Nota del editor: Kate Andersen Brower es colaboradora de la CNN y autora de “Primeras mujeres: la gracia y el poder de las primeras damas modernas de Estados Unidos” y “La residencia: dentro del mundo privado de la Casa Blanca”. Este artículo está adaptado, en parte, de partes de esos libros. Las opiniones expresadas aquí son exclusivas de la autora.
(CNN) — Una exmodelo de Playboy que asegura que tuvo una aventura hace más de una década con Donald Trump, presidente de Estados Unidos, se disculpó con la esposa de este, la primera dama Melania Trump, en una entrevista este jueves. Melania Trump ahora comparte la cuestionable distinción de ser una primera dama despreciada públicamente con otra mujer: con la rival de 2016 de su marido por la presidencia y declarada enemiga, la ex primera dama Hillary Clinton.
Karen McDougal le dijo a Anderson Cooper, en una entrevista exclusiva en CNN, que había tenido un vínculo sexual con Donald Trump hace una década, cuando Trump estaba casado, y que estaba “arrepentida” por lo que le había hecho a la esposa de Trump, Melania. “¿Qué puedo decir, excepto que lo siento?”, dijo y agregó, con los ojos llorosos: “No me gustaría que me lo hagan a mí”.
La Casa Blanca ha negado estos señalamientos, que se hicieron públicos en un artículo del The Wall Street Journal antes de las elecciones presidenciales. Este medio detalló cómo la compañía matriz de The National Enquirer había pagado a McDougal por la historia y nunca la publicó.
LEE: Por qué la entrevista a Stormy Daniels debería asustar a los republicanos
La disculpa de McDougal, junto con otras acusaciones muy públicas de la estrella de cine adulto Stormy Daniels —de que ella también tuvo una aventura con Trump— han puesto el matrimonio de los Trump en el centro de atención de una manera no vista desde la década de 1990, cuando el romance de Bill Clinton con Monica Lewinsky, entonces becaria de la Casa Blanca, acaparó los titulares.
Sin duda, muchas primeras damas han tenido que soportar las infidelidades de sus maridos, aunque ocurrieron muy por debajo del radar público.
Las historias de engaños desenfrenados de Franklin D. Roosevelt, John Kennedy y otros son tan legendarias que, en una carta de 1997 que Monica Lewinsky envió a Bill Clinton rogándole que la viera, incluso se refirió a la amante de Roosevelt, Lucy Mercer: “¡Ah, y Guapo [el apodo de Lewinsky para Clinton], recuerda que FDR nunca hubiera rechazado una visita a Lucy Mercer!”, le escribió.
Fue Mercer, no la esposa de Roosevelt, Eleanor, quien estuvo a su lado cuando murió en Warm Springs, Georgia, en 1945. Y Jackie Kennedy sabía que su esposo veía a otras mujeres, pero en ese momento había un pacto de caballeros en la prensa para nunca revelarlo.
Jackie sufrió de depresión por las infidelidades de su marido y una vez, cuando le estaba dando un recorrido por la Casa Blanca a una reportera de Paris Match amiga suya, vio a una mujer, de quien sospechaba que tenía una aventura con su marido, sentada en la oficina de la secretaria Evelyn Lincoln. Jackie le dijo a su amiga, en francés: “Esta es la chica que supuestamente está durmiendo con mi esposo”.
Pero no fue sino hasta Hillary Clinton que una primera dama se vería obligada a enfrentar directamente las acusaciones públicas, vergonzosas e hirientes, sobre la infidelidad de su esposo. Esta exposición nacional —mundial, en realidad— fue mucho más allá de los años de experiencia que Clinton tenía como primera dama de Arkansas, cuando su esposo era gobernador.
Pero todo es nuevo para Melania Trump, a quien no le gusta ser el centro de atención.
LEE: Después de la entrevista de Stormy Daniels, Trump se enfrenta a la tormenta solo
Las inclinaciones de Bill Clinton no eran ningún secreto y eran bien conocidas en su círculo íntimo y probablemente por su esposa mucho antes de que él ganara la presidencia.
Pero el pasado de Bill Clinton volvió a perseguirlo en la Casa Blanca. Como detallé en un libro de 2016 que escribí sobre las primeras damas, una invitada de los Clinton a la Casa Blanca recordaba haber oído el timbre del teléfono en el pasillo de la residencia del segundo piso alrededor de la medianoche. El presidente atendió la llamada, luego se desplomó, gritó “¡mie***” y colgó el teléfono. Clinton volvió en sí y continuó con sus invitados hasta bien entrada la madrugada, como si nada hubiera sucedido.
A la mañana siguiente, los invitados de la casa —siempre había invitados a la Casa Blanca durante los años de Clinton— se levantaron y se dirigieron al solárium. Los diarios The Washington Post, The New York Times y The Wall Street Journal estaban en una mesa y vieron lo que había molestado al presidente: Paula Jones había presentado una demanda formal acusando a Clinton de hacerle insinuaciones sexuales cuando era gobernador de Arkansas y ella trabajaba con él.
A diferencia de Jackie, a Hillary Clinton no le quedó más que abordar la debilidad de su marido por el sexo femenino de manera muy pública. Al igual que Pat Nixon durante el Watergate, Hillary Clinton dejó de leer los periódicos en el punto álgido del escándalo y culpó a otros, a los republicanos en este caso, por intentar derrocar a su esposo.
“Lo resolvió de una manera que funcionó para ella”, dijo Susan Thomases, su amiga cercana y asesora. “Para ella era muy importante mantener su matrimonio unido”, agregó. Eso sí, entre las paredes de la residencia presidencial hubo un profundo dolor.
LEE: “Esto es una pesadilla”, dice Stormy Daniels a un amigo
Pero al igual que los Roosevelt antes que ellos, la sociedad política y el profundo afecto mutuo mantuvieron juntos a los Clinton. Lo mismo ocurrió con los Kennedy. Una semana después de su décimo aniversario de bodas, Jackie escribió una carta a su amigo Charley Bartlett, quien los había reconciliado. Ella le dijo que sabía que Jack (JFK) habría sido feliz sin estar casado pero, sin Jack, su vida habría sido “un páramo, y lo habría sabido a cada paso del camino”.
Queda por ver si el vínculo entre los Trump es tan fuerte.