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Por Damarys Ocaña

Nota del Editor: Damarys Ocaña es editor ejecutivo de la revista Latina.

(CNN) — Se supone que el público de Estados Unidos conocería a Jenni Rivera en los próximos meses, pero no de esta manera. No por su trágica muerte en un accidente de avión a los 43 años.

La cantante mexicoestadounidense, que murió el domingo en México, acababa de firmar un contrato con la cadena ABC para protagonizar una serie en la que una madre soltera tiene que mantener a su familia y negocio: un reflejo de su vida real. Hubiera sido la oportunidad del país para conocer a una extraordinaria superestrella y una talentosa e inspiradora mujer que tenía los pies bien puestos en la tierra.

Rivera tenía una gran voz, una gran personalidad y una presencia innegable en el escenario, a través de sus canciones sobre los dolores del corazón, ataviada en tradicionales vestidos mexicanos, en sensuales traje de cuero o hablando abiertamente de su vida íntima y sus éxitos personales.

Ella era una luchadora y acababa de superar un problema bastante grande. Usó su fortaleza para llegar a la cima de un género musical dominado por los hombres.

Inició en la música cuando era una joven madre y se convirtió en una celebridad al vender más de 15 millones de discos por todo el mundo, incluyendo 1.2 millones y casi 350,000 canciones digitales en Estados Unidos.

Abarrotó el Staples Center de Los Ángeles, tenía un programa de televisión bilingüe, varios negocios, una fundación para mujeres golpeadas y millones de seguidores en línea.

Fanáticos y nuestros lectores —la revista Latina la puso en su portada por primera vez en mayo del 2011— ‘conectaban’ con ella no solo por su historia de la hija de inmigrantes que logró superarse, sino por su sinceridad: no era perfecta ni intentaba serlo.

Una vez se peleó con un fan, pero después se arreglaron y ella le regaló un viaje todo pagado. Tuvo problemas con la ley y relaciones tormentosas: se casó tres veces y se acababa de divorciar de Esteban Loaiza, expitcher de la Grandes Ligas.

“No me gusta fingir”, nos dijo el año pasado a propósito del programa I Love Jenni, que salió al aire en la cadena de televisión latina mun2, en el que añadió que quería que los fans “vieran al ser humano detrás del nombre célebre, las luces y los grandes conciertos”.

Ahora, a los periodistas latinos como yo, no nos queda más que presentarla ante una audiencia más grande al escribir acerca de ella en pasado.

Al escuchar la noticia de su muerte, el domingo, no pude evitar pensar en otra estrella, Selena, la cantante de Texas que se preparaba para dejar una huella en la cultura estadounidense antes de ser asesinada, hace 17 años. En ambos casos, no solo estamos de luto por el artista, sino por el momento y la oportunidad perdida de contar la historia detrás de sus canciones. Pero al menos siempre tendremos eso.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Damarys Ocaña.

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