Nota del editor: Carmen Pérez es la directora ejecutiva de la organización The Gathering for Justice, fundadora de Justice League NYC y es miembro de la junta directiva de la Marcha de las Mujeres. Puedes seguirla en Twitter en @msladyjustice1. Rachel O’Leary Carmona es la directora de operaciones de la Marcha de las Mujeres. La encuentras en Twitter en @RachCarmona. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente a las autoras.
(CNN) – Este sábado, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, publicó lo siguiente en Twitter:
“Presionen a los demócratas para terminar la horrible ley que separa a los niños de sus padres cuando cruzan la frontera hacia EE.UU. Captura y liberación, lotería y cadena también deben irse y ¡DEBEMOS seguir construyendo el MURO! LOS DEMÓCRATAS ESTÁN PROTEGIENDO A LOS MATONES DE LA MS-13”.
La ironía de esta declaración es que Trump se refiere a una práctica espeluznante que está ocurriendo en su gobierno y que refleja la profunda crisis moral del país. Según un reporte del diario The New York Times, desde octubre pasado el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) ha separado a 700 niños de sus padres o de otros adultos tutores mientras intentaban cruzar la frontera suroeste hacia EE.UU.
Dentro de estos niños se encontraba un bebé de 18 meses, cuya madre se presentó ante las autoridades de inmigración para pedir asilo con el certificado de nacimiento del pequeño en su poder.
A principios de este mes, el secretario general de la Casa Blanca, John Kelly, protagonizó varios titulares por ni siquiera haber intentado ocultar su desprecio frente a estos niños, al decir que aquellos arrestados por los agentes “serán atendidos, llevados a un cuidado temporal o lo que sea”.
Y, semanas previas, el Departamento de Salud y Servicios Humanos admitió que la agencia había perdido el rastro de aproximadamente 1.500 niños inmigrantes que puso en el sistema de hogares temporal de Estados Unidos, durante los gobiernos de Trump y del expresidente Barack Obama. Recientemente, una red de traficantes que se hizo pasar por patrocinadores para estos hogares fue expuesta por forzar a los niños inmigrantes a vivir y trabajar bajo condiciones espantosas en granjas de pollos en Ohio.
Nosotras dos, a través del trabajo que realizamos con la Marcha de las Mujeres, hemos visto de primera mano el poder de las mujeres para impactar cambios dramáticos. Depende ahora de nosotros contraatacar las prácticas crueles y profundamente racistas impuestas contra los inmigrantes latinos en nuestras fronteras, así como la singularización racial, el acoso, el encarcelamiento y cosas peores que las mujeres, hombres y niños latinos que viven en este país enfrentan.
Nelson Mandela destacó que “no puede haber una revelación más intensa del alma de una sociedad que la manera en que trata a sus niños”. El alma de nuestra nación, entonces, está en realidad muy enferma.
Pero Coretta Scott King también nos entregó palabras sabias sobre nuestro poder como mujeres para cuidarla: “Mujeres, si hay que salvar el alma de la nación, creo que debemos convertirnos en su alma”.
La hostilidad hacia los inmigrantes no es nueva en este país, pero un presidente moderno liderando este coro sí lo es.
Deshumanizar a las comunidades latinas ha sido la tarjeta de presentación de Trump desde los primeros minutos de su campaña presidencial, cuando llamó a los inmigrantes de México delincuentes y “violadores”. Y, en las últimas semanas, el ahora presidente ha estado ampliando esta deshumanización al utilizar la palabra “animales” en discursos y tuits para referirse a las personas afiliadas a la pandilla MS-13. De hecho, hace pocos días, lanzó una página web de la Casa Blanca que utiliza la palabra “animales” no menos de 11 veces para referirse a ellos.
Recuerda que este es el mismo presidente que llamó a los supremacistas blancos en Charlottesville, Virginia, “gente muy buena”. Llega un punto en el que el uso repetido de la retórica deshumanizadora y llena de odio por parte de Trump ya no puede verse como algo situacional, dirigido únicamente a lo que ofensivamente denominó “malos hombres”.
Una persona lógica solo podría concluir que sus palabras y políticas reflejan un odio profundamente arraigado hacia los latinos y otras comunidades marginadas.
El hecho de infundir temor se está usando para justificar la singularización racial y las violaciones a los derechos constitucionales de los estadounidenses. La semana pasada, por ejemplo, agentes del ICE detuvieron e interrogaron a dos ciudadanas estadounidenses en Montana únicamente por hablar español entre ellas.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE.UU. (CBP, por sus siglas en inglés) tiene desde hace mucho tiempo la autoridad para realizar detenciones y búsquedas arbitrarias en cualquier lugar dentro de los 160 kilómetros de una frontera estadounidense, incluidas las zonas costeras. Este poder, fundamentado en un reglamento adoptado por el Departamento de Justicia en 1953, representa una puerta abierta a posibles abusos en el ambiente actual. Considera que la mayoría de la población estadounidense vive dentro de esta “zona libre de constitución”, que incluye ciudades como Nueva York, Los Ángeles, Chicago, Filadelfia y los estados completos de Michigan y Florida.
Los agentes de inmigración pueden entrar a propiedad privada, establecer puntos de control permanentes en las carreteras y detener a personas si sospechan que hay una violación a la ley de inmigración. Y, lo que es más importante, pueden usar la raza y la etnia como factores que crearían una “sospecha razonable” para sus acciones. Las mujeres en Montana estaban comprando huevos y leche en una tienda cuando fueron detenidas entre 35 y 45 minutos por un agente de la Patrulla Fronteriza, quien les dijo que eso tenía “que ver con ustedes hablando en español en la tienda, en un estado donde predominante se habla inglés”.
Este tratamiento hacia los latinos (y otros grupos minoritarios) como “el otro” debe parar. Depende de nosotras, las mujeres, canalizar la energía y el activismo de nuestro movimiento de cara a la organización electoral local, contrarrestar la supresión de votantes y apoyar a las mujeres de base y a las personas de color que protegerán a nuestra comunidad. Con tanto en juego, no tenemos más remedio que organizar y producir victorias concretas en 2018.
Nos “convertimos en el alma” cuando nos vemos en la lucha de otras mujeres por protegerse y proteger a los vulnerables. Marchamos precisamente porque creemos que ninguna mujer es libre hasta que todas seamos libres. No podemos estar inactivas mientras los niños son arrebatados de sus madres y sus padres, posiblemente para que nunca los volvamos a ver. No podemos estar indiferentes cuando los niños son víctimas de tráfico fuera del sistema de cuidado temporal.
El racismo y el nacionalismo blanco que ha sido arrastrado a la superficie por –y que de hecho lo define– el gobierno Trump realmente existe en todas partes. Pero nosotras también. Y las mujeres debemos desafiarlo donde sea que esté, desde la más alta sede del poder hasta las políticas locales y la toma de decisiones.
Sophie Cruz, de seis años, subió al escenario de la Marcha de las Mujeres de 2017 en Washington, con sus padres orgullosamente detrás de ella, para entregar un mensaje de esperanza ante los oscuros días que se avecinaban.
“Estamos aquí juntos haciendo una cadena de amor para proteger a nuestras familias. Luchemos con amor, fe y valentía para que nuestras familias no sean destruidas”, dijo. Esperamos aferrarnos a esas sabias palabras de amor mientras resistimos las fuerzas de la violencia y el odio.