Nota del editor: Robert Sutton es psicólogo organizacional de la Universidad de Standford. Esta pieza está basada en su libro The No Asshole’ Rule (2007) y The Asshole Survival Guide (2017). A menos que se indique lo contrario, los hechos que componen esta columna, reflejan el trabajo de investigación de esos trabajos. Los puntos de vista expresados aquí son exclusivas del autor.
(CNN) – Reporteros y presentadores de radio y televisión. Productores de cine. Un senador de Estados Unidos y otros miembros del Congreso. Candidatos a la presidencia y líderes de empresas emergentes. Hasta ahora, tendrías que haber vivido bajo una roca para no ver el impacto de las acusaciones de acoso y agresión en los lugares de trabajo que vive la industria, la cultura y la política.
La revista Time nombró como persona del año a las personas que rompieron el silencio con el movimiento #MeToo. Los políticos han renunciado o han considerado no postularse otra vez. Los estadounidenses en todos lados están enloqueciendo preguntándose: ¿Qué viene ahora? ¿Cómo podemos arreglar este problema? ¿Necesitamos contratar con mejores prácticas, o mejores procedimientos de recursos humanos?
Pero de hecho hay una manera muy simple de detectar acosadores sexuales: usar entrevistas, revisión de antecedentes, periodos de prueba y otros métodos de selección de empleados. Y simplemente, no contratar idiotas.
Esto es lo que quiero decir:
Hace unos 10 años, estaba hablando con un ejecutivo de Silicon Valley sobre mi investigación sobre idiotas en los lugares de trabajo. Para el 2007, cientos de cuidadosos estudios habían mostrado que “idiotas certificados” (personas que rutinariamente hacen que otros se sientan degradados, desanimados e irrespetados) socavan la salud y productividad de sus colegas. En 2006, por ejemplo, Bennett Tepper y sus colegas de la Universidad de Ohio estimaron que el daño que infligen los supervisores abusivos en los empleados le cuestan a las compañías estadounidenses 23.800 millones de dólares cada año.
El ejecutivo respondió que estimar el “TCA” (costo total de idiotas, por sus siglas en inglés) fue más que un ejercicio intelectual en su compañía.
Él me contó sobre el vendedor estrella de su compañía, que también era un flamante idiota. Llamémoslo “Ethan”.
Rutinariamente Ethan gritaba y menospreciaba a sus compañeros, subordinados y jefes. Sus correos electrónicos nocturnos de última hora con enfado eran legendarios. Muchos colegas se rehusaban a trabajar con él y sus asistentes rara vez duraban más de un año. Finalmente, luego de que Ethan gritara e insultara a una empleada de recursos humanos por un pequeño incremento en los costes de servicios de salud que estaban fuera de su control, los ejecutivos de la compañía se cansaron de sus payasadas. Instruyeron a recursos humanos que calcularan el TCA personal de Ethan del año anterior.
Sus cálculos indicaban que el costo del mal comportamiento de Ethan incluían el tiempo extra que gastaban los gerentes, ejecutivos y personal de recursos humanos en lidiar con él y sus víctimas; contratar abogados laborales para limpiar los desastres de Ethan; pagar daños a las víctimas de Ethan (incluyendo a su exasistente); contratar y reclutar a un nuevo asistente; y un entrenamiento de control de ira para Ethan. El personal de recursos humanos estimó que este idiota le costó a la compañía 160.000 dólares al año.
Por supuesto, Ethan se enfureció y amenazó con renunciar cuando los ejecutivos senior le informaron que, debido a los costos, podrían disminuir su bono en un 60%. Ethan terminó por quedarse, en parte, porque era conocido como un idiota y la competencia no estaba interesada en contratarlo. El comportamiento de Ethan mejoró durante varios meses, pero pronto volvió a sus desagradables modales.
Cuando se trata de contratar y protegerte a ti y a otros de los idiotas de los lugares de trabajo, recuerda el consejo de Leonardo da Vinci de que “es más fácil resistir al principio que al final”. Haz tu tarea antes de ofrecerle trabajo a esa estrella; el problema de alguien más se convertirá en el tuyo muy pronto. Y si cometes el error y contratas a imbéciles egoístas e irrespetuosos, llámales la atención por su compartimiento desde etapas tempranas y con frecuencia. Si eso no funciona, mándalos a empacar sus cosas.
La evidencia sobre el daño que hacen los idiotas certificados como Ethan fue fuerte cuando escuché su historia en 2006. Y es incluso más fuerte hoy en día. Los pecados de Ethan son leves en comparación con los de estrellas como Bill O’Reilly, Matt Lauer y Harvey Weinstein. Lauer se disculpó pero dijo que “algo de lo que se dijo sobre mí es falso o fue malcaracterizado”, mientras que O’Reilly y Weinstein han negado las acusaciones.
Esos casos de alto perfil han causado que las compañías reconsideren los riesgos de mirar a otro lado cuando las estrellas supuestamente son prestadores sexuales o cerdos sexistas seriales, y que eviten contratar estrellas que son conocidos como cretinos. Aunque sus crímenes son menos despreciables e incluso más aceptables socialmente, se aplican lecciones similares para tratar y contratar idiotas comunes y corrientes, que degradan e insultan a los demás, difunden mentiras sobre sus colegas o los tratan como si fueran inútiles e invisibles.
En los últimos años ha habido una explosión de estudios académicos sobre acoso y falta de cortesía en los lugares de trabajo. Por ejemplo, un estudio de Google Scholar revela más de 7.000 artículos académicos sobre supervisión abusiva que han sido publicados desde 2007. Los cuidadosos estudios que sustentan el libro de 2017 de Christine Porath Mastering Civility y mi “Guía de supervivencia contra idiotas” muestran que el acoso y la rudeza afectan la salud mental y física de los empleados; dañan las relaciones con los amigos y familia; causan que los mejores empleados renuncien; socavan el esfuerzos, la productividad y creatividad de los empleados, y erosionan la empatía para los clientes.
Si aún así estás pensando en contratar a un idiota de cara a toda esta información, considera que los estudios también muestran que la rudeza se transmite de una persona a otra como un resfriado común. Y otra evidencia muestra que los idiotas se sienten atraídos, o al menos aceptan más, a otros idiotas como ellos.
El abuso de los líderes superiores parece “reducir” la jerarquía, por lo que contratan (o infectan) a supervisores que, a su vez, abusan de sus subordinados. Así que contratar a ese imbécil aumenta el riesgo de que te encuentres hasta el cuello de colegas mezquinos, y que también seas un imbécil.
Reconozco que algunas estrellas son tan creativas, aportan tanto dinero, atraen tanta atención o ganan tanto que es difícil resistirse a reclutarlas, tolerarlas, complacerlas y celebrarlas. Pero ten cuidado con el precio que tú y otros pueden pagar por estar expuestos y permitir que estos agresores tengan éxito.
Los cretinos certificados no solo ponen en riesgo su salud, las relaciones más preciadas y el rendimiento. Cuando son descubiertos y expulsados, la culpabilidad por asociación puede significar que la mancha se extiende a ti y arruina tu carrera, también.
E incluso si te sales con la tuya, si te beneficias al contratar, pasar el rato o proteger a alguien que es un ganador y un idiota (o si eres uno de ellos), sigues siendo un perdedor como ser humano en mi libro. Después de todo, tu éxito está manchado por el daño que el idiota certificado inflinge a otros día tras día.