(CNN) – Un gran montón de basura que gira en el Océano Pacífico está creciendo más rápido de lo esperado y es ahora tres veces más grande que Francia.
Según un estudio de tres años publicado en la revista Scientific Reports, el fenómeno conocido como la gran mancha de basura del Pacífico mide aproximadamente 1,6 millones de kilómetros cuadrados, es decir hasta 16 veces más grande que las estimaciones anteriores. Y esa dimensión también la hace más del doble del tamaño de Texas.
Las redes fantasmas, o redes de pesca desechada, representan casi la mitad de las 80.000 toneladas métricas de basura que flotan en el mar. Además, los investigadores creen que alrededor del 20% del volumen total de basura son escombro del tsunami de Japón en 2011.
El estudio –realizado por un equipo internacional de científicos con The Ocean Cleanup Foundation, seis universidades y una compañía de sensores aéreos– utilizó dos aeronaves y 30 buques para poder cruzar el área de basura.
Junto con las redes para medir y recolectar basura, los investigadores usaron dos dispositivos de seis metros de ancho para medir objetos medianos y grandes. Una aeronave, además, estaba equipado con sensores avanzados para recoger análisis 3D de la basura del océano. Terminaron por recopilar un total de 1,2 millones de muestras de plástico y escanearon más de 300 kilómetros cuadrados de superficie oceánica.
La mayor parte del montón de basura se compone de objetos grandes, mientras que solo el 8% de la masa corresponde a microplásticos o piezas de un tamaño menor a 5 milímetros.
“Nos sorprendió la cantidad de objetos plásticos grandes que encontramos”, dijo Julia Reisser, jefa del equipo científico, en un comunicado. “Pensábamos que la mayoría de restos correspondían a pequeños fragmentos, pero este nuevo análisis arroja una luz sobre el alcance de los escombros”, agregó.
‘Las islas de la basura’
El montón de basura es tan grande que los ambientalistas pidieron a la Organización de Naciones Unidas que declararan la gran mancha de basura del Pacífico como si fuera un país y lo llamaran “Las islas de la basura” con su propio pasaporte y moneda, llamado escombros.
Incluso solicitaron que 200.000 personas se hicieran ciudadanos, incluidos los famosos sir David Attenborough, Chris Hemsworth y Gal Gadot. Su primer ciudadano fue “el exvicepresidente y ambientalista estadounidense Al Gore”.
La investigadora Britta Denise Hardesty, quien no participó en este estudio, explicó que si bien las redes desechadas pueden constituir casi la mitad de los hallazgos, el problema puede tener más matices.
Hardesty hizo parte de un estudio anterior publicado en la revista Marine Policy, en octubre pasado, que también descubrió que los equipos de pesca desechados constituyen una cantidad significativa de la contaminación global marina con plásticos. Se estima que cada año se pierden 640.000 toneladas de redes de pesca en el entorno marino.
“No es justo culpar a los pescadores o a los 20 países principales por la mala administración del residuos”, indicó Hardesty, investigadora principal de la Organización de Investigación Científica e Industrial del Commonwealth (CSIRO) en Australia. “En vez de eso, necesitamos mirar el verdadero valor y el precio de los plásticos, y tener en cuenta los costos del sustento y el turismo”, explicó.
La mancha de basura del Pacífico fue descubierta en 1997 por el oceanógrafo Charles Moore, cuando él navegaba hacia su casa, en el sur de California, tras terminar la ruta de California a Hawai.
“Me enfrenté, hasta donde podía ver, con la visión del plástico”, escribió Moore acerca de su hallazgo en la revista Natural History.
“En la semana que me tomó cruzar la parte alta subtropical, no importaba a qué hora del día mirara, los desechos de plástico flotaban por todas partes: botellas, tapas de botellas, envolturas, fragmentos”, describió Moore.
En cuanto a desacelerar la oleada de basura oceánica, Hardesty sostuvo que todos podemos ayudar.
“La contaminación plástica en el océano es visible y rastreable”, aseveró. “Definitivamente podemos hacer una diferencia en la forma en que votamos con nuestro bolsillo y pensar en cada decisión que tomemos, ya sea que llevemos nuestras propias bolsas a los supermercados, rechacemos pajitas, llevemos nuestras propias tazas de café, aceptemos artículos de un solo uso o tengamos en mente alternativas”, sugirió.