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KATMANDÚ, Nepal (CNN) — Pushpa Basnet no necesita de una alarma para levantarse temprano. Cada mañana, los sonidos de 40 niños la despiertan en la casa de dos pisos que comparte con ellos.

Mientras les ayuda a vestirse para la escuela, Basnet parece ser un ama de casa, aunque la verdadera historia es complicada.

Todos estos niños vivían en las cárceles de Nepal, pero esta mujer de 28 años ha salvado a cada uno de ellos de una vida tras las rejas.

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Nepal, ubicado en la región del Himalaya, al norte de la India, es uno de los países más pobres en el mundo. De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), el 55% de la población vive por debajo de la línea de pobreza internacional, lo que ocasiona que la red de seguridad social, como la que existe en muchas de las naciones occidentales, no exista. El espacio es extremadamente limitado en las pocas casas hogar para niños que están afiliadas al gobierno.

Entonces, cuando no hay ninguna guardería local disponible, un padre bajo arresto debe escoger entre llevarse a su hijo a la cárcel o dejar que viva en la calle. El Departamento de Administración de Prisiones de Nepal calcula que 80 niños viven dentro de las prisiones de la nación.

“No es justo para estos niños que vivan en prisión, porque no han hecho nada malo”, dijo Basnet, quien comenzó una organización no gubernamental para ayudarlos. “Mi misión es asegurarme de que ningún niño crezca dentro de las paredes de una celda”.

Basnet es una de varias mujeres que comenzaron grupos para sacar a los niños de prisión y desde 2005 ha ayudado a más de 100 niños de padres encarcelados. Ella dirige un programa de guardería para niños menores de 6 años y una casa en la que niños más grandes, en su mayoría, reciben educación, comida, cuidados médicos y una oportunidad de vivir una vida más normal.

“Tuve una vida muy afortunada, con una buena educación”, dijo Basnet. “Debería dársela a alguien más”.

Basnet tenía solo 21 años cuando descubrió su vocación, dijo. Mientras que su familia dirigía un negocio exitoso, ella estudiaba servicio social en la universidad. Como parte de sus estudios, visitó una cárcel de mujeres y le sorprendieron las terribles condiciones en las que se encontraban. También se impresionó al descubrir a niños viviendo tras las rejas.

Una niñita jaló el vestido de Basnet y le sonrió.

“Sentí como si me llamara”, dijo Basnet. “Regresé a mi casa y le conté a mis padres. Me dijeron que era algo normal y que en un par de días me olvidaría de eso. Pero no fue así”.

Basnet decidió empezar una guardería para sacar a los niños encarcelados. Debido a que sus padres estaban en contra de la idea en un principio, ella no tenía trabajo ni manera de sostenerlo económicamente, aunque con el tiempo le ayudaron. Pero los oficiales de la prisión, trabajadores del gobierno y hasta algunas madres encarceladas dudaban que alguien de su edad pudiera manejar tal proyecto.

“Cuando empecé, nadie me creyó”, dijo Basnet. “La gente pensó que estaba loca. Se reían de mí”.

Pero Basnet estaba decidida. Hizo que sus amigos donaran dinero y rentó un edificio en Katmandú para que fuera la sede de su nueva organización, el Centro de Desarrollo de la Infancia Temprana. Incluso convenció a sus padres para que cambiaran varios muebles y electrodomésticos de su hogar, para que ella pudiera quedarse con todos esos muebles para su centro.

A solo dos meses de haber visitado la prisión, Basnet empezó a cuidar a cinco niños. Los recogía en la prisión todas las mañanas laborales, los llevaba a su centro y los regresaba por la tarde. El programa de Basnet fue el primero de su tipo en Katmandú; cuando empezó, algunos de esos niños a su cuidado nunca habían estado fuera de la cárcel.

Dos años después, Basnet estableció el Butterfly Home (Hogar Mariposa), una casa hogar en la que ella misma había vivido desde hacía cinco años. Aunque ahora tiene un equipo que le ayuda, Basnet todavía tiene mucho trabajo.

“Cocinamos, lavamos, vamos de compras”, dijo ella. “Es increíble, nunca me canso. (Los niños) me dan energía… Las sonrisas de mis niños me tienen motivada”.

Coordinar todo esto no es tarea fácil. Pero en el Hogar Mariposa, los niños más grandes ayudan a cuidar a los pequeños y todos ayudan con los quehaceres de la casa. La atmósfera se siente como una familia extremadamente grande, un sentimiento auspiciado por Basnet, quien cuida a los niños con amor. Los niños le corresponden llamándola mamu, lo que significa mami.

“Nunca tengo un día libre, pero si no tuviera a los niños conmigo, sería difícil”, dijo. “Cuando estoy con ellos soy feliz”.

Todos los niños están en el Hogar Mariposa con el permiso de su padre o madre, quienes se encuentran dentro de una prisión. Cuando Basnet sabe de otro niño en prisión, ella va para allá, aunque sea en áreas remotas del país, y le cuenta al padre lo que le puede ofrecer. Si éste está de acuerdo, Basnet se lleva al niño.

Sin embargo, ella aún quiere que los niños tengan una relación con sus padres. Durante las vacaciones escolares, ella manda a los pequeñitos a que visiten las cárceles, y les manda comida, ropa y agua fresaca durante su estancia. A final de cuentas, Basnet quiere que las familias se reúnan fuera de la prisión, y 60 de sus niños lo han hecho.

Padres como Kum Maya Tamang están agradecidos por los esfuerzos de Basnet. Tamang lleva siete años en una cárcel para mujeres en Katmandú. Cuando la encarcelaron por tráfico de drogas, no tenía opciones para el cuidado de sus hijas, así que cuando escuchó del programa de Basnet, decidió dejar que fueran a vivir con ella.

“Si no existiera Pushpa, (ellas) nunca hubieran tenido una educación, hubieran tenido que haber vivido en las calles”, dijo. “Siento que las trata de la manera en la que yo lo haría”.

Laxmi, hija mayor de Tamang, dijo que no se imagina su vida sin Basnet.

“Mi vida sería oscura sin ella”, dijo Laxmi, de 14 años. “Probablemente siempre hubiera tenido una vida triste. Pero ahora no, gracias a Pushpa”.

En el 2009, Basnet comenzó un programa para enseñarle a los padres cómo hacer manualidades, que ella vende para juntar dinero para el cuidado de los niños. Participan las mamás y los papás por igual. No solo les da las habilidades que les ayudarán a mantenerse cuando los liberen, también les ayuda a sentirse conectados con sus hijos.

“Muchas veces, ellos piensan que no sirven para nada porque están en prisión”, dijo Basnet. “Quiero hacerles sentir que están contribuyendo con nosotros”.

Los niños ayudan haciendo tarjetas de felicitación que Basnet vende como parte de su negocio de manualidades. En el pasado, ella ha vendido su propia joyería y sus posesiones para mantener el centro.

Su mayor preocupación es tratar de encontrar maneras para hacer más para que los niños tengan un futuro mejor. Recientemente abrió una cuenta bancaria de ahorro para pagar la educación superior de los niños, y ella espera que un día pueda comprar o construir una casa para que ellos siempre tengan un lugar al que llamen “hogar”. Su felicidad es lo primero en sus pensamientos.

“Esto es lo que quiero hacer con mi vida”, dijo. “Me hace sentir bien cuando veo que son felices, pero hace que quiera trabajar más duro… Quiero hacer sus sueños realidad”.