Por Juan Andrés Muñoz, CNN

Nota del editor: Juan Andrés Muñoz es periodista, director de medios digitales de CNN en Español y Master en Interacción Hombre-Computadora por el Georgia Institute of Technology.

Atlanta (CNN Español) – Hace 301 días, mandé este mensaje desde mi cuenta de Twitter:

Traducido al español sería algo así como: “#SituvieraGlass revolucionaría el periodismo móvil mirando las noticias a través de una lente diferente, lo que llamaría #periodismoGlass” (que no suena tan bien en español).

Era mi tuit para participar en el concurso #ifIhadglass, organizado por Google para seleccionar a los alrededor de 8.000 Exploradores que probarían por primera vez las futuristas gafas.

Semanas después recibí un mensaje directo de Google notificándome que era uno de los elegidos y que podía viajar a Nueva York, Los Angeles o San Francisco a recogerlas, previo pago de 1.500 dólares. Entonces me resultó imposible viajar y Google no permitió que nadie las recogiera en mi nombre. Así que tuve que esperar a una segunda oportunidad.

Casi 10 meses después de aquel tuit, las esperadas Glass llegaron a mi casa empaquetadas en una pulcra y minimalista caja blanca. Las abrí con emoción ante la mirada escéptica de mis hijas, Catita y Andrea, de 9 y 6 años, que no alcanzaban a entender la excitación de su padre.

“Os voy a enseñar algo asombroso”, les dije. Me preguntaron de qué se trataba y les expliqué que se trataba de unas gafas inteligentes, algo así como “tener un teléfono inteligente sobre tu ojo derecho” que controlas a base de golpecitos de dedo en la patilla de la montura y con comandos de voz.

Siendo un poco más preciso, como me pidieron varios lectores de este artículo, las Google Glass son una montura de gafa que sobre el lado derecho tiene montado un cristal sobre el que se proyecta información como si fuera una micropantalla.

La información procede de una conexión a Internet que el usuario configura bien a través de WIFI o compartiendo la conexión de datos de tu teléfono Android o iPhone mediante Bluetooth. El cristal está situado ligeramente por encima del ojo derecho para facilitar la comunicación con otras personas sin perder el contacto visual.

La interacción y navegación de los menús con las gafas se realiza a través golpeando o deslizando los dedos sobre la patilla derecha de la gafa,  que en realidad es un touchpad, y por comandos de voz. El comando principal es “Ok Glass”, que pone a las gafas en marcha para hacer alguna de sus funciones principales, como buscar en Google, tomar fotos, grabar videos etc.

El sonido de Glass nos llega por conducción ósea, es decir, que el sonido se propaga desde la patilla derecha de la montura a través de los huesos del cráneo alrededor de la oreja derecha, lo que permite oír con claridad a quien las usa, pero es apenas audible por lso demás. Aunque debo decir que el  cosquilleo que se siente en la cabeza después de un tiempo escuchando música, por ejemplo, llega a ser un poco incómodo. Además, la nueva versión de Glass  cuenta con una conexión USB para auriculares externos, tanto mono como stereo.

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Como aficionado a la tecnología y a las tendencias en el mundo de la comunicación, el momento de ponérmelas por primera vez fue una experiencia casi mágica.

Me quité mis gafas de ver (tengo hipermetropía, astigmatismo y todo un repertorio de problemas visuales) y, con un cuidado casi quirúrgico me coloqué las Glass sobre la nariz y traté de ponerlas en marcha. Se encendió una pantallita diminuta sobre el cristal de las gafas y aparecieron las letras “GLASS”.

Pero cuando aparecieron las primeras instrucciones detalladas sobre el vidrio me di cuenta de que con mi pobre visión sería imposible usarlas sin colocarme primero mis gruesas gafas de prescripción médica. Afortunadamente logré alinearlas correctamente sin que la experiencia de usuario se resintiera.

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Seguí paso a paso las órdenes que me daba Glass y así pude configurar la conexión inalámbrica con alguna que otra dificultad (sin conexión a Internet las Glass tienen una utilidad muy limitada) y empezar a utilizarlas.

Mis hijas seguían sin entender mi agitación y Andrea me cuestionó: “No puede ser algo tan asombroso cuando se tarda tanto en poner en marcha”, refiriéndose a mis problemas para lograr la conexión al WiFI.

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Llevo ya varias horas usando las nuevas gafas y todavía siento reparo de salir a la calle con ellas. El aspecto de “cyborg” o “geek” que le dan a uno es difícil de superar y, hasta que el diseño no se haga más “invisible” no creo que sea capaz de utilizarlas como un instrumento cotidiano.

Me empiezan a surgir interrogantes sobre los efectos a futuro del uso prolongando de un dispositivo así: ¿fatiga y problemas visuales? ¿Pérdida de capacidad cognitiva al confiar cada vez más tareas intelectuales a un dispositivo externo? ¿Pérdida de espacio personal e intimidad?

En lo estrictamente tecnológico, me parecen un hito con un potencial impacto disruptor, aunque todavía con limitaciones técnicas, como la corta duración de la batería. Pero la mera posibilidad de acceder a toda una capa de información que se superpone a la realidad que vemos ante nuestros ojos abre un panorama fascinante que cambia las reglas del juego de la comunicación.

Las funcionalidades que ofrece Glass ahora mismo, como tomar fotos, videos, compartir contenido en las redes sociales, hacer búsquedas en Google, participar en videoconferencias, enviar mensajes…   ya están presentes en los teléfonos móviles inteligentes. Pero el poder hacerlo con manos libres y sin desviar nuestra atención de la gente con la que interactuamos para operar un objeto externo como puede ser un teléfono la sitúa en otro nivel.

La novedad de las Glass hace que todavía exista una barrera tanto física como mental que dificulta la fluida comunicación, tanto por la prominencia del aparato como por lo desconocido de sus capacidades, todavía ignotas para la mayoría, como se puede ver en este video que grabé dialogando con nuestra presentadora Gabriela Frías.

Pero a medida que se vaya reduciendo el tamaño de las gafas y su aspecto aparatoso, y crezca su adopción, esas barreras se irán cayendo.

Un tema de preocupación: la privacidad

Google también sigue mejorando el software constantemente y ha hecho varias actualizaciones desde que entregó las primeras gafas. Apenas dos días después de recibir mis Glass, se actualizó el software a su versión XE12, que, entre otras cosas, permite tomar fotografías con el simple guiño de un ojo. Tras varios movimientos de párpado que dejaron mi globo ocular exhausto, logré configurar esta función.

Han sido múltiples las voces que han cuestionado el futuro de esta tecnología por las amenazas potenciales a la privacidad de las personas. Google insiste en que se toma tan en serio esos temas como la tecnología detrás de sus dispositivos, pero después de tomar varias fotos con una leve flexión de mi ojo, puedo decir que a mí también me preocupa.

La reacción instintiva de muchas personas al verme con las gafas puestas es preguntarme: “¿Me estás grabando?”, “¿Me estás tomando una foto?”, lo que demuestra que existe una inquietud en torno a la privacidad y hasta cierto grado de paranoia ante el dispositivo. El hecho de que con un “parpadazo” puedas tomar una foto sin que nadie se percate puede volverse en algo aterrador y en el germen de una nueva camada de “glassparazzi”.

Este artículo es el primero de una serie en el que iremos contando nuestras impresiones de Glass y los experimentos que vayamos haciendo. Mientras tanto os lanzo la pregunta: Si tuvieras unas Glass, ¿qué harías con ellas? Seleccionaremos las mejores sugerencias y trataremos de ponerlas en práctica.