Nota del editor: El analista de seguridad nacional de CNN, John Kirby, es un contraalmirante retirado en la Marina de EE. UU. Fue portavoz de los departamentos de Defensa y Estado en la administración de Barack Obama. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas.
(CNN) – Estados Unidos se ganó una paliza este jueves en la Organización de las Naciones Unidas cuando 128 países se manifestaron contra la decisión del presidente Donald Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel.
Pero, en verdad, no mucho va a cambiar como resultado de ese voto. El gobierno de Trump mantendrá su decisión. Continuará con los planes de mover nuestra embajada a Jerusalén. El moribundo proceso de paz seguirá igual, moribundo. Y, pese a todas las amenazas de Trump, Estados Unidos no cortará la ayuda y asistencia a cada país que votó en su contra.
Eso, porque él sabe —o al menos las personas más mesuradas que trabajan a su alrededor— que nuestros paquetes de ayuda y asistencia le sirven a nuestros intereses nacionales. Incluso el Departamento de Estado se echó para atrás un poco, recordándole a la prensa que el voto del jueves “no es el único factor que el gobierno tomará en consideración al tratar nuestras relaciones extranjeras”.
La asistencia y ayuda extranjera no es caridad. Es vital para nuestra seguridad y para la seguridad de nuestros aliados y socios. Nosotros contribuimos al crecimiento económico, al desarrollo, la seguridad y las necesidades humanitarias de numerosos países. Eso ayuda a garantizar que los problemas de esos países no estallen en problemas de estabilidad más grandes y desestabilizadores para la región, que luego lleven a gastar más sangre y dinero para enfrentarlos.
Incluso, la muy aclamada estrategia de seguridad nacional de Trump reconoce que “ayudamos a otros juiciosamente, alineamos nuestros medios con nuestros objetivos, pero con la firme creencia de que podemos mejorar las vidas de otros mientras establecemos las condiciones para un mundo más seguro y próspero”.
El altruismo también juega un rol importante. Los estadounidenses somos personas generosas, amables y desinteresadas. Y cada tanto, ayudamos a otros simplemente porque es lo correcto que debe hacerse, como por ejemplo, las respuestas después de los desastres naturales o incluso las pandemias, hambrunas o guerras civiles. Pero incluso entonces, hay un beneficio tangencial para la reputación global de Estados Unidos y para nuestra influencia.
Dicho esto, sería errado concluir que el voto de este jueves no importa.
Importa para la vasta mayoría de los países que vieron allí una oportunidad no solo de reprender a Trump, sino también de recordarse a sí mismos y recordarle a su gente los compromisos de larga data que hicieron para apoyar las resoluciones de las Naciones Unidas sobre la naturaleza del conflicto de Israel y Palestina, sobre la importancia de buscar una salida negociada de dos Estados, y sobre la necesidad de preservar el estatus final de Jerusalén como una salida de las negociaciones entre dos partes, en vez de que sea un hecho consumado por uno u otro Estado miembro.
El voto importa porque nos muestra qué tan difícil va a ser volver a encarrilar esas negociaciones después de la declaración de Trump sobre Israel. Debemos enfrentar la realidad de que, por muy distante que esté, una solución de dos Estados está aún más lejos de nuestro alcance.
E importa porque el número de votos aleja y avergüenza a Estados Unidos: pelea por los gastos de la OTAN, se sale del acuerdo de París, abandona el Acuerdo Transpacífico. Amenaza con descertificar el acuerdo con Irán. ¿Ahora esto?
Bajo el gobierno de Trump, Estados Unidos está cada vez más solo entre todas las naciones. Y su insistencia, el lloriqueo y la intimidación solamente nos hace parecer insignificantes y pequeños. Demasiado para el “principio de realismo” que Trump dice definir en su estrategia de seguridad nacional.
No hay nada de principios o realismo sobre lo que Trump y la embajadora ante Naciones Unidas Nikki Haley trataron de hacer esta semana. Entonces, creo que ellos sabían el escrutinio al que iban a ser sometidos. Y creo que están victimizándose. Creo que creen que la victimización da credibilidad a su enojo y sentido de derecho. Les hace más fácil actuar ante una base de votantes que creen que la cooperación y el compromiso internacional son debilidades.
“Cuando un país es atacado en esta organización”, dijo Haley en su discurso en la ONU este jueves, “ese país es irrespetado. Además, se le pide a ese país que pague por el privilegio de ser irrespetado. En el caso de Estados Unidos, se nos pide que paguemos más que cualquier otro país por ese dudoso privilegio”.
Haley debería recordar que los privilegios vienen con la responsabilidad, que ese respeto debe ser ganado, incluso nutrido, y que la ONU no es uno de los clubes campestres de Trump. Es un cuerpo deliberativo de estados soberanos que tienen el mismo derecho de expresar su voluntad como nosotros lo hacemos. El compromiso y la adaptación vienen con el territorio.
También debe recordar que el único país que eligió a Estados Unidos para “atacarlo” este jueves fue el mismo Estados Unidos, cuando el presidente Donald Trump decidió cumplir una promesa de campaña era más importante que cumplir un compromiso con la paz en Medio Oriente.
Nuestro poder, tan grande como es, no nos da el derecho de dictar o intimidar. Nuestro poder militar o económico no preside solo. Viene del ejemplo que establecemos. Y hoy, establecimos otro horrible ejemplo.
A Trump le gusta la canción de los Rolling Stones “You Can’t Always Get What You Want”. Pues bien, a veces, como este jueves, tienes lo que te mereces.