Gatopardo (México), L’Internazionale (Italia) y Granta (Reino Unido), entre otros. Además es editora para América Latina de la revista mexicana Gatopardo. Publicó los libros Los suicidas del fin del mundo, Frutos extraños y, en Anagrama, Una historia sencilla, Plano americano, Opus Gelber. Retrato de un pianista, La otra guerra y Zona de obras. En 2010 su texto «El rastro en los huesos», publicado en El País y Gatopardo, recibió el Premio CEMEX+FNPI. En 2019 recibió el Premio Manuel Vázquez Montalbán al Periodismo Cultural y Político en reconocimiento a su obra, otorgado por el Colegio de Periodistas de Cataluña. Algunos de sus libros han sido traducidos al inglés, francés, italiano, alemán, portugués, sueco y polaco.