(CNN) — Se escondían en un lugar que los oficiales de seguridad llamaban “área segura”. Pero era todo menos eso.
Afuera, una muchedumbre enojada aumentaba, comenzaron los disparos y empezó un incendio.
El grueso humo dejó ciegos a los tres hombres atrapados. Entonces los intrusos golpearon la puerta fortificada de la villa.
Un oficial de seguridad le dio su teléfono al embajador Chris Stevens y le pidió que se preparara para que la muchedumbre rompiera los candados de la puerta de seguridad.
Era poco menos de las diez de la noche del 11 de septiembre de 2012 y el tiempo se le acababa a Stevens.
El comité federal que investigó lo que llevó al primer asesinato de un embajador estadounidense desde 1988 ha dado a conocer la noche del martes nuevos y vívidos detalles del ataque al consulado estadounidense en Bengasi, Libia.
El informe evidenció seguridad inadecuada, un asunto del que Stevens se había quejado mucho antes del 11 de septiembre.
La corta llamada telefónica
En vez de entrar a la villa, la muchedumbre retrocedió por alguna razón, pero el fuego continuaba. En medio del humo, Stevens utilizó el teléfono celular para intentar alertar a otros sobre el ataque.
Quizá intentaba decir a los funcionarios de la embajada de Trípoli que él y el pequeño equipo de seguridad del complejo tenían en grandes problemas.
Eran minoría, no estaban mejor armados y los militantes habían rociado un área importante con gasóleo lo que había iniciado el incendio.
Quizá quería decir que estaba atrapado en un edificio llamado Villa C, con un funcionario de seguridad y con Sean Smith, un oficial de manejo de información del servicio exterior.
En cuanto los intrusos irrumpieron en el consulado armados con ametralladoras y granadas propulsadas con cohetes tuvieron que marcharse de la villa.
Pero en la llamada de las 21:50 hora local, Stevens solo pudo decir al subjefe de la misión estadounidense en Trípoli que estaba siendo atacado. La llamada terminó rápidamente.
Señales de advertencia
Aunque feroz y repentino, el asalto quizá no sorprendió a algunos.Diplomáticos estadounidenses que trabajaron en Libia, un país que aún intenta formar un nuevo gobierno tras el derrocamiento del dictador Moammar Ghadafi, habían reclamado repetidamente más seguridad.
Los funcionarios estadounidenses, en su mayoría, fueron bien recibidos en Libia, donde muchos locales están agradecidos por la ayuda de Estados Unidos para derrocar a Ghadafi.
Pero el peligro persistió: aun hay muchos leales a Gadhafi, un acceso muy fácil a las armas y el nuevo gobierno tiene dificultades para mantener la seguridad.
El pasado 1 de junio, un coche bomba detonó en la puerta del hotel en Trípoli donde se encontraba Stevens.
El mismo mes, Stevens tuvo que trasladarse junto con su equipo de seguridad del hotel debido a una “amenaza creíble”.
El 6 de junio, una bomba detonó cerca del complejo estadounidense en Bengasi, sin dejar heridos, pero creando un enorme hueco en la pared del complejo.
Las amenazas continuaron para funcionarios estadounidenses y de otros países, pero el equipo de seguridad continuó sin hacer cambios.
El embajador está perdido
Pero ahora, no era momento de quejarse de la lamentable seguridad.
El humo estaba llenando el área de seguridad y Stevens, Smith y el otro oficial se arrastraron hasta el baño, con la esperanza de poder abrir una puerta.
El funcionario de seguridad puso toallas bajo la puerta del baño y abrió una ventana, lo que empeoró las cosas, ya que el baño comenzó a llenarse cada vez más de humo.
A pesar de las explosiones afuera, tendrían que dejar el área segura, pensó el oficial de seguridad. El humo había apagado las luces. Estaban totalmente a oscuras.
El oficial dejó el baño, se arrastró por un pasillo, golpeando el piso y gritando al embajador y a Smith para que lo siguieran.
Pudo salir por otra ventana hasta un patio interior, donde se dio cuenta de que Stevens y Smith no estaban.
Luego se deslizó por la ventana varias veces, a pesar de que los intrusos le disparaban, pero no logró encontrar a ninguno de los dos.
Con una escalera, pudo subir al techo de la villa, desde donde pidió ayuda.
Estuvo demasiado tiempo dentro de la habitación llena de humo, así que apenas podía hablar, lo que llevó a oficiales del otro lado de la línea a tardar en entender lo que decía.
Les dijo que no tenía a Smith y que el embajador tampoco estaba.
La batalla en el anexo
Otros tres oficiales de seguridad se resguardaron en otro edificio cuando comenzó el ataque.
Una vez que un primer asalto concluyó y los atacantes retrocedieron, los oficiales salieron de posiciones “defensivas” y manejaron en un auto blindado hasta la villa. Encontraron a su colega en el techo, vomitando y cerca de desmayarse.
Los tres entraron al edificio en medio del humo y encontraron a Smith. Sacaron su cuerpo pero era demasiado tarde.
Un equipo llegó desde un anexo y comenzó a buscar a Stevens, pero no pudieron encontrarlo.
Preocupados porque los militantes pudieran tomar el complejo entero, decidieron regresar al anexo sin Stevens, en medio de las balas que casi traspasan el blindaje y que destruyeron dos de las llantas del vehículo.
Llegaron al anexo y se prepararon para otra batalla. Eran las 23:30 hora local.
Justo antes de la medianoche, las balas comenzaron a impactar en el anexo, lo que comenzó una nueva batalla que duró por una hora.
Horas después, otra ola de ataques impactaron contra la instalación, esta vez con morteros. En el ataque murieron los oficiales de seguridad Tyrone Woods y Glen Doherty.
Buscando a Stevens
Pasaron horas y nadie sabía dónde estaba Stevens. La embajada estadounidense en Trípoli recibió una llamada a las 02:00 hora local, desde el teléfono que el funcionario de seguridad había facilitado a Stevens.
El hombre en la línea hablaba árabe y dijo a funcionarios estadounidenses que Stevens había sido llevado a un hospital en Bengasi.
Los funcionarios no pudieron determinar en qué hospital se encontraba y temían que todo fuera una trampa de militantes para matar a estadounidenses.
Un funcionario libio fue enviado al Centro Médico de Bengasi, donde encontró al embajador.
Funcionarios del hospital dijeron que seis civiles llevaron a Stevens a la sala de urgencias alrededor de la 01:15 hora local.
Aunque el embajador no mostraba signos de vida, los doctores intentaron revivirlo durante 45 minutos, pero ya era demasiado tarde.