Por Harmeet Shah Singh, CNN

(CNN) — Sentada en su escritorio, con las piernas cruzadas, Abhina Aher habla sobre el significado de estar atrapada en el cuerpo equivocado.

Es una hijra de 37 años. Ese es el término que se usa en el sureste asiático para referirse a las personas que cambian del género masculino al femenino. Parece tranquila mientras habla sobre su orientación sexual y los estereotipos relacionados con su comunidad.

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Aher está serena porque se encuentra en los confines de una oficina de una organización sin fines de lucro que defiende la causa de las minorías sexuales a las que ella pertenece. Aquí no la juzgan por su voz grave o su rostro masculino, por sus facciones suavizadas con maquillaje o sus prendas femeninas, su barniz de uñas y sus joyas.

Aher encontró un nuevo sitio en su país. La Suprema Corte de India concedió recientemente a las personas transexuales el estatus de tercer género. Así, los hombres ahora pueden identificarse como mujeres y las mujeres pueden identificarse como hombres.

Sin embargo, dice que el mundo actual es duro. En una región que es mayormente conservadora y gira alrededor de la familia, el proclamar que no eres como naciste puede implicar dificultades perturbadoras como las que Aher sufrió… y sobrevivió.

Fue blanco de la desaprobación cuando se puso el sari de su madre por primera vez a los seis años. Recuerda que ignoraron durante un tiempo sus hábitos de vestir como mujer.

Sin embargo, su deseo secreto de liberarse de su sexo anatómico se intensificó conforme crecía. “El tema del género y la sexualidad eran recurrentes. Sin embargo, la parte desafortunada era que no tenía nadie con quién hablar; no tenía con quién compartir mis pensamientos”, dice Aher.

Del rechazo a la aceptación

El autodescubrimiento de Aher provocó una sensación de pérdida en su madre viuda, para quien Aher era niño.

“Mi madre me llevaba a un templo y me hacía jurar por Dios que cambiaría mi comportamiento”, dijo Aher. “Pero no estaba en mis manos”.

Así, Aher sufrió rechazo. Su madre no le habló en casi nueve años. Sus maestros no la apoyaban. Se volvió blanco de las burlas.

El dolor se profundizó cuando entró en el mundo adulto. Dice que sus amantes también la abandonaron. “Mi viaje fue solitario. Todos mis amantes me rechazaron. Me usaron para obtener dinero, placer sexual o para recibir apoyo sentimental momentáneo. Había un vacío enorme”, dice con la voz cargada de emoción.

Fue entonces cuando emprendió un viaje a la aceptación en la comunidad hijra.

Como indica el protocolo, la iniciación requería que consiguiera un gurú o mentor hijra, cosa que hizo. También se sometió a un prolongado proceso de feminización.

Dice que la recompensa fue invaluable: la liberación.

A diferencia del caso de Aher, las oportunidades de trabajo están extremadamente limitadas para la mayoría de los miembros de la comunidad hijra. Muchos terminan prostituyéndose o mendigando en las calles, dice.

A 45 minutos de su oficina, un edificio atestado de tres pisos sirve como centro multipropósito para las personas gays y transexuales.

Los voluntarios van y vienen por las escaleras polvorientas para asistir a una sesión de asesoría sobre el VIH en el primer piso. Según el gobierno de India, se considera que a pesar de ser pequeña, la comunidad transexual del país es desproporcionadamente vulnerable a la infección letal.

Una porción de la habitación tenuemente iluminada, separada por paneles, se usa como sala para que los jóvenes miembros de la comunidad hijra practiquen sus habilidades dancísticas.

En el mundo conectado de hoy no tienen que contratar músicos profesionales. Solo hay que conectar un par de altavoces a un teléfono móvil para empezar a bailar y cantar las canciones populares deBollywood.

Sin embargo, debajo del ánimo gozoso acecha la desesperanza.

Muchos de los hijras de este centro son al menos 10 años menores que Aher. Dicen que también se enfrentaron a la resistencia social a su decisión de rechazar el sistema binario del género.

Kyra Sharma, de 27 años, dice que su familia pensaba que estaba bajo el influjo de la magia negra cuando empezó a vestir como mujer y a maquillarse los ojos.

Suprimió su naturaleza por un tiempo. “Tuve que usar atuendos masculinos aunque no me sentía cómoda”, dice Sharma. Dice que su hermano era más rígido que los demás. “Tenía que estar en casa a las ocho de la noche todos los días. La vida se complicó”.

Pero conforme los problemas de los transexuales llamaron más la atención, usó el interés de los medios para explicarle a su familia que no es la única.

“Al final hubo cierto entendimiento. Afortunadamente ahora no tengo que ocultarme en mi apariencia sexual biológica cuando estoy en casa”, dice Sharma, quien quiere volverse maquillista.

Igualdad de derechos para las personas transexuales y gays

En unos cuantos meses, la Suprema Corte de India emitió juicios —que para los activistas son contradictorios— respecto a los transexuales y loshijras por un lado y la comunidad gay por el otro.

Este mes, los ministros otorgaron a los hijra el derecho a identificar su género en un fallo histórico que pone fin a siglos de discriminación contra los ciudadanos transexuales del país.

Sin embargo, en diciembre de 2013 el mismo tribunal supremo volvió a penalizar las relaciones homosexuales consensuales y reimplantó una ley de la era colonial que prohíbe que la gente ejecute “actos carnales que contradigan al orden natural”.

Un alto tribunal de Nueva Delhi abrogó la ley (conocida como Sección 377) en 2009, pero su reimplantación despierta el temor entre la gente gay del país.

Muchos de ellos revelaron sus relaciones cuando se abrogó la Sección 377 en 2009.

El consultor de imagen Rishi Raj, quien es gay, ahora está preocupado. “¿Qué pasa con esos adolescentes y esos jóvenes que salieron del clóset pensando: ‘mi país está de mi lado, el tribunal está de mi lado y mis padres no pueden echarme’?”, pregunta.

Siente que la resurrección de la ley antigays viola las libertades individuales en una democracia diversa.

“¿Cómo puedes quitarme algo que integralmente es mi derecho —lo que pasa tras puertas cerradas en mi habitación— y juzgarme por eso? ¿(Que) me llamen delincuente por hacer el amor? Simplemente es tonto”.