(CNN) – A medida que pasó de hazmerreír a candidato en las primarias, de favorito a nominado, y luego de candidato aparentemente condenado en las elecciones generales a presidente electo, Donald Trump ofreció un paquete de promesas sorprendentemente consistente.
Ahora, menos de una semana después de haberse posesionado, está comenzando a cumplirlas.
La afilada maquinaria del gobierno federal todavía no se ha puesto a trabajar para realizar sus ambiciones más extremas, como predijeron muchos observadores expertos, y el peso del cargo tampoco lo ha hecho sentir más humilde ni ha despertado en él una especie de reflexión interna.
En cambio, como vimos durante las primarias (mientras los republicanos quedaban detrás de Trump solo para ser ridiculizados o ignorados), el poder lo ha envalentonado.
El viernes, el mismo día en que prestó juramento, firmó un decreto para que las agencias federales comiencen a aliviar la carga del Obamacare.
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Tras una semana de atacar a los medios -y conseguir que su nuevo secretario de prensa siga su ejemplo- por reportar de manera precisa sobre la cantidad de personas que asistieron a su toma de posesión, el lunes pasado Trump decidió restablecer la llamada Política de Ciudad de México, que prohíbe a las organizaciones internacionales no gubernamentales que realizan o promueven abortos y campañas de planificación familiar que reciban financiamiento del gobierno de Estados Unidos.
El Acuerdo Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) está muerto. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA, por sus siglas en inglés) está contra las cuerdas.
Algunas cuentas de redes sociales del gobierno que discuten o se refieren a temas básicos de ciencias ambientales han sido reprimidas.
Este martes, Trump firmó dos decretos que autorizan avanzar en la construcción de los oleoductos Keystone XL y Dakota, detenida en diciembre pasado por el entonces presidente Barack Obama.
El muro fue lo siguiente. Este miércoles llegó con la firma de un decreto para designar fondos federales para la construcción del muro fronterizo, aunque no pronunció palabra sobre cómo obligará a México a pagar la cuenta. Ese mismo día, le dijo a ABC News que espera comenzar la construcción del muro muy rápido, aunque hacer que México pague por él puede “complicar” el asunto.
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Acciones simultáneas buscan aumentar las deportaciones y obligar a las llamadas ciudades santuario a colaborar con agentes federales para deportar a migrantes indocumentados, además de asfixiarlas quitándoles millonarias subvenciones de fondos federales.
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En las palabras que pronunció en el Departamento de Seguridad Nacional, Trump socavó cualquier noción de que a su gobierno le falta astucia para implementar de manera efectiva su agenda, con o sin el consentimiento del Congreso.
“La gente está sorprendida de escuchar que no necesitamos nuevas leyes”, dijo. “Trabajaremos con el sistema y la estructura que ya existen”.
El esfuerzo está programado para continuar a lo largo de la semana. Aunque no será llamada oficialmente “Expulsión musulmana”, la orden de dilatar o bloquear la entrada a Estados Unidos de personas provenientes de países de mayoría musulmana, naciones “propensas al terror”, es la conclusión lógica de una política que Trump presentó en diciembre del 2015, antes de las primeras elecciones de las primarias.
Pero ahí no termina. Se espera que esta semana Trump también ordene la interrupción del programa de refugiados de Estados Unidos, al menos cerrándoles temporalmente la puerta a los sirios que huyen de la guerra civil y de la catástrofe humanitaria en su país.
También se está concentrando en lo que ha llamado una “carnicería” que se está produciendo en casa. El lenguaje alarmista es parecido al de su campaña, cuando solía describir a las ciudades estadounidenses como zonas de guerra empapadas de sangre. El martes, hacia el final del día, Trump amenazó con intervenir en Chicago, a través de un mensaje de Twitter en el que dijo que si no detiene “esta horrible carnicería con 228 tiroteos y 42 asesinatos en el 2017”, les enviará “a los (agentes) federales”.
Horas después, hacia las 7 de la mañana de este miércoles, pidió una “gran investigación” sobre lo que ha calificado como una masiva conspiración de fraude electoral, que ha vendido como una explicación de su derrota en el voto popular en las elecciones presidenciales. Todo ello aunque, de nuevo, no exista ninguna evidencia de que eso haya ocurrido.
Y si todo lo anterior suena descabellado, o como algo que nunca sucederá realmente, no debería. Ya no debería sonar así. Trump prometió aplastar la estructura de poder de Washington y ha demostrado que desafiará todas las normas, sociales y políticas. Sus primeras acciones han opuesto a los republicanos a proyectos de comercio que alguna vez defendieron y tienen a los demócratas tambaleándose por un mensaje.
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No hay que olvidar que Trump es nuevo en la ciudad y que su partido controla ahora el Capitolio. Lo que ha hecho esta semana requiere un bolígrafo para firmar y no mucho más. Pero todavía no está clara la efectividad que tendrá cuando necesite 60 votos del Senado para pasar una ley de gastos.
Tanto el Congreso como las cortes tendrán que decir cómo pagar por estas cosas. Menos de una semana después del comienzo de la era Trump, él todavía no ha tenido que entenderse con una tectónica burocracia gubernamental que ralentiza todas las propuestas.
Recuerda: uno de los primeros decretos firmados por el hoy expresidente Barack Obama durante su gobierno buscaba cerrar la prisión de Guantánamo y los centros secretos de detención.
Un Congreso hostil mantuvo viva la base de Guantánamo, aunque Obama haya logrado reducir el número de presos allí. Trump está ahora preparado para reconstruirla una y otra vez y, según informes de The New York Times y The Washington Post, el equipo de Trump estaría planeando revivir las “cárceles clandestinas” de la CIA.
CNN no ha confirmado esa información y el secretario de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, dice que los planes no provienen de la Casa Blanca. Pero se alinean con otra de las promesas que Trump hizo repetidamente en la campaña: utilizar de nuevo técnicas de tortura como el waterboarding (ahogamiento simulado o submarino) y otras “mucho peores”.
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¿Y por qué tendrías que dudar de él?