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Por John Blake, CNN

(CNN) — En un estudio clásico sobre la raza, los psicólogos hicieron un experimento con dos fotógrafos y obtuvieron un resultado asombroso.

Les mostraron a las personas una foto de dos hombres blancos que peleaban: uno estaba desarmado y el otro llevaba un cuchillo.

Luego, les mostraron otra foto en la que se veía a un hombre blanco con un cuchillo peleando contra un hombre afroestadounidense desarmado.

Cuando les pidieron a las personas que identificaran al hombre que estaba armado en la primera foto, la mayoría eligió al correcto.

Sin embargo, cuando les pidieron que hicieran lo mismo con la segunda foto, la mayoría de las personas, blancos y negros, dijeron erróneamente que el hombre negro llevaba el cuchillo.

Mucho antes de que se anunciara la decisión del jurado de Ferguson, los líderes llamaron una vez más a sostener “un diálogo nacional sobre la raza”.

Pero esta es una de las razones por las que dichos diálogos rara vez llegan a alguna parte: las minorías raciales y los blancos hablan un idioma distinto cuando se trata de racismo, de acuerdo con los estudiosos y los psicólogos.

El experimento del cuchillo es señal de la brecha del lenguaje. Algunos blancos limitan el racismo a las muestras intencionales de hostilidad racial, al Ku Klux Klan, a los insultos raciales proferidos en público, a algo “malo” que la gente hace.

Pero muchas de las minorías raciales ya no dan tanta importancia a esa clase de racismo, de acuerdo con algunos estudiosos.

Hablan más del racismo oculto en las fotos de la pelea con el cuchillo, aquél que no lleva una capucha, pero provoca que la gente, sin sospecharlo, vea el mundo a través de un cristal teñido de racismo.

Es lo que uno de los sociólogos de la Universidad Duke llama “racismo sin racistas”.

Eduardo Bonilla-Silva, quien escribió un libro con ese título (Racism Without Racists), dice que es una nueva forma de mantener el domino blanco en lugares como Ferguson.

“Actualmente, el principal problema no son los tipos que usan capuchas, sino los tipos que usan traje”, dice Bonilla-Silva.

“Entre más asumamos que el problema del racismo se limita al Klan, a losbirthers [personas que dudan de la legitimidad de la ciudadanía de Barack Obama], al Tea Party o al partido republicano, menos entendemos que la dominación racial es un proceso colectivo y todos jugamos este juego”.

Mientras la gente habla sobre el significado de la decisión del jurado popular en Ferguson, Bonilla-Silva y otras personas dicen que es hora de que los estadounidenses actualicen su discurso sobre el racismo para reflexionar sobre lo que ocurre ahora y no sobre lo que solía ser.

El diálogo puede empezar, dicen, por medio de la reflexión sobre tres frases que a menudo surgen cuando los blancos y las minorías raciales hablan sobre la raza.

‘Yo no veo el color’

Esta es una frase que algunos blancos pronuncian cuando una conversación deriva hacia la raza. Algunos la aplican a Ferguson. No les preocupa particularmente que el jurado no emitiera una orden de sujeción a proceso.

La identidad racial de Darren Wilson (el policía blanco) y Michael Brown (el hombre negro al que mató), no debería importar, dicen. Dejen que el sistema legal se encargue de la decisión sin que la raza influya. La justicia no debería distinguir colores.

Sin embargo, la ciencia tiene malas noticias para quien afirme que no ve la raza: se están engañando, de acuerdo con varios expertos en prejuicios.

Un conjunto de investigaciones que se han llevado a cabo a lo largo de los pasados 50 años indica que la gente no solo nota la raza, sino el género, la riqueza e incluso el peso.

Las investigaciones muestran que cuando los bebés tienen apenas tres meses de vida, empiezan a mostrar preferencia por estar con gente de su propia raza, de acuerdo con Howard J. Ross, autor del libro Everyday Bias(el prejuicio cotidiano) en el que cuenta la historia del experimento de la pelea con el cuchillo.

En otro estudio se confirma el poder de los prejuicios raciales, dice Ross.

En un estudio realizado por un profesor de Economía de la Universidad Brigham Young, se demostró que nueve árbitros blancos de la NBA (Asociación Nacional de Basquetbol de Estados Unidos) marcan más faltas a los jugadores negros y los árbitros blancos marcan más faltas a los jugadores blancos.

En otro estudio que se publicó en el American Journal of Sociology se demostró que los presos blancos recién liberados tienen más éxito al buscar empleo que los jóvenes negros que no tienen antecedentes penales, dice Ross.

“Los seres humanos son repetida, rutinaria y profundamente prejuiciosos”, afirma Ross.

El experimento de la pelea con el cuchillo revela que ni siquiera las minorías raciales son inmunes a los prejuicios raciales, explica Ross.

“Una abrumadora cantidad de personas cree que el hombre negro tiene el cuchillo porque estamos más abiertos a la idea de que sea un hombre negro y no uno blanco el que tenga el cuchillo”, dice Ross.

“Esta es una de las cosas más dañinas de los prejuicios. La gente puede absorber estas cosas sin saberlo”.

En otro experimento famoso se muestra que los prejuicios raciales pueden moldear el futuro económico de una persona.

Los investigadores de la Universidad de Chicago y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) enviaron 5,000 currículos falsos en respuesta a 1,300 anuncios de empleo.

Cada currículo contenía las mismas cualificaciones pero variaban en cuanto a que algunos solicitantes tenían nombres que sonaban anglosajones, tales como Brendan, mientras que otros tenían nombres que parecían de negros, tales como Jamal.

Los solicitantes que tenían nombres que sonaban anglosajones tenían 50% más probabilidades de que los llamaran para una entrevista que los que tenían nombres que parecían de negros.

La mayoría de las personas que no llamaron a Jamal probablemente no estaban conscientes de que decidieron con base en el prejuicio racial, dice Daniel L. Ames, investigador de la UCLA (Universidad de California, Los Angeles) que ha investigado y escrito sobre los prejuicios.

“Si le preguntas a alguien del comité de contrataciones, ninguno va a decir que tienen prejuicios raciales”, dijo Ames. “No están mintiendo, simplemente están equivocados”.

Ames dice que esos prejuicios son peligrosos porque a menudo se pasan por alto.

“Los prejuicios raciales de cierta forma pueden ser más destructivos que el racismo declarado porque son más difíciles de detectar y por ende, más difíciles de combatir”, explica.

Con todo, a algunas personas les parece sospechoso que la atención se centre en la palabra prejuicio.

Prefieren invocar la palabra racismo porque dicen que lastima. La gente que culpa a los prejuicios puede reconocer que tal vez actuaron de formas racialmente insensibles, pero no estaban conscientes de sus motivos subconscientes.

“La idea de llamarlo prejuicio racial debilita el golpe”, dice Crystal Moten, profesora de Historia del Dickinson College en Pennsylvania, Estados Unidos.

“¿Quieres debilitar el golpe o quieres erradicar el racismo? Yo quiero erradicar el racismo”, dice.

“Sí, quiero la oportunidad para entablar un diálogo, pero el impacto del racismo está matando a la gente de color. No tenemos tiempo para curar las heridas emocionales de los demás, no cuando la violencia contra la gente de color es el statu quo nacional”.

‘Pero tengo amigos negros’

En la película El Padrino, el personaje de Michael Corleone, interpretado por Al Pacino, concibe un plan audaz para matar al mafioso y al policía corrupto que trataron de matar a su padre.

Los superiores de Michael desdeñan su plan porque creen que su juicio está nublado por la ira. Pero con una frase que definiría su enfoque implacable respecto al poder, Michael les dice: “No es personal. Es estrictamente un asunto de negocios”.

Cuando algunos blancos hablan de racismo, piensan que solo es personal lo que una persona diga o haga a otra.

Sin embargo, muchas minorías y personas que estudian la raza dicen que el racismo puede ser impersonal, calculador, libre de malicia… tal como el enfoque que Michael Corleone tenía sobre el poder.

“Lo primero que tenemos que dejar de hacer es causar que el racismo sea algo personal y entender que es un sistema de ventaja con base en la raza”, dice Doreen E. Loury, directora del programa de Estudios Panafricanos de la Universidad de Arcadia, cerca de Filadelfia.

Loury dice que el racismo “permea cada faceta de nuestros poros sociales”.

“Consiste en más que el caso del policía que ataca a un adolescente por cometer el delito de ir por la calle y ser negro, se trata del sistema que permite no solo que lo detengan, sino que lo introduzcan en un sistema que lo atacará y que limitará sus oportunidades de tener una vida”, explica.

Los prejuicios raciales están tan enraizados en la gente que pueden manifestarse de formas sorprendentes, de acuerdo con Charles Gallagher, sociólogo de la Universidad La Salle en Filadelfia. Propuso un ejemplo hipotético:

“Un agente de policía de Ferguson podría estar casado con una mujer negra, tener amigos negros y latinos, pero eso no significa que esté por encima de la discriminación racial”, dice Gallagher.

Estas formas de hablar sobre el racismo, viejas y nuevas, se pueden ver en la forma en la que algunos blancos y negros perciben lo que ocurrió en Ferguson.

Para muchos es algo que trasciende la interacción personal entre un agente de policía blanco y un joven negro. Señalan que dos terceras partes de la población de Ferguson son negros y sin embargo, el alcalde, el jefe de la Policía y cinco de los concejales son blancos, al igual que 50 de los 53 elementos que componen su Departamento de Policía.

Afirman que Ferguson es como muchas otras comunidades multirraciales: tranquilas en apariencia, pero con turbulentas disparidades raciales bajo la superficie.

Sin embargo, esas disparidades son invisibles para muchos blancos, quienes a menudo son víctimas de discriminación, escribe Jamelle Bouie en un ensayo para el sitio web Slate, titulado The Gulf That Divides Us (el golfo que nos divide).

“El ingreso promedio de los estadounidenses negros es de alrededor de la mitad del de los estadounidenses blancos. Sin embargo, una ligera mayoría de los blancos creen que los negros ganan lo mismo que lo blancos y solo el 37% cree que hay disparidad entre ambos grupos. De igual forma, aunque el 56% de los negros cree que los estadounidenses negros se enfrentan a una discriminación considerable, solo el 16% de los blancos lo cree”, escribe.

“Muchos blancos, entre ellos muchos millenials [personas nacidas en las últimas dos décadas del siglo XX], creen que la discriminación contra los blancos es más frecuente que la discriminación contra los negros”.

Sin embargo, como señaló Nicholas Kristof recientemente en el diario estadounidense The New York Times, en Estados Unidos hay una brecha de riqueza más pronunciada entre los blancos y negros que la que hubo en Sudáfrica durante el apartheid.

Esas desigualdades raciales podrían parecer invisibles en parte debido a la segregación de la vivienda, lo que significa que muchos blancos de clase media y alta viven lejos de los negros pobres.

Ser abiertamente racista en Estados Unidos también ha dejado de ser aceptable culturalmente, dice Bonilla-Silva, autor de Racism Without Racists.

El racismo declarado se rechaza generalmente en Estados Unidos, razón por la que un supremacista blanco de Montana anunció recientemente que creará una nueva sección incluyente del Ku Klux Klan que no discriminará a la gente por su color ni por su orientación sexual. Según un reporte, la nueva misión de dicha sección será prevenir “el nuevo orden mundial” en el que un gobierno lo controla todo.

En otro artículo reciente se reveló que los supremacistas blancos de Estados Unidos están viviendo tal hostilidad en casa que algunos se han mudado a Europa para intentar relacionarse con grupos de ultraderecha.

“El nuevo racismo trabaja en formas misteriosas igual que Dios y es muy efectivo para mantener el privilegio de los blancos”, dice Bonilla-Silva.

“Por ejemplo: en vez de decir, como solían hacerlo en la época de Jim Crow, que no nos querían de vecinos, ahora dicen cosas como: ‘me preocupan la delincuencia, el valor de las propiedades y las escuelas’”.

‘¿A quién llamas racista?’

Cuando estallaron las protestas en Ferguson tras el tiroteo de mediados de 2014, varios habitantes blancos y negros trataron de hablar sobre la raza, pero esos diálogos no rindieron frutos por otra razón:

La gente se rehúsa a reconocer sus prejuicios, según lo han demostrado repetidamente las investigaciones.

Ross, autor de Everyday Bias, hizo referencia a una encuesta del Dartmouth College en la que se presentaron a los electores mal informados datos que contradecían sus prejuicios políticos.

Había, por ejemplo, electores que estaban decepcionados por el desempeño del presidente Obama en la economía y creían que no se habían creado empleos durante su presidencia.

Se les mostró una gráfica de empleo no agrícola durante el año anterior que contenía una línea ascendente que indicaba que se había creado un millón de empleos.

“Se les preguntó si la cantidad de gente que tenía empleo había aumentado, decrecido o se había mantenido casi igual”, escribió Ross. “Muchos respondieron que había decrecido a pesar de que miraban directo a la gráfica”.

Ross dice que es aún más difícil lograr que la gente inteligente reconozca sus prejuicios.

“Entre más inteligentes somos, tenemos más confianza y tenemos más éxito, por lo que es menos probable que cuestionemos nuestra forma de pensar”, explica Ross.

Algunos de los juristas más inteligentes de Estados Unidos no creen mucho en los prejuicios raciales, lo que podría complicar los esfuerzos para reducir las tensiones raciales en Ferguson.

Algunas personas dicen que se podrían aliviar dichas tensiones si se contratan más agentes de color en la Policía de Ferguson.

Parte de ser cuidadoso consiste en ampliar nuestra definición de racismo, dice Bonilla-Silva, autor de Racism Without Racists. El racismo ha evolucionado, pero el lenguaje con el que lo describimos no, afirma.

“El racismo sin distinción de color es el nuevo ritmo con el que tiene que bailar la mayoría de la gente”, dice. “El nuevo racismo es sutil, está institucionalizado y aparentemente no es racial”.

Nadie sabe cuándo estallará otro Ferguson. Pero si llega a ocurrir, el experimento de la pelea con el cuchillo indica que antes de que la gente vea videos, lea reportes policiales y escuche programas de debates en la radio para hacerse de una opinión, deben hacer otra cosa: analizar su interior.