CNNE 1fca58c7 - 120203080657-mexico-us-border-story-top

Por Ruben Navarrette Jr.

Nota del editor: Rubén Navarrete Jr. es colaborador de CNN y columnista para otros medios.

San Diego, California (CNN) — ¿Qué tan importante puede ser un nombre o una palabra? Para mis amigos que se desenvuelven en el ámbito de la comunidad de la reforma migratoria, resulta suficiente escuchar la palabra “inmigrante ilegal” como para alterarse.

Primero, hay suficiente cosas para asustarse en este mundo, desde gobiernos hasta monstruos debajo de la cama, como para preocuparnos por las palabras. Y cuando se trata de declarar como ofensiva una palabra o frase, deberíamos ser cuidadosos para hacerlo con el debido juicio y no sobredimensionar las cosas.

Ese es mi consejo para mi buen amigo y compañero, Charles Garcia, por quien tengo gran afecto y tremendo respeto. Nos conocemos desde hace mucho timepo. Y eso es verdad hasta en la rara ocasión en la que se equivoca. Y ese es el caso ahora que escribió un artículo para CNN en el que hace referencia al hecho de que la frase inmigrante ilegal es “tendenciosa” y “racialmente ofensiva”. También dio a entender que es una difamación, y tomando prestado el lenguaje de George Orwell, una frase “desgastada e inútil”.

De hecho, no es ninguna de las anteriores. La frase es acertada. Es el saco que le queda. Es la realidad. Y como lo es muchas veces con la realidad, para mucha gente es algo difícil de aceptar.

Aparentemente, eso incluye a gente como la juez Sonia Sotomayor, quien durante su primera intervención en la Suprema Corte —en un caso del 2009 llamado Industrias Mohawk contra Carpenter, que involucraba a un negocio acusado de emplear a inmigrantes ilegales— utilizó el término “inmigrante indocumentado”. De acuerdo con el New York Times, esta fue la primera vez que la Suprema Corte de Justicia usaba esa frase. Pero otros jueces han optado por la de “inmigrante ilegal”.

¿Inmigrante indocumentado? ¿En serio? Eso es políticamente correcto, pero también es absurdo. Muchas de estas personas tienen muchos documentos. Una mujer que se gana la vida limpiando casas en mi vecindario me explicó una vez que tenía un cajón lleno de permisos de residencia e identificaciones falsas diciendo que ella era —elijan una— ciudadana de EU, residente legal o estudiante de intercambio. Muchos inmigrantes ilegales tienen tarjetas de identificación de su matrícula emitidas por consulados mexicanos, pasaportes foráneos, licencias de manejo de algunos estados y credenciales de seguridad social falsos en los que los 9 dígitos son ceros.

Esto no es acerca de los documentos. En mi experiencia, muchos de los que tienen un problema con la frase “inmigrante ilegal” realmente están molestos con algo más profundo, el hecho de que, al final del día, al apoyar un camino para ganarse un estatus legal, defienden a un grupo de personas que están involucradas con una actividad ilegal. Para algunas personas, se trata de un negocio sucio, razón por la que tratan de limpiarlo cambiando el lenguaje.

Como columnista, no me importa lo sucio. Nunca he utilizado lo de “extranjeros ilegales” y nunca lo haré. Y no uso la palabra “ilegal” como sustantivo. Pero, como muchos otros periodistas, incluyendo a los de CNN, sí uso la de “inmigrante ilegal”. Y me rehúso a aceptar que al hacerlo estoy cometiendo un crimen de odio. No quiero menospreciar a nadie, pero como alguien que se gana la vida con las palabras, también preferiría no degradar el idioma inglés.

Aparte, en más de 20 años de escribir acerca de los inmigrantes ilegales —ups, ahí tienen, lo dije otra vez— he sido acusado de defender a los que rompen las leyes miles de veces. Me declaro culpable. No perdono la inmigración ilegal, pero muchas veces defiendo a los inmigrantes ilegales que son explotados injustamente, molestados y acusados por todo, desde crímenes hasta por la contaminación e incluso por la calidad de las escuelas públicas.

Como lo apunta correctamente Charlie en la parte de la columna con la que sí estoy de acuerdo, mucho de ese sinsentido proviene del Partido Republicano y de políticos sinvergüenzas que piensan que aumentar nuestra presión sanguínea por la inmigración ilegal es un atajo para ayudarles a aumentar sus cifras en las encuestas y reunir fondos de los contribuyentes. He criticado a muchos de estos oficiales con anterioridad y estoy esperando la siguiente oportunidad.

Oficialmente, no estoy en contra de la ‘alta presión sanguínea’. Soy conocido por aumentarla yo mismo. Creo que si la gente está molesta porque nuestro sistema migratorio está roto, tienen el derecho de estar enojados. Pero también creo que deberían dirigir su enojo hacia el gobierno y hacia los políticos, y no hacia los mismos inmigrantes.

También creo que los inmigrantes son más positivos que negativos. Contribuyen a la economía de EU, hacen trabajos que los estadounidenses no harían, reponen el espíritu americano con esperanza y optimismo, y muchas veces crían buenos muchachos con ética laboral y fuertes valores tradicionales que avergonzarían a los que nacieron aquí. No son un pasivo, son una ganancia.

Pero, por favor. Estas personas no son santas. Con la excepción de los muchachos del DREAM Act, que son involuntariamente traídos por sus padres, estas personas hicieron algo malo. Los inmigrantes ilegales o se quedaron más tiempo del que les permitió su visa o cruzaron la frontera sin autorización. Eso estuvo mal. Después, muchos de ellos cometieron una doble falta al usar documentos falsos para hacerse de un trabajo o no pagan impuestos de su sueldo, aunque el gobierno federal ha impuesto un Número de Identificación de Pago de Impuestos Individual que permite que los inmigrantes ilegales paguen impuestos.

Si eso suena duro, culpen a la forma en que fui educado. Soy el nieto de un inmigrante mexicano que llegó a los Estados Unidos legalmente durante la Revolución Mexicana y mi padre pasó 36 años como policía. Está en mi ADN el no poner excusas para actuar mal.

Mis amigos en la comunidad de la reforma migratoria necesitan superar su incomodidad y dejar de dulcificar lo que son estas personas y lo que han hecho para llegar aquí. No podremos arreglar el problema de la inmigración ilegal hasta que lidiemos con el tema con honestidad y franqueza.

Como lo mencionó Charlie, el juez Anthony Kennedy tiene un punto de vista interesante acerca de la inmigración ilegal, la cual incorporó dentro de la opinión de la mayoría en la reciente decisión de la Suprema Corte cortando la mayor parte de la ley de inmigración de Arizona. Kennedy escribió: “Como regla general, no es un crimen para un extranjero sujeto de deportación estar en el tiempo presente en Estados Unidos”.

Cierto. Pero el tiempo presente no pasó así nada más. Los aproximadamente 10 millones de inmigrantes ilegales que están en EU sin papeles en regla no aparecieron un día, de la nada, como por obra del genio de la lámpara de Aladino. Como dice el viejo dicho: “Si ves a una tortuga descansando debajo de un poste, puedes estar seguro de que alguien la puso ahí. No llegó ahí por su propia cuenta”.

En algún momento, otra vez, con la excepción de los chicos del DREAM Act, alguien hizo algo malo. Eso no los convierte en malas personas. Pero rompieron la ley. No estamos hablando de la ley criminal y por lo tanto no son “criminales”. La ley de inmigración está basada en la ley civil, y es por eso que aquellos que la rompen son deportados y no encarcelados. Pero estas personas siguen siendo alguien que rompió la ley, y por definición, son inmigrantes ilegales.

Lo siento Charlie.

(Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Rubén Navarrete Jr.)