(CNN) – El acto de estadista global de Donald Trump duró 12 horas en Estados Unidos.
Horas después de llegar a casa de un viaje a Europa y Medio Oriente, el presidente desató una explosión tuitera que se sintió como una contenida liberación de furia que había estado hirviendo durante los nueve días de su gira de debut en el extranjero.
Frente a una situación política que se deterioró aún más en su ausencia, con preguntas ahora sobre su yerno e indispensable asesor Jared Kushner, Trump está bajo presión para estabilizar una Casa Blanca más fuera de control que cuando salió del país.
Con una investigación de un fiscal especial, las preguntas sobre Rusia ahora llegan a su círculo familiar más estrecho y se profundiza la agitación en el personal del Ala Oeste, aunque hay expectativas de que el Gobierno cambie la estrategia para intentar sofocar la crisis.
Ya Trump ha contratado a un abogado, y se va a instalar una “sala de guerra” para ayudar a aislar el resto de la presidencia del asunto Rusia. Pero el presidente es desafiante.
“Es mi opinión que muchas de las filtraciones que salen de la Casa Blanca son falsas mentiras inventadas por los falsos medios de comunicación (“#FakeNews media”), tuiteó Trump en medio de una salva de trinos, en la madrugada de este lunes, en los que acusó a los periodistas de falsificar la controversia sobre las afirmaciones según las cuales sus asistentes de campaña conspiraron junto con los rusos para hackear las elecciones.
El presidente también criticó a los periodistas que incluyen la frase “fuentes aseguran” en sus historias. La andanada de tuits representaba a Trump en su forma más auténtica y desafiante, atacando cuando sentía que estaba bajo ataque, y parecía reflejar la creencia de que sólo él, y no su personal, está capacitado para hablar en su propia defensa.
Era un lado del presidente que no había sido puesto mucho en evidencia en su gira por a través de Europa y Medio Oriente. Mientras que la controversia de Rusia se profundizó en su país, Trump se mantuvo inusualmente disciplinado, incluso si su actuación en la OTAN en Bruselas alarmó profundamente a los líderes europeos que ya dudaban de su compromiso con la alianza.
De alguna manera, le demostró a sus críticos que estaban equivocados en las dudas que tenía sobre su viaje a Arabia Saudita, Israel, Bélgica e Italia, en una gira en la que avanzó en sus objetivos, cumplió con una estrategia planeada previamente y evitó controversias que le pudieran perjudicar.
Un alto funcionario del Gobierno le dijo a periodistas en el avión presidencial que regresaba desde Sicilia, este fin de semana, que Trump había establecido una “relación extraordinaria” con sus colegas líderes, y que su gira en el extranjero “formará, creo, la historia para las generaciones venideras”.
Pero una cosa es mostrar la moderación y el autodominio durante una serie de reuniones, sesiones fotográficas y cumbres en el extranjero que limitan los momentos de improvisación que a menudo socavan la suerte de Trump. Otra cosa será sacar a su Casa Blanca de la polémica política golpeada por los múltiples hilos de la controversia sobre Rusia y un sin fin de dañinas filtraciones que alimentan una extraordinaria corriente de noticias acerca de ello, sin mencionar las interacciones con el Congreso sobre la reforma al sistema de salud, la reforma tributaria y las prioridades presupuestarias.
LEE: Opinión: Dejen de llamar ‘ingenuo’ a Jared Kushner
Hubo otras señales de que un equipo de la Casa Blanca, que disfrutaba de una calma poco común por estos días, había vuelto a su modo normal de control de crisis a su vuelta.
Surgió este domingo que los asesores políticos de Trump habían cancelado un acto que se había programado en Iowa la próxima semana, una ocasión que habría permitido al presidente conectarse con sus abnegados partidarios.
Jeff Zeleny, de CNN, informó que Trump se reunía con su equipo legal y otros asesores este domingo. Múltiples reuniones en el Comité Nacional Republicano el jueves involucraron a los hijos de Trump: Donald Trump Junior y Eric Trump, en discusiones sobre las elecciones de mitad de término y la campaña presidencial de reelección para el 2020, según una fuente del Partido Republicano.
Pero la actividad política no podía disimular la posibilidad de que la última escalada del drama sobre Rusia pudiera tener aún su giro más perjudicial. Kushner sugirió la creación de un canal secreto entre la campaña Trump y el Kremlin en una reunión el pasado diciembre con el embajador ruso en Washington, Sergei Kislyak, le aseguraron a CNN fuentes con conocimiento de la situación.
El Gobierno se negó a referirse a esta información, relacionada con los reportes de interceptaciones de conversaciones entre Kislyak y Moscú publicados en primera instancia por The Washington Post.
“No vamos a comentar sobre Jared, simplemente no vamos a comentar”, dijo el principal asesor económico del presidente, Gary Cohn, a periodistas en Sicilia. Esa estrategia podría haber sido sostenible en el extranjero, en un viaje en el que abandonó la tradicional conferencia de prensa presidencial, pero no funcionó por mucho tiempo una vez que Trump regresó al país y los demócratas emprendieron el ataque.
“Si estos informes son exactos, justo después de esa campaña, después de esa intervención, tener al yerno del presidente, un jugador clave dentro de la Organización Trump, tratando de establecer un canal secreto con los rusos a través de una sede diplomática rusa, tendrías que preguntarte, bueno, ¿de quién son las conversaciones que están escondiendo?”, se preguntó este domingo Adam Schiff, el principal demócrata en la Comisión de Inteligencia de la Cámara, en el programa de ABC News “This Week”.
Algunos republicanos, sin embargo, minimizaron los últimos informes.
“No creo en esta historia”, dijo el senador por Carolina del Sur, Lindsey Graham, al programa State of the Union, de CNN. El senador Bob Corker, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, dijo que Kushner estaba listo para aclarar cualquier duda.
“En lugar de estar envueltos en una gran cantidad de hipérboles, como a veces son estas cosas, creo que hablar con él directamente y hacer que él responda a todas y cada una de las preguntas, como él dijo que haría, probablemente sería lo más prudente a llevar a cabo”, le dijo Corker a “Meet the Press, de NBC.
La especulación y las conjeturas sobre Rusia parecían rápidamente silenciar cualquier esperanza de que el Gobierno pudiera hacer girar la atención hacia un viaje al extranjero que la Casa Blanca consideró como exitoso para aliviar las presiones políticas que Trump está enfrentando en casa.
Con el Senado republicano enfrentando un esfuerzo traicionero para reformar el proyecto de ley de salud de la Cámara y el poco progreso hecho hasta ahora en el tema del próximo gran premio, la reforma tributaria, las probabilidades de un gran triunfo legislativo para Trump a mediados del verano parecen estrechas en el mejor de los casos.
Una mercancía que el equipo de la Casa Blanca de Trump haría bien en importar de su viaje al extranjero fue la disciplina. Con el equipo de política exterior al frente, funcionarios como el asesor de Seguridad Nacional H. R. McMaster y el secretario de Estado, Rex Tillerson, había la sensación de que los profesionales estaban al control.
Pero ese raramente ha sido el caso en casa. El presidente ha socavado constantemente a su propio personal con sus inesperadas intervenciones. A cambio, el beligerante equipo del Ala Oeste, acosado por facciones y luchas internas, le ha recompensado con un flujo constante de fugas y especulaciones poco favorecedoras.
Hay indicios de que la jerarquía de la Casa Blanca sabe que el cambio es necesario. Tanto el secretario de la Casa Blanca, Reince Priebus, como el gurú político Stephen Bannon regresaron a casa después de una sola etapa del viaje a Arabia Saudita. Fuentes dijeron que tal era la naturaleza de la montaña rusa del Gobierno hasta el momento que había habido poco tiempo para la planificación estratégica. Priebus pudo ayudar al despliegue del presupuesto y preparar las bases para el regreso de Trump.
La Casa Blanca también ha reconocido la necesidad de una reacción más formal y efectiva contra el flujo aparentemente interminable de revelaciones y reportes perjudiciales en torno a todo el asunto ruso, en la forma de una “sala de guerra” para respuesta rápida y asesoramiento jurídico.
“Todo el mundo se da cuenta de que tenemos que fortalecer nuestros esfuerzos”, le dijo un funcionario de la Casa Blanca a Jim Acosta, de CNN. “Debe haber un mayor esfuerzo de respuesta rápida y comunicaciones en general”.
En círculos externos, leales a Trump, como el exdirector de campaña, Corey Lewandowski, y el exfuncionario de campaña, David Bossie, han sido mencionados como posibles reclutas para esos esfuerzo.
El secretario de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, por ejemplo, parece aún más atormentado que cuando se fue a Medio Oriente. Su exclusión de una audiencia tan esperada como la del papa Francisco no hizo más que avivar la impresión de que pisa terreno inestable en cuanto a sus relaciones con el presidente.
Sin embargo, apenas ha habido una semana en este gobierno sin un informe según el cual Trump esté meditando sobre una enorme sacudida del personal. Encontrar a la gente para encargarse del trabajo, sin embargo, es un desafío.
Algunos tienen prácticas lucrativas de consultoría a las que podrían ser reacios a renunciar. Con una investigación de un fiscal especial en camino, otros pueden asustarse por la perspectiva de los honorarios legales que podrían dejar de percibir.
Y finalmente, todo podría llegar al mismo Trump. ¿Qué tan preparado está el presidente para aceptar el reto y cambiar su comportamiento?
Teniendo en cuenta lo que pasó el domingo, no mucho.
Betsy Klein, de CNN, contribuyó a este artículo.