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¿Podrá el presidente Trump enfrentar tantas guerras al mismo tiempo?
02:25 - Fuente: CNN

Nota del editor: Frida Ghitis es columnista de temas internacionales para The Miami Herald y World Politics Review. Es una exproductora/excorresponsal de CNN. Las opiniones en este artículo son de su propia responsabilidad.

(CNN) – El presidente Trump le está dando al mundo un latigazo.

Durante más de un año de campaña, apostó por posiciones que sembraron una gran angustia, amenazando con retrasar décadas de estrategia, política y protocolo estadounidenses, a favor de lo que afirmaba sería su enfoque de empresario innovador y de sentido común.

Pero ahora, a menos de tres meses del inicio su presidencia, Trump ha comenzado una serie de retrocesos. Sus nuevas ideas no han sobrevivido al primer contacto con la realidad.
Ahora, anuncia cambios de opinión luego de reunirse con líderes mundiales o después de oír hablar sobre impactantes acontecimientos en la televisión. Las políticas sobre Siria, China, la OTAN y Rusia parecen estar convirtiéndose precisamente en lo contrario de lo que el candidato Trump había prometido.

El presidente quiere que pensemos que este es el comportamiento razonable de un hombre imbuido de grandes talentos de liderazgo, capaz de responder a circunstancias cambiantes. Un navegante brillante, que gira el timón en el momento adecuado, o que arruma las velas para aprovechar al máximo los vientos cambiantes.

Esa explicación, sin embargo, no está acorde con los hechos. Lo que estamos viendo es una política exterior errática, anclada por el pensamiento superficial. Alarma a los aliados estadounidenses y desestabiliza peligrosamente al resto del mundo. (En algunas áreas, sin embargo, Trump sigue apegado a su postura de política exterior muscular, como en el uso de la bomba no nuclear más grande en el arsenal de Estados Unidos, que fue lanzada sobre Afganistán).

Pero Trump está cambiando de opinión porque no había pensado muy cuidadosamente acerca de sus posiciones anteriores, por lo que el razonamiento detrás de ellos puede colapsar tras las noticias de la tarde o después de una conversación con un líder mundial. Sólo podemos esperar que él, o sus asistentes más sabios, estén pensando más cuidadosamente en el nuevo enfoque antes de que se convierta en política estadounidense.

El presidente estadounidense, Donald Trump, se saluda con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, durante su reunión del pasado 12 de abril en la Casa Blanca.

Hay, sin embargo, pocas pero considerables buenas noticias en los capítulos más recientes de la versión Trump de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. La mayoría de los cambios que hemos visto en los últimos días reflejan el abandono de las promesas de campaña que pintaban como muy absurdas desde el principio.

Existe la posibilidad de que Trump esté descubriendo el mundo como realmente es. Esto vendrá como un duro golpe para aquellos que creyeron que su política de “Estados Unidos Primero” se iba a mantener como una especie de freno que obligara al mandatario a no entrometerse en los conflictos internacionales y aplastar el actual orden mundial, tal como fue la promesa hacia los que votaron por él en noviembre pasado.

En aquel entonces, Trump cuestionó la relación de Estados Unidos con la OTAN, criticando como “obsoleta” a la alianza que ha sido el fundamento de la estabilidad global desde la Segunda Guerra Mundial. Acusó a China de “violar” a los consumidores estadounidenses con sus políticas comerciales y dijo que señalaría a Beijing como un manipulador de su propia moneda “desde el primer día”. Se comprometió a trasladar la embajada de EE.UU. en Israel a Jerusalén, también desde el primer día de su gobierno. Dijo que mejoraría las relaciones con Rusia, alineándose con Moscú para combatir conjuntamente a ISIS en Siria, mientras se mantenía fuera del resto de ese conflicto.

“¿No sería agradable si nos entendiéramos bien con Rusia?” comentó, como si nadie más hubiera pensado en eso, como si nadie lo hubiera intentado, como si los desacuerdos políticos fundamentales no estuvieran en el centro de las tensiones bilaterales.

Y así, para revisar, he aquí el más reciente cambio de parecer de Trump sobre su visión del mundo: Siria, que es el más impactante. Trump, que ahora califica al presidente de ese país, Bashar al Assad de “carnicero” y “animal”, había tuiteado durante el gobierno de Barack Obama que involucrarse en Siria sería “estúpido”. Como candidato, prometió luchar únicamente contra ISIS. Rusia combate a los yihadistas y Assad también, dijo, sugiriendo que tanto Putin como al Assad podrían ser aliados de Washington. Esto entraba en contrasentido con lo que pensaba su entonces candidato a vicepresidente, Mike Pence, quien dijo que la acción militar en contra del régimen de Damasco podría ser una jugada a analizar

Pero luego, después de un ataque químico contra niños sirios del que se culpó a al Assad, un visiblemente emocionado Trump anunció que su “actitud hacia Siria y al Assad” había “cambiado mucho”. En una conferencia de prensa al día siguiente del ataque químico, Trump se jactaba de ser “una persona muy flexible”. Sólo días antes, funcionarios del gobierno habían sugerido que Trump estaba preparado para dejar que al Assad permaneciera en el poder. Ahora Trump ha descartado su postura sobre el conflicto geopolítico más complejo del mundo actual, decidiéndose a bombardear. “No tengo una manera específica. Si el mundo cambia … cambio. Soy flexible y estoy orgulloso de esa flexibilidad”. El Presidente quería que creyéramos que esto no es más que el comportamiento razonable de un líder pragmático.

La flexibilidad es normalmente un rasgo loable, la marca de alguien no poseído por el fanatismo. Si las circunstancias cambian, tiene sentido el ajustarse. Pero, como en prácticamente todos los casos en los que Trump está retrocediendo en sus posturas anteriores, nada ha cambiado. Es como si Trump no supiera de la perversidad de al Assad. El régimen sirio ha estado utilizando armas químicas, bombas de barril contra la población, a la que también ha condenado a la hambruna. Han muerto unas 500.000 personas. Eso no es nuevo.

Esta semana, después de reunirse con el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, y con el presidente chino, Xi Jinping, Trump cambió de rumbo en dos de sus posiciones más fundamentales durante la campaña. La OTAN, dijo, “ya no es obsoleta”, pero nada había cambiado en cuanto a la OTAN. Trump afirmó que la alianza comenzó a combatir el terrorismo debido a su presión, pero eso es patentemente falso. La OTAN ha luchado en Afganistán contra al Qaeda.

¿Y China? Tras una buena reunión con Xi, Trump ha decidido que este país asiático ya no está violando a los consumidores estadounidenses. ¿Y qué hay de esa promesa de trasladar la embajada de Estados Unidos a Jerusalén? Eso se suponía que sucedería inmediatamente después de su posesión. El presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, el senador Bob Corker, dijo que pensaba que Trump estaba listo para trasladar la embajada a las 12:01 del 20 de enero, inmediatamente después de ser juramentado. Pero luego, Trump descubrió que todo era un poco más complicado de lo que pensaba. Está “dándose cuenta de algunas de las complejidades existentes”, aseguró Corker.

Trump habla con el presidente chino, Xi Jinping, durante su reunión en el complejo de Mar-a-Lago.

Trump parecía hacer campaña con la premisa de que todos los demás son tontos. Sólo él, como lo afirmó, tenía lo necesario para corregirlo todo. Resulta que sus brillantes ideas no eran más que puntos de conversación superficiales, lo suficientemente buenos como para desencadenar rugidos de aplausos en sus masivos actos. Algunas de las correcciones del curso, particularmente en relación con la OTAN, son un cambio bienvenido, pero la visión de un presidente que cambia su parecer con tanta facilidad sobre las cuestiones más importantes de nuestro tiempo es profundamente inquietante.