(CNN) – El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, puede no tener nada que ocultar cuando se trata de supuestos vínculos entre su campaña y Rusia, pero se está comportando de una manera que hace que se vea como que sí.
El presidente ahora se enfrenta a cuestionamientos sobre dos posibles incidentes de obstrucción de la justicia: presionar y finalmente despedir al director del FBI, James Comey, y recurrir por separado al director de la Agencia de Seguridad Nacional, el almirante Mike Rogers, y al director de Inteligencia Nacional, Dan Coats, para que negaran cualquier connivencia entre sus asesores y una operación rusa para interferir en las elecciones del año pasado, según fuentes citadas por The Washington Post y CNN.
De todas las más recientes revelaciones, estas podrían ser las más graves. No sólo indican una sola decisión, sino un posible patrón de comportamiento, cuyo alcance parece estar ampliándose. Una pregunta clave para avanzar será si el presidente o sus asesores tenían la intención de influir en la investigación de los contactos entre Rusia y su campaña, o si las acciones de Trump eran sólo un intento de manejar un mal ciclo de relaciones públicas.
El nuevo capítulo revelador de la arrolladora saga sobre Rusia se desarrolló cuando Trump estaba tratando de reestructurar la narrativa política de una joven presidencia que ya se enfrentaba a una crisis existencial.
Sin embargo, mientras se bañaba en bienvenidas con alfombra roja (y con algunos titulares favorables) en Arabia Saudita e Israel en su primera gira en el extranjero, su situación política y posiblemente legal en su país parecía estar empeorando inexorablemente.
Presión aplicada
Fuentes con conocimiento de los hechos confirmaron este lunes las informaciones del Washington Post según las cuales Trump habló con los dos hombres después de que el entonces jefe del FBI, James Comey, testificara en marzo que su oficina estaba investigando si había habido cooperación entre los rusos y los miembros del equipo de campaña de Trump.
Para los demócratas, las nuevas revelaciones se sumaron a la acumulación rápida de pruebas de que Trump conspiró para obstruir la justicia. También destacan la decisión del presidente de despedir a Comey, y los comentarios subsecuentes en una entrevista de NBC de que tomó esta decisión por frustración por la investigación sobre todo lo relacionado con Rusia.
Las revelaciones en los últimos días también incluyen informes sensacionales de la semana pasada, según los cuales Trump le aseguró a una delegación rusa de alto nivel, en la Oficina Oval, que despedir a un Comey a quien “le faltaba una tuerca” había aliviado una “gran presión” sobre la investigación de Rusia.
Los críticos de Trump están utilizando las últimas afirmaciones para reforzar su afirmación de que la Casa Blanca está navegando en aguas legales profundamente cuestionables. La perspectiva de la destitución, por muy lejana que sea, no fue más que un sueño liberal, pero ahora está en el centro de muchas conversaciones en Washington.
Por encima de todo, el ritmo de las revelaciones, impulsado por informes casi diarios de periódicos y medios como The Washington Post, The New York Times y CNN, ha hecho imposible que la Casa Blanca enmarque una defensa viable, incluso cuando el presidente estaba en el país.
Después de todo, el gobierno de Trump tiene sólo cuatro meses de edad. Tener esta clase de escándalo tan temprano en una presidencia es muy inusual. “Estoy tan sorprendido como cualquier otra persona, pero esto sigue desarrollándose”, dijo el senador demócrata Joe Manchin a Erin Burnett, de CNN, la noche del lunes. “Esto está desarrollándose en este momento a un ritmo bastante rápido”.
¿Calculador o ingenuo?
Lo que nadie, aparte de Trump, puede saber, es lo que se esconde detrás de sus acciones. Pero hay al menos dos razones posibles opuestas.
Lo más grave se basa en la posibilidad de que Trump realmente tiene algo que ocultar, algún vínculo pasado con Rusia o la participación en el esquema de hackeo, ya sea personalmente o por una de las personas en su círculo íntimo.
En términos lógicos, eso explicaría por lo menos la decisión de despedir a Comey, sus comentarios a la NBC y las afirmaciones filtradas de sus conversaciones con el Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, y el embajador ruso ante Estados Unidos, Sergey Kislyak.
Tal escenario también validaría las afirmaciones demócratas según las cuales Trump ya ha abusado de sus poderes u obstruyó la justicia, ofensas que estuvieron en el centro de los artículos de acusación contra los presidentes Andrew Johnson y Bill Clinton.
En su artículo de la noche de este lunes que reveló por primera vez las conversaciones de Trump con Rogers y Coats, The Washington Post descubrió otra analogía histórica que también molestará a los partidarios de Trump.
Jeffrey H. Smith, exasesor general de la CIA, dijo que la decisión de Trump recordó los “intentos infructuosos del presidente Richard Nixon de usar a la CIA para cerrar la investigación del FBI sobre la irrupción en Watergate por motivos de seguridad nacional”. Smith describió las acciones de Trump como “un terrible abuso de poder”.
Los asesores más cercanos de Trump no pudieron o no quisieron proporcionar ninguna explicación que disminuyera el impacto de la última bomba. “La Casa Blanca no confirma ni niega afirmaciones sin fundamento basadas en filtraciones ilegales de individuos anónimos”, dijo un portavoz de la sede presidencial que declinó ser nombrado. “El presidente continuará centrándose en su agenda por la que fue elegido para continuar por el pueblo estadounidense”.
Pero incluso si Trump está realmente encubriendo algo malo, su conducta seguiría sumándose a una estrategia extraordinariamente imprudente, que nadie con ninguna experiencia en Washington pensaría que podría ser remotamente exitosa. Intentar involucrar a tales inteligentes y operadores políticos como Comey, Rogers y Coats, por ejemplo, casi que con toda seguridad expondría al presidente a un grave riesgo político. No es ninguna sorpresa que Comey escribiera un memorando detallando lo que él veía como conversaciones problemáticas con Trump.
Una explicación alternativa de la respuesta del presidente a los alegatos permite la posibilidad de que no haya ninguna connivencia con los rusos, o cualquier comportamiento infame de sus asesores (al menos que él sea consciente), y, en su lugar, los encuentros con los jefes de espías reflejan un olvido catastrófico de las barreras y protocolos que existen entre los presidentes y los principales agentes de inteligencia.
Es posible que la furia del presidente se produzca por una frustración aún mayor de que no esté recibiendo su reconocimiento por la victoria electoral del año pasado y que sienta que el establecimiento permanente de Washington, los medios de comunicación, los políticos de Washington y las agencias de inteligencia lo estén victimizando por ser un ‘outsider’.
“No creo que nadie supiera qué esperar, para ser honesto contigo, pero el presidente no es un político y creo que está viendo el bien de eso y algunos de los problemas secundarios que vienen con eso”, dijo este martes el senador republicano Marco Rubio en el programa New Day, de CNN.
Los copartidarios republicanos de Trump no tienen otra opción que mirar en el ciclo loco de las revelaciones y la sospecha que se está desarrollando, y adoptar la interpretación más esperanzadora de los acontecimientos. “Sería inquietante que este o cualquier presidente fuera visto como alguien que interfiere o toma acciones que interfieran con cualquier investigación y una de las cosas que querríamos entender”, afirmó el representante republicano por Utah, Chris Stewart, en “New Day”.
Pero Stewart también sugirió que las comunicaciones de Trump con Rogers y Coats podrían ser más inocentes de lo que les parecen a muchos demócratas. “Creo que les estaba pidiendo que hicieran un comentario público sobre algo que creía que estaba en el ambiente, es decir, que él no estaba bajo investigación por connivencia. Creo que quería que se diera a conocer públicamente. Es difícil para mí creer que esto sea visto como una obstrucción ilegal y técnica”, dijo.
Consecuencias
Cualquiera que sea la explicación, una que sólo puede quedar clara para los ‘outsiders’ después de que el asesor especial Robert Mueller concluya su investigación -probablemente después de muchos meses- está claro que la forma en que Trump está manejando el escrutinio es hacer que la situación sea mucho peor desde un punto de vista político y posiblemente legal. Es difícil creer que el presidente o sus asesores de la Casa Blanca podrían haberse decidido por el curso de acción que Trump ha seguido como una estrategia racional para salir de debajo de la tormenta rusa que ahora está ahogando a su gobierno.
Cuando regrese a Washington, a principios de la próxima semana, regresará a una Casa Blanca bajo asedio. Se enfrentará a la explosión de lo que ya se está perfilando como una de las comparecencias en el Congreso más esperadas en décadas, la de Comey, algún día después del Día de los Caídos. No está claro, sin embargo, cuánto diría el exjefe del FBI antes de consultar a Mueller sobre su evidencia que se espera que aluda a que Trump le pidió que cerrara las investigaciones en contra del exasesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn.
Las últimas revelaciones sobre las conversaciones de Trump con Rogers y Coats frustrarán la ya débil relación entre el presidente y los miembros clave de sus agencias de inteligencia y su capacidad para trabajar con la Casa Blanca. Fuentes le aseguraron este lunes a Jim Scuitto, de CNN, que ambos hombres estaban incómodos con la naturaleza de la petición de Trump y rechazaron decir que no había ninguna connivencia entre la campaña y los rusos.
“Esto va más lejos en mi mente como miembro de la Comisión de Inteligencia que el enfoque en la investigación sobre Rusia”, afirmó Rubio. “Creo que se trata de la naturaleza misma del trabajo de la comunidad de inteligencia y su capacidad para cooperar con el Poder Ejecutivo y la presidencia”.
Con Trump fuera del país, el drama ruso que se está apoderando de la política de Washington dio este martes un par de nuevos giros. El exdirector de la CIA, John Brennan, estaba testificando ante la Comisión de Inteligencia de la Cámara y era probable que lo interrogaran sobre lo que el gobierno de Barack Obama sabía sobre la intromisión rusa en las elecciones. (De hecho, le dijo a los investigadores de la Cámara que Rusia “interfirió descaradamente” en las elecciones de Estados Unidos, incluyendo el ponerse activamente en contacto con miembros de la campaña de Trump).
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Y las figuras más intrigantes de la hora, Coats y Rogers, debían comparecer ante el Senado y las comisiones de las Fuerzas Armadas de la Cámara. Ambos hablarán sobre cuestiones presupuestarias, pero es probable que se enfrenten a una asfixia de los demócratas acerca de los últimos informes sobre sus contactos con Trump.
Sin embargo, otro aspecto del extenso misterio de Rusia es probable que también desafíe a la Casa Blanca: el creciente peligro legal de Flynn. El exasesor de Seguridad Nacional está abogando por su derecho a usar la Quinta Enmienda en lugar de cumplir con una citación para que entregue documentos relacionados con la investigación de la Comisión de Inteligencia del Senado sobre la intromisión rusa en las elecciones.
Por supuesto, Flynn está ejerciendo sus derechos constitucionales contra la autoincriminación y su decisión no debe ser vista como una admisión de culpabilidad. Pero su acción alimenta aún más la especulación y la intriga que daña a la Casa Blanca, junto con la impresión de que la cuestión rusa está teniendo ahora graves consecuencias para los cercanos a Trump y puede que impacte a su círculo íntimo. Después de todo, a Trump le avisaron personas como el expresidente Barack Obama y su partidario, el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, que Flynn no era conveniente para su gobierno y los ignoró.
Acontecimientos posteriores, entre ellos la noticia de que Flynn le mintió al vicepresidente Mike Pence sobre el contenido de sus conversaciones con Kislyak, lo que llevó a su renuncia, por lo menos reflejan mal el juicio del presidente al ofrecerle un puesto de alto cargo en el Gobierno. Nada de esto, por ahora, parece haber cambiado la realidad de que la amenaza máxima que enfrenta Trump (el juicio político), es una cuestión tanto política como legal.
A pesar de la clara incomodidad de dos semanas de acusaciones a menudo apenas creíbles, aún no está claro que los líderes republicanos estén más cerca de cortar lazos con su presidente. Pero el nombramiento de Mueller, la semana pasada, significa que el asunto de Rusia es ahora un juego largo, pero el daño gradual que semana tras semana le hace esto a la imagen de Trump y a su popularidad podría debilitar seriamente su posición política, aumentando potencialmente su vulnerabilidad en el momento en que Mueller finalmente llegue a sus conclusiones.