Por Gary Morley y Olivia Yasukawa, CNN
(CNN) – Cuando has estado en el límite del espacio, con la gloriosa vista de la curvatura de la Tierra, y te arrojas hacia ella a la velocidad del sonido, la vida después de eso siempre va a ser un poco vergonzoso.
Así que, ¿qué queda por hacer? Obviamente pasarás mucho tiempo hablando de ello, pero en algún momento tendrás que seguir adelante.
Felix Baumgartner es un hombre de muchas palabras, pero no de quedarse quieto. El tatuaje en su brazo lo dice todo: “Nacido para volar”.
“Cuando era niño, siempre tuve este gran deseo de volar como un ave”, dijo el austríaco que rompió el récord a la serie Human to Hero, de CNN.
“Siempre estaba observando a las aves, y trataba de descubrir cómo era que volaban. Escalaba árboles y pasaba tiempo en el techo porque me gustaba la perspectiva de las aves. Quería ver el mundo desde arriba”.
Ahora, a la edad de 44 años, Baumgarther ha vivido ese sueño con intensidad y certeza. Desde su primer salto en caída libre a la edad de dieciséis años hasta sus peligrosos saltos base desde los rascacielos alrededor del mundo y hasta la profundidad de las cuevas, el hombre conocido como “el intrépido Félix”, prepara progresivamente uno de los eventos con mayor despliegue publicitario visto en la historia reciente.
Su caída libre en el Red Bull Stratos en octubre de 2012, la cual tomó cinco años en concluir, lo lanzó a la fama mundial. Algunos críticos lo descartaron como un truco publicitario, pero otros quedaron atónitos por la hazaña que desafió la muerte; esto lo convierte en la primera persona en romper la barrera del sonido sin usar algún vehículo.
Ascendió en una cápsula presurizada poco mas de 128.000 pies, unas 24 millas (39 kilómetros) por encima de la superficie de la Tierra, un récord de altura para un vuelo en globo tripulado.
Entonces cayó en picada a una velocidad de 846,6 millas por hora (1357,64 kilómetros por hora) lo cual equivale a 1,25 veces la velocidad del sonido, y logró aterrizar sin peligro, habiéndose impulsado él mismo fuera de un espiral que pudo haber activado su paracaídas de seguridad y acabado con su sueño de llegar a ser supersónico.
“La motivación mas grande es pensar siempre fuera de lo común”, dice Baumgartner, con su historia ya bien afinada después de un año de promociones post-salto.
“Siempre hay muchas personas que tratan de decirte que es imposible, y siempre me pregunto ‘¿Es esto imposible porque pensamos que lo es?’
“Siempre admiré a Sir Edmund Hillary, el primer hombre en escalar el Monte Everest…a Neil Armstrong, el primer hombre en la luna. Todos ellos fueron modelos a seguir para mí y creo que quería seguir sus pasos”.
Convirtiéndose en superhéroe
Una cosa es soñar, pero otra es hacerlo una realidad.
Baumgartner pasó de sus saltos en caída libre de joven a desarrollar a diario sus habilidades en la institución armada, hasta llegar a más de mil saltos.
“Siempre traté de ir un poco más allá de los límites. El paracaidismo regular no era suficiente”.
El siguiente paso fue el salto base, el cuál descubrió en 1996 cuando vio un vídeo de dos hombres saltando desde la roca “El Capitán” en el Parque Nacional Yosemite.
“Pensé, ‘Caramba, ya no necesitas un avión.’ Solo te tiras del acantilado, eso es lo que yo siempre soñé de pequeño, y todo lo que tienes es esta pequeña mochila. Es casi como si empezaras a volar como un superhéroe,” recuerda.
Él ganó el titulo mundial de salto-base un año después, pero fue un salto que hizo en 1999 de las Torres Gemelas Petronas de Kuala Lumpur -en ese entonces los edificios más altos del mundo- lo que lo convenció de que podría dedicarse por completo a esto. Repitió la hazaña desde el sucesor de las torres en Taiwan en 2007.
Baumgartner se anunció a si mismo al mundo con un salto altamente publicitado de la estatua del Cristo Redentor en Río de Janeiro el mismo año que su truco en Kuala Lumpur; afirmó que se trataba del más bajo del mundo a tan sólo 95 pies (28 metros).
“La imagen le dio la vuelta al mundo y creo que sigue siendo un clásico porque hay una pequeña figura en el brazo derecho de Jesús y todos ven esa foto pensando, ¿’Qué demonios está haciendo?’”, dice.
“Me costó mucho lograr este salto; es por eso que estoy tan orgulloso de él, y realmente esto fue lo que me llevó de un don nadie a ser alguien”.
‘Te da alas’
Baumgartner, entró al mundo de ciencia ficción en el año 2003, con el primer salto en caída libre al cruzar el canal Inglés; usó un ala hecha a la medida de fibra de carbono, una realidad gracias a su asociación con el gigante de la bebida energética Red Bull.
“Pasamos mucho tiempo en el túnel de viento, probando el ala para desarrollarla, y logré cruzar las 22 millas (35 metros) completas en sólo cinco minutos con esta ala en mi espalda”, dice.
“Yo he aprendido mucho de todos estos saltos en mi vida, sabes. Creo que todo esto fue necesario para poder hacer el Red Bull Stratos, porque esto es mucho más grande de lo que me hubiera esperado”.
Su problema más grande en este nuevo reto se estaba tomando muy en serio.
Primero, logró convencer al ex-piloto de la Fuerza Aérea de Estados Unidos Joe Kittinger, quien en el año 1960 estableció récords de caída libre, pero se quedó corto al tratar de llegar a ser supersónico, para ayudarle con el proyecto.
“Él dijo, ‘Está bien, si no estás dispuesto a encontrar un programa que involucre mucha seguridad, yo no voy a trabajar contigo. Así que desarrollamos un programa y era sólo sobre seguridad”.
Una vez había logrado involucrar al coronel octogenario jubilado, luego Baumgartner seleccionó al equipo científico.
“Al inicio, todos aquellos que nos están viendo como, ‘Está bien, hay un fabricante de bebidas energéticas y hay un saltador base y ellos quieren romper la velocidad del sonido. Esto es algo que normalmente la NASA o la fuerza aérea hacen’. Ahora les estamos pisando los pies, y a ellos no les gusta eso”.
Una sensación incómoda
Esto significó que Baumgartner había aprendido mucho en poco tiempo, no sólo para complacer a los científicos, si no también porque el tenía que tomar decisiones clave que tenían que ver no sólo con el éxito de la misión, si no también con su supervivencia.
“Yo era el atleta, estaba involucrado con el desarrollo del proceso, en las pruebas, en la parte mediática, en el mercadeo, y al final del día, tuve que amarrarme el paracaídas y tratar de romper la velocidad del sonido, así que había mucha presión sobre mí”, dice.
“Sentí como si hubiera estado preso por cinco años. El último día cuando aterricé y finalmente me quité el traje, sentí como si se hubieran abierto las puertas de la prisión y pude irme caminando. Eso fue un gran alivio”.
El traje que lo mantuvo vio también tenía sus propios retos. Para poder eliminar las burbujas de nitrógeno de su sangre, la cual se hincha y causa dolor en alturas extremas, Baumgartner tuvo que respirar oxígeno al 100% por cinco horas antes de subir.
“Esto es algo que siempre se me dificulta, porque en cuanto bloqueas tu visor, estás encerrado en tu propio mundo”, explica.
“Lo único que escuchas durante cinco horas es tu propia respiración. Y es muy irritante. Tuve que trabajar con un siquiatra porque empecé a sentir claustrofobia. Tardé unas cuatro semanas en deshacerme de ese problema”.
El recuento final
Una vez llegaron las condiciones climáticas ideales -un pronóstico exacto era esencial, ya que se requería de hasta 20 personas para lograr alzar el globo- Baumgartner ingresó a la vaina e inició el ascenso de dos horas y media.
Kittinger jugó un papel clave, hablando con él en los niveles conforme alcanzaba los 130.000 pies requeridos, y ayudándolo con la lista de revisión de 41 pasos después de despresurizar la cápsula.
“Ahora toda mi vida depende del traje. Si algo sale mal ahora, moriré en 15 segundos”, dice Baumgartner.
“Mi ritmo cardíaco sube de unos 130 pulsaciones a 186 en sólo un par de segundos, y luego estaba parado afuera y fue tan dramático porque éste es el momento en el que has trabajado tanto por cinco años y ahora ya casi lo logras”.
Pero con tan sólo 10 minutos de oxígeno en sus tanques, Baumgartner no tenía mucho tiempo para deleitarse en el momento. Él necesitaba enfocarse en la caída perfecta, evitando caer en un giro incontrolable que, aunque no sea una amenaza a la vida debido a todas las precauciones, podría arruinar la meta de romper la barrera del sonido.
Dos saltos de prueba anteriores ese año le habían dado confianza, a pesar de un momento cercano cuando no pudo abrir el paracaídas, y encontró su cuerpo girando demasiado rápido.
“Es natural tener miedo. Está en nuestro ADN y es importante porque en cuanto sientes miedo, estás mucho más enfocado, la adrenalina entra y te entra más determinación en ese momento”, dice.
“Sólo tienes que procurar que el miedo no se vuelva pánico…sino puedes morir. Nunca tuve la impresión de que iba a morir, estaba más motivado por el éxito que permanecer vivo porque teníamos el equipo adecuado para asegurar que no moriría”.
El hogar esta donde está el corazón
Baumgartner no entra muy fácilmente en pánico, pero quizá el prospecto de decidir, ¿cómo dará seguimiento a tremenda hazaña?, pueda darle un par de noches sin dormir.
“Yo siempre dije, si Red Bull Stratos se completa de manera exitosa, no hay un siguiente. Al menos no en caída libre, porque he logrado todo lo que tenía en mente lograr. Afortunadamente, también sobreviví”, dice.
“Ahora es tiempo de seguir adelante, y en el futuro quiero usar mis habilidades para servir al público”.
Esto incluye su otra pasión: volar helicópteros.
“Yo quiero trabajar como piloto contra incendios o rescate de montaña. Medio tiempo en Austria y medio tiempo en Estados Unidos porque siempre hay muchos incendios grandes allí”.
Baumgartner recibió su licencia de piloto privado en el año 2006 y dice que estaba “completamente adicto”, y ahora está calificado para volar seis diferentes tipos de helicópteros.
“Cuando aterrizo, no estoy en casa. Estoy en casa en cuanto los patines se despegan del suelo”, dice.
“Soy tan feliz cuando empiezo a volar, puedes ver esta sensación de ave que yo tenía cuando era niño, y sigue siendo la misma sensación, nunca cambia”.