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(CNN) — Rusia será la sede de los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi en seis meses. Pero lo que debería ser una buena noticia ha atraído la atención hacia la reciente ley aprobada en contra de la propaganda homosexual.

Defensores de los derechos de los homosexuales han hecho comparaciones entre las acciones del gobierno de Moscú y la persecución de los judíos en la Alemania nazi o el apartheid de Sudáfrica.

Las protestas se han extendido desde un boicot de la importación de vodka ruso hasta llamados de algunos sectores a un boicot de los propios Juegos.

Hasta el presidente estadounidense Barack Obama ha entrado en la discusión, pues este viernes en una conferencia de prensa en la Casa Blanca dijo que “no hay nadie más ofendido que yo” por la legislación antihomosexual “que se ha estado viendo en Rusia”.

Mientras tanto, Rusia insiste en que la ley que prohíbe la “propaganda de las relaciones sexuales no tradicionales dirigida a menores de edad” no es discriminatoria, sino que pretende proteger a los niños.

Entonces, ¿qué hay detrás de lo que los críticos dicen que es una ofensiva concertada contra la comunidad de lesbianas, homosexuales y transexuales de Rusia?

Boris Dittrich, quien lidera los esfuerzos de los Derechos Humanos en defensa de los grupos LGBT en todo el mundo, apunta a una combinación de factores, como la mezcla de conveniencia política, la ignorancia y la religión.

“Siempre hay elecciones que vienen en Rusia y hace que los políticos populares busquen un chivo expiatorio”, dijo. “Las personas LGBT son un chivo expiatorio, porque la gente no sabe mucho acerca de la comunidad LGBT; se mezcla con la pedofilia, el bestialismo o incluso creen que tiene algo que ver con el diablo”.

“Pagan el precio”

La situación se agrava por la Iglesia Ortodoxa Rusa, que difunde información falsa acerca de la comunidad homosexual, dijo Dittrich.

Sumado a esto, “no hay muchas personas abiertamente homosexuales y lesbianas en la sociedad rusa, así que realmente no hay modelos a seguir” para que la gente juzgue por sí misma, dijo.

En cuanto al presidente de Rusia, Dittrich considera que Vladimir Putin hace uso de la cuestión para diferenciarse de los países de occidente.

Si bien existe una aceptación cada vez mayor hacia la comunidad LGBT en Estados Unidos y en otros países, Dittich dijo: “esto es algo que se usa para decir” que los rusos son diferentes “y las personas LGBT en Rusia pagan el precio por ello”.

La ley de la propaganda antigay, aprobada abrumadoramente en el Parlamento y firmada por Putin, prohíbe la discusión pública sobre los derechos y las relaciones homosexuales en cualquier lugar donde los niños puedan oírlo. Quienes desatiendan la ley pueden ser multados y, si son extranjeros, deportados.

Los críticos dicen que la ley es tan vaga que puede ser usada para procesar a alguien por llevar un arcoíris en la camiseta o por caminar de la mano con alguien del mismo sexo en público.

Amnistía Internacional ha condenado como una “afrenta a la libertad de expresión y un ataque a los derechos de las minorías”.

No hay duda de que los esfuerzos de protesta en contra de la ley están ganando fuerza internacional.

El grupo a favor de los derechos de los homosexuales All Out presentó una petición de 320,000 firmas con la que reclama la derogación de la ley al Comité Olímpico Internacional (COI) en Suiza esta semana, y presionó al personal directivo del COI.

En declaraciones este viernes en Moscú, el presidente del COI, Jacques Rogge, dijo que el comité había recibido una garantía por escrito del gobierno ruso de que la ley de la propaganda antigay no se aplicaría a los visitantes de Sochi, pero que “todavía hay incertidumbres” que necesitan más aclaraciones.

“Estamos esperando esta aclaración antes de tener sentencia definitiva sobre estas garantías”, dijo.

“La Carta Olímpica es muy clara: se dice que el deporte es un derecho humano y que debe estar disponible para todos, sin distinción de raza, sexo u orientación sexual y los juegos en sí debe estar abierto a todos, sin discriminación. Así que nuestra posición es muy clara”.

Pero al interior de Rusia, el debate sobre la cuestión de los derechos de los homosexuales parece estar silenciado, y apenas se oye fuera de las grandes ciudades de Moscú y San Petersburgo.

Esto puede ser reflejo de que los electores tienen un amplio rechazo de la homosexualidad en la sociedad rusa.

Casi tres cuartas partes de los rusos dijeron que la homosexualidad no debe ser aceptada por la sociedad, mientras que sólo el 16% dijo que debería ser aceptada, según una reciente encuesta del Centro de Investigación Pew de Actitudes Globales.

En comparación, el 33% de los encuestados en Estados Unidos dijo que la homosexualidad no debe ser aceptada por la sociedad, mientras que el 60% dijo que sí debería. En Gran Bretaña, el 18% no estaba a favor de la aceptación de la homosexualidad, pero un 76% dice que debe ser aceptada.

El profesor Dan Healey de la Universidad de Oxford dice que las actitudes homofóbicas modernas de Rusia tienen su origen en una ley de la era estalinista, pero los políticos de hoy en día parecen dispuestos a explotar el hecho para sus propios fines.

“Es Stalin quien criminalizó la homosexualidad masculina hace unos 80 años y quien creó un tipo de ambiente en el que en primer lugar, por lo menos 26,000 y, probablemente, más a 50,000 homosexuales fueron arrestados durante la vigencia de esa ley que duró 60 años”, dijo.

Los campos Gulags del régimen de Stalin también jugaron un papel, dijo Healey. “Debido a que los campos de trabajos forzados tuvieron unos 20 millones de rusos, mucha gente presenció o experimentó relaciones sexuales del mismo sexo forzadas que han tenido una especie de efecto acumulativo sobre las opiniones de las personas respecto a la homosexualidad”, dijo.

En la ley de Stalin, “incluso las relaciones homosexuales masculinas voluntarias eran punibles con entre cinco y ocho años de prisión, que es sin el uso de la fuerza o el abuso de un menor”.

Instrumento político

La homosexualidad masculina solo fue despenalizada en Rusia en 1993, durante la presidencia de Boris Yeltsin, dijo Healey. Pero el problema es que ninguna discusión pública se llevó a cabo sobre el fin de la ley realizado para equiparar los sistemas jurídicos de Rusia con las normas europeas.

En ese momento, la gente estaba más preocupada por la economía, dijo Healey. Pero desde la llegada de Putin al poder en 2000 y con un retorno al crecimiento económico, ha habido “un giro hacia el nacionalismo conservador para tratar de estabilizar el estado ruso”.

En este contexto, el amplio sentido de la homofobia que atraviesa la sociedad rusa se convierte en una poderosa herramienta política.

“La homofobia oficial está siendo utilizada por la dirigencia de Putin como una forma de distraer la atención pública de que la economía que se está desacelerando drásticamente en realidad”, sugiere Healey.

“El crecimiento ha disminuido de alrededor del 4% anual a sólo el 1.5% este año y el rublo está cayendo frente a las monedas del mundo, por lo que hay preocupación por la insatisfacción en la gente que creo que esta manera de distraer a la gente de ello, mediante la participación en una especie de guerra de cultura”.

Al igual que Dittrich, Healey cree que los líderes de Rusia están tratando de explotar este sentimiento homofóbico para diferenciar a Rusia de Europa y Occidente, y fortalecer su propia posición en el poder.

“Es un poco de una estrategia deliberada para definir a Rusia de Europa y Occidente en general, como una restauración de ‘valores tradicionales’”, dijo.

Putin también ha traído su base de poder al acercarse a la Iglesia Ortodoxa Rusa, dijo Healey, lo que los nacionalistas conservadores aprovechan para usar el lenguaje de la religión en la discusión de temas políticos.

Todo esto significa que los activistas que tratan de poner presión internacional sobre Rusia sobre derechos de los homosexuales en los Juegos Olímpicos de Sochi pueden correr el riesgo de estar en las manos de Putin.

Pero, dijo Healey, hay personas poderosas dentro de Rusia que son más liberales y tratarán de contrarrestar este empuje lejos de Europa y sus valores.

Gary Morley y Tom McGowan colaboraron en este reporte.