Nota del editor: David M. Drucker es corresponsal político senior para el Washington Examiner y analista político de CNN. Sus opiniones expresadas en este comentario son únicamente del autor.
(CNN) – George Jackson es un republicano conservador que no está muy satisfecho con el presidente Donald Trump.
Su desencanto sobre el presidente por el que él votó y el persistente pesimismo sobre el futuro de Estados Unidos casi seis meses después de que llegara a la Casa Blanca, debe enviar una sacudida a la Casa Blanca.
Esto pues Jackson, de 90 años, no es un crítico prototipo de Trump. Más bien es el epítome de un republicano de Trump producido por un grupo focal.
Es un ciudadano mayor; es blanco, sureño, cristiano; es veterano de la Segunda Guerra Mundial; es propietario de un negocio. Pasa la mayoría de sus días supervisando una barbacoa de la que es dueño en Tucker, a unos 32 kilómetros al noroeste de Atlanta, desde hace más de 40 años.
“No me gusta su actitud. Es muy hablador”, me dijo Jackson cuando lo visité en su restaurante, Old Hickory House, mientras estaba cumpliendo una labor para The Washington Examiner para cubrir las elecciones especiales recientes para el Sexto Distrito del Congreso de Georgia.
“Solo quisiera que él realmente madurara un poco y fuera un poco más relajado con su estrategia. Él ofende a mucha gente que está a su lado porque no saben… entendí sus tuits hasta un punto, pero él es su propio peor enemigo”, dijo Jackson.
Jackson no cree que Trump esté haciendo a Estados Unidos grande otra vez, aunque no necesariamente culpa al presidente. “Nuestra nación está enferma, especialmente la izquierda”, dijo él. “No creo que nuestro país vaya a perdurar”.
Y así mientras hablábamos en una mañana a principios de junio, después de comer un desayuno con huevos, cerdo, panecillos y salsa, empecé a darme cuenta de que Trump no tenía nada de qué preocuparse sobre Jackson.
Como muchos otros votantes republicanos con los que hablé en el período previo a lo que resultó ser la cuarta victoria consecutiva del Partido Republicano durante la elección especial desde que Trump llegó a la Oficina Oval, Jackson estaba haciendo una elección sofisticada sobre el liderazgo que él quería en Washington con base en las opciones que tenía frente a él.
Se trata de la izquierda versus la derecha; un conservador versus una Corte Suprema liberal; el rechazo de Obamacare (un rechazo parcial, al menos) versus dejarlo; reducción de impuestos versus aumento de impuestos; seguridad versus fronteras porosas; una lucha fuerte versus una lucha débil contra el yihadismo radical.
Por eso, a pesar de la exasperación de Jackson con Trump, él no está arrepentido de su voto.
Tampoco tiene dudas sobre su preferencia por la republicana Karen Handel, quien se posesionó este lunes como congresista del Sexto Distrito tras vencer al demócrata Jon Ossoff, cuyo ascenso habría enviado un fuerte mensaje de desaprobación a la Casa Blanca y representar un control para el poder del presidente.
“Voté por Trump. No podía soportar la idea de Hillary Clinton y otra extensión de Obama”, dijo Jackson. “En cuanto a las otras opciones, no lamento que él esté allí… Creo que sus ideas y lo que está tratando de hacer es maravilloso”.
Las derrotas en elecciones especiales usualmente no son una predicción de las elecciones de mitad de periodo que están por venir.
Estrategas republicanos les han estado advirtiendo a los seguidores del partido que no se sientan demasiado cómodos con las cuatro victorias. Los republicanos tuvieron tres de ellas por un margen más estrecho de lo que debería hacerlos sentir bien dado que Trump las ganó al resultar elegido en noviembre. El cuarto, el Sexto Distrito de Atlanta, lo ganó solo con 1,5 puntos porcentuales.
Con los demócratas como favoritos por 6,8 puntos porcentuales para las elecciones legislativas de 2018, según el promedio de RealClearPolitics.com, para en una elección genérica en la que se decidirá qué partido debe dirigir el Congreso —ellos han encabezado esta encuesta desde abril— y con la aprobación del trabajo de Trump en cerca de 40% (una condición perpetuada por las heridas autoinflingidas), los republicanos deben tener una razón para estar alarmados.
La historia no está del lado de los republicanos si cifras como estas persisten. Sin embargo, la polarización y la cultura tribal de afiliación política que se ha desarrollado en Estados Unidos este siglo podría proteger al partido republicano de los golpes que, según la historia, le esperan.
Sí, el camino de vuelta al poder de los demócratas en el Congreso va a través de los distritos suburbanos republicanos llenos de votantes a quienes no les gusta Trump. Hay 23 asientos republicanos esperando que Clinton ganara en noviembre, solo uno menos que los 24 demócratas que necesitan ganar el próximo año para tener el control de la Cámara de Representantes.
Pero Trump podría demostrar más resiliencia política de lo que los números sugieren y sus absurdas redes sociales le permitirían.
Algunos estrategas republicanos involucrados en las preparaciones para las elecciones legislativas de 2018 insisten que si el partido en Washington promete rechazar el Obamacare y bajar impuestos, mientras da una sensación de seguridad en un país golpeado por el terrorismo, sus votantes podrían seguir con ellos y tomar la decisión de que el status quo —aunque con un presidente que les resulte problemático— es preferible a regresarle el poder a la líder de la Minoría en la Cámara, Nancy Pelosi de California.